El triste presente que vive la Hacienda Quilpué de San Felipe
Un esplendoroso palacio decimonónico y referente histórico para los sanfelipeños se encuentra hoy en completa desprotección. Un grupo de rescatistas patrimoniales prepara un proyecto para revitalizar su parque, e incluso sus ruinas.
Ocho mil sanfelipeños vieron la exposición fotográfica instalada en la Plaza de Armas de la ciudad el Día del Patrimonio, con 80 imágenes que daban cuenta del pasado esplendor de la Hacienda Quilpué. “Cada persona aquí tiene un vínculo con esa casa. O trabajaron allí, o son descendientes de inquilinos, o la visitaron alguna vez. Está nada más que a unas nueve cuadras del centro de San Felipe, así que es parte de la historia”, dice Pedro Muñoz, de la corporación Mi Patrimonio.
En una villa de 380 hectáreas, la mansión de estilo francés fue encargada en 1886 por doña Juana Ross de Edwards al arquitecto Juan Eduardo Fehrman, el mismo autor del Palacio Edwards, hoy la Academia Diplomática en calle Catedral. Luego pasó a manos de María Luisa Edwards Mac-Clure, casada con el parlamentario Arturo Lyon Peña, quien finalizó su edificación en 1915, pero vendió la propiedad en los años 40. Ahora, la corporación Mi Patrimonio fue creada a comienzos de año por un grupo de sanfelipeños para salir en defensa de la Hacienda Quilpué.
“La casa es hoy un monumento a la ruina”, se lamenta Muñoz. “Con el terremoto de 1985 se ordenó su demolición. Yo mismo lo vi en 1987. Se vendieron sus materiales valiosos y piezas, pero a lo largo de los años también ha habido un saqueo imparable”, agrega.
Perteneciente a un particular desde los 90, allí solo quedan sus cimientos y unos cuantos pilares sobre las escalinatas de acceso que permiten ver la planta del subterráneo y la manera constructiva sin uso alguno de fierro. “Todo era ladrillo y ensamblajes”, comenta Muñoz.
Mi Patrimonio ha liderado un proceso de concienciación ciudadana sobre el valor de la hacienda, la casa y su parque. Ya lograron la visita a terreno de autoridades del gobierno regional y arquitectos especialistas en patrimonio de la Subdere y del Ministerio de Obras Públicas, quienes pusieron especial atención en este caso.
Además, el Concejo Municipal acaba de aprobar la propuesta del plan regulador que la conserva como zona de interés patrimonial. Esto es, por los próximos 30 años las inmobiliarias no podrán construir en esos terrenos. Esto va de la mano con el plan que la corporación está impulsando.
“Queremos recuperar esos jardines para convertirlos en un parque ciudadano, porque en San Felipe no existe uno”, explica Muñoz. Hay allí unas 25 araucarias, un ciprés, un árbol de corcho y un alcornoque. Incomprensiblemente las arboledas alineadas junto al espejo de agua del frente de la casa fueron taladas. “Ese jardín lo cuida como puede don Juan, un antiguo descendiente de inquilino que acarrea agua a mano para regar los árboles”, dimensiona Muñoz.
Como una suerte de versión libre y a “escala humana” del Palacio de Versalles, contaba con más de cien habitaciones, suntuosos salones, exquisitas ornamentaciones, mobiliario europeo y cuadros adquiridos en los habituales viajes de la familia al Viejo Continente. Y gracias a la cercanía del Tren Trasandino, la Hacienda Quilpué también era reducto anfitrión de renombradas visitas, cuando se desembarcaba en Buenos Aires para llegar a Chile. Allí pernoctaron, por ejemplo, el Príncipe Eduardo de Gales, Humberto de Saboya, Enrique de Prusia, Fernando María de Borbón y el Cardenal Benlloch.
Los rescatistas patrimoniales buscarán que las ruinas y el parque se declaren monumento histórico, además de una zona típica de 7,4 hectáreas que incluyen las llamadas “casas chicas de Quilpué”, construidas para que vivieran los herederos de los trabajadores. “No está decidido aún qué se hará en las ruinas. Un museo, una pinacoteca, o derechamente la reedificación de la casa. Por ahora hay que concentrarse en conseguir fondos para comprar la propiedad, que estaría en el orden de los $600 millones”, cierra Muñoz.
El misterio de 1925Una fotografía desconocida tomada al borde de la piscina de la casa en los años 20 llamó la atención de Pedro Muñoz. Aparecían miembros de la familia junto a Arturo Lyon. Pero también estaba alguien que le sonó conocido.
“Era el Presidente Arturo Alessandri Palma. ¿Qué hacía ahí, si ellos eran contrincantes políticos? Mi conclusión es que ante la difícil situación que vivía el país, Lyon mandó a repatriar en secreto a Alessandri, que se había exiliado en Argentina tras el ‘ruido de sables’ de 1924”, dice, y señala que es muy posible que en esa casa “se hayan iniciado los acuerdos para elaborar la Constitución de 1925. En la Biblioteca del Congreso los documentos indican a quienes participaron en ella, pero nunca dónde se redactó”, concluye.