Antofagasta: (otra) oportunidad escurridiza de la ciudad puerto sustentable

Muelle de Antofagasta, II Región de Antofagasta ©Bracani Antonio, vía Flickr.

Luego de duplicar su población en los últimos diez años, la situación actual de la ciudad portuaria de Antofagasta llama la atención por repetir gran parte de las problemáticas de las urbes chilenas, pese a contar con el ingreso per cápita más alto del país, duplicando el promedio nacional. Así, una Antofagasta en crecimiento y con grandes extensiones de suelo público bien emplazado, remeda sorprendentemente condiciones de segregación urbana, problemáticas de movilidad, distribución de equipamientos y espacios públicos, junto a llamativos impactos de su infraestructura ferroviaria y portuaria.

Todo esto se da además ante una condición extraordinaria de administración para nuestro país, con una Alcaldía que podríamos llamar “Mayor“, al tratarse de un área potencialmente metropolitana con una sola administración municipal. Pese a esta ventaja, muchos de los debates que hoy se están dando demuestran que Antofagasta desestimó una visión de ciudad que se instaló hace cerca de 10 años, tardando en repetir el consenso para tomar decisiones que impliquen impactos liderados por la Autoridad pública en beneficio de la calidad de vida urbana, como fueron la acertada remodelación del Balneario Municipal, la creación de playas artificiales de Paraíso y Trocadero en la década pasada y el valioso anuncio de hace unas semanas para materializar las nuevas playas de El Cuadro -al lado norte de la actual Paraíso- y La Chimba al norte de la expandida ciudad.

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Frente a este nuevo proceso de implementación distributiva de espacios públicos costeros, se hace necesario reconocer las problemáticas de segregación que se manifiestan en sectores y ghettos bien definidos de la ciudad, ya sean de pobreza o riqueza, y que se generan desde una ciudad monocentral con altas complejidades, en términos de interacción ciudadana. La oportunidad de innovación parece inevitable, considerando la aparición de una vivienda integrada en términos de la ocupación del centro que evitaría su vaciado nocturno y permitiría espacios de integración social para ciudadanos diversos muy bien emplazados.

Por su parte, la problemática de movilidad expone una de las tasas de motorización mas altas del país, a pesar de contar con un proyecto de transporte público pendiente hace muchos años y que, con toda claridad, daría solución a las condiciones de accesibilidad y de distribución de espacios públicos. En este sentido, se podrían conformar nuevas áreas, tomando como referente las transformaciones que se dieron en el borde costero que ya hemos citado, junto a algunas consolidaciones de áreas verdes en la zona plana y transeptos.

Sin embargo, paralelamente a estas transformaciones, la expansión al norte y la densificación al sur, han dejado al descubierto una lógica inmobiliaria privada y un aparente mercado autorregulado que no han dado buen resultado, sino más bien, han dejado en evidencia la necesidad de solucionar -o corregir desde la autoridad- una mejor accesibilidad desde y hacia los equipamientos y espacios públicos. Asimismo, se ha de tomar una decisión sobre los sistemas de movilidad masiva sustentable que han sido planteados desde la Academia y desde algunas iniciativas en particular, como el Plan CREO Antofagasta, que vislumbra una salida a través de un sistema multimodal que analiza las conveniencias de un teleférico por la parte alta de la ciudad. Por tanto, la toma de decisiones locales, ciudadanas y de Autoridades municipales o sectoriales, combinadas con alianzas público-privadas, son parte clave de un retraso y reimpulso que, con toda claridad lograría ir dando soluciones que pasan de la brecha a la cobertura, con clarísimos efectos sobre la calidad de vida urbana.

Por otro lado, y preocupante, es la situación de la infraestructura ferroviaria y portuaria que aún mantiene condiciones pre-industriales, pese al inicio de procesos de transformación y de ordenamiento territorial. Considerando las reconversiones iniciadas con la liberación de suelo portuario para uso urbano, el traslado del puerto industrial a Mejillones (100 km. al norte) y el ajuste horario para el paso del tren por el centro de la ciudad con casi el mismo trazado y condiciones que hace un siglo, los criterios de ordenamiento han quedado algo olvidados tras una pérdida de visión territorial. Esto dio paso recientemente a la aparición de un Galpón en el puerto para el acopio de concentrado de cobre a escasos metros de la plaza fundacional de la ciudad y con claros riesgos ante las crecidas de mar. Por lo tanto, los desafíos de Antofagasta, entendiendo que aún hay una lógica monoproductiva, deben tener la capacidad de adaptación hacia un futuro de nuevas materias primas, tecnologías y logísticas, que comprenden un entorno urbano valioso, al que se le deben proponer sinergías que eviten contradicciones y conflictos.

El litio, los centros de conocimiento, el turismo y otras actividades productivas compatibles con las condiciones extraordinarias que tiene la ciudad, parecen ser las potencialidades del futuro. Es por esto que, una autoridad política clara, bien representativa, que logre continuidad entre períodos y garantizando una visión ciudad que como se ha planteado, debe ser retomada, han de ser los pasos a seguir. De esta manera, se podría considerar que Antofagasta, liderando el ingreso per cápita del país, sea también una mejor ciudad y que logre con ello captar en las mejores condiciones posibles a gran parte de la población flotante y de la inmigración que hoy en día está llegando a ella.

Es de esperar entonces, una presión ciudadana creciente para exigir a la Autoridad una re-definición de proyectos y planes para la ciudad, que instalen un avance considerable hacia la mejora de la calidad de vida urbana. Desde la Academia pretendemos colaborar en la discusión y dar luces a esta tendencia propia del desarrollo que nos hemos propuesto colectivamente alcanzar.