La cultura de la basura

Por Diego Quevedo D’Aquino, El Mercurio

Además del fuego, el último incendio que sufrió Valparaíso revivió en los porteños que habitan colgados entre quebradas y cerros la inquietud de coexistir con 157 microbasurales esparcidos por toda la ciudad, sensibles a cualquier chispazo. Desde esas laderas -donde se acumulan desperdicios, escombros y mugre- acechan no solo los malos olores. También perros y ratones que se han tomado estos lugares a vista y paciencia de los vecinos, muchos de los cuales son culpables de ello.  

-Espérese unos dos meses más; ahí va a volver la basura.Porque ahora con el fuego, se limpió todo.

Magali Restrepo, de 53 años, apunta su dedo a los cerros repletos de cenizas negras que hoy son el telón de fondo de la población Santa Teresita, en Rodelillo Alto, donde vive. Uno de los sectores que más sufrieron los embates del último incendio en Valparaíso, cuyas llamas amenazaron a sus habitantes todo el fin de semana pasado.

Antes del siniestro, la mujer explica que el paisaje habitual que tenía desde el condominio de departamentos en el que vive eran las quebradas del cerro repletas de bolsas, colchones, muebles y cualquier cosa que en algún momento dejó de ser útil para alguien.

Rodelillo es uno de los puntos que concentran parte de los 157 microbasurales que la municipalidad ha georreferenciado en Valparaíso. Además de ser el sitio en que se encontraba el vertedero de neumáticos que habría originado las lenguas de fuego que iluminaron las noches porteñas el viernes 13 y sábado 14.

Jacqueline López (37), vecina de Magali, dice que la tragedia, además de traer el recuerdo de decenas de incendios pretéritos que han enfrentado, revivió también la preocupación que existe por estar con la basura casi en las narices.

Ambas residen desde hace 20 años en el sector. Por lo que saben bien que los desechos, además de ser la mecha de los siniestros cada verano, también son un problema el resto del año.

-De cuando en cuando llegan camiones cargados de escombros. Pasan hacia la parte en donde están las quebradas y regresan vacíos.

Con todo, para Magali, estos vehículos no son los principales responsables de la suciedad. Son los vecinos que, por flojera, en lugar de dejar la basura donde corresponde, la van acumulando en las quebradas. “Y en el peor de los casos, solo estira el brazo para tirar su mugre por la ventana. De ahí viene el mal olor que muchas veces se siente aquí”, acota.

Para Jacqueline, la situación va mucho más allá del hedor. Afirma que cuando empezó a llenarse de basura, llegaron los ratones. Después, la gente empezó a tirar cachorros para combatirlos, que cuando crecían eran llevados a algún canil.

-Pero no fue suficiente, y ahora pasear por ahí es arriesgarse a ser mordido -explica la mujer, mientras levanta a su hijo en brazos.

Ruta cochina

Luis Parot, director de la Secretaría de Planificación de la Municipalidad de Valparaíso, rompe cualquier evocación amable o romántica del puerto. Dice que muchos creen que Valparaíso es como Ámsterdam, una ciudad del Primer Mundo, llena de ciclistas, cuando la realidad es que enfrenta grandes problemas, uno de los cuales es el de los cerros de mugre.

-Si quiere ver pilas de colchones y desechos voluminosos , dese una vuelta por la Cuesta Colorada o por las quebradas del cerro San Roque.

Marcos González, de 50 años, no necesita hacerlo. Vive en la población Isla de San Roque, en el cerro del mismo nombre. Cuenta que suele decir “ahí va cruzando un niñito”, cuando ve que un guarén atraviesa el camino que separa a la basura del patio de alguno de sus vecinos.

-Los llamo así, por el tamaño que tienen.

Para Elizabeth Peñailillo (42), que espera la misma micro que González, el tema no es para chistes. El hecho de vivir cada día rodeada de basura la hace sentirse vulnerable a un incendio. “Yo vivo con ese miedo”, comenta.

El paisaje que rodea la cuesta Colorada son kilómetros de eucaliptus que se extienden hasta la costa, plantados desde hace más de 20 años por empresas forestales. Pero al ir subiendo por la cuesta, la fragancia de los árboles comienza a dar paso a un olor que obliga a subir los vidrios de cualquier automovilista que pase por ahí.

Es el relleno sanitario El Molle, lugar en el que van a parar los desechos de Valparaíso y parte de la basura de municipios como Viña del Mar, Quilpué, e incluso San Antonio.

Hugo Prieto (54) vive en el sector de La Torre, pero su trabajo lo obliga a movilizarse todos los días por la cuesta Colorada.

Afirma que cuando hay viento, el olor del vertedero llega hasta las casas que están al otro lado de los eucaliptus.

-Y eso, sumado a la basura que hay en las quebradas, deja una muy mala postal para el que atraviesa por acá. Por suerte, los visitantes solo pasean por los lugares históricos del puerto.

Al final de la cuesta Colorada, coronando el cerro Ramaditas, en un terreno baldío, una retroexcavadora mueve escombros entre varios colchones y una voluminosa basura. El lugar, según Prieto, hoy está limpio en comparación al histórico vertedero que era hasta hace poco.

Para este vecino, la explicación es clara.

-Ahora vemos máquinas removiendo cosas. Todo está más o menos limpio. Pero hace dos semanas, esto estaba lleno de chatarra. Se han preocupado de limpiar, porque viene el aniversario del incendio de abril del año pasado.

Sin recursos

Elizabeth Peñailillo recuerda que cuando la municipalidad puso un contenedor de basura en una de las quebradas de la población Isla de San Roque, el ambiente estuvo más limpio por un tiempo, pero no duró mucho. Desilusionada, cuenta que en las noches llegaban personas que se metían a escarbar entre los desechos y “dejaban el contenedor pelado, porque todo lo tiraban de vuelta a la calle”.

Hubo quienes sacaron provecho de la situación.

-Un indigente se dedicaba a recoger toda la mugre que en las mañanas quedaba regada afuera del basurero. Cobraba una propina y nos tenía limpios.

Jacqueline López, de la Población Santa Teresita, en Rodelillo, asevera que si bien la basura siempre ha estado en las quebradas, con el paso del tiempo la mugre ha ido en ascenso, alterando incluso las tradiciones de la comunidad.

-Antes, en la parte baja del cerro organizábamos el 18 de Septiembre, pero cada año estaba más cochina, hasta que la basura nos quitó ese lugar.

Ni Elizabeth ni Jacqueline ni Magali ni Marcos ni Hugo pagan por el servicio de retiro de basura que la Municipalidad de Valparaíso les presta, ya que al vivir en hogares que tienen menos de 140 m² quedan exentos del pago de este servicio. Una disposición que es una realidad para el 65% de los hogares porteños.

Para el alcalde de Valparaíso, Jorge Castro, esta norma obliga a que el municipio deba asumir un gasto que, en su opinión, debería ser subsidiado por el Estado: “La basura tiene la cualidad de ser democrática. Si todos ensuciamos, todos debemos pagar para que se nos preste el servicio de aseo, ¿o no?”.

SERVICIO
El 65% de los hogares de Valparaíso está exento de pagar por el retiro de basura.