Columna El observador urbano: “20/20: El año 2020 a 20 kilómetros por hora”

Por Miguel Laborde, El Mercurio.

Ricardo Abuauad, uno de nuestros más destacados urbanistas, en Cartas al Director (El Mercurio, 10/08/14) llama la atención de los lectores en relación con el riesgo de que Vitacura se transforme en “área de paso vehicular hacia las comunas de más al oriente”.

De paso, comenta que sus expectativas estaban puestas en el desarrollo del transporte público eléctrico combinado con corredores verdes.

Ese proceso es similar en varias ciudades del mundo; se construyen periferias con unidades de más metros cuadrados para satisfacer la demanda de viviendas amplias, y a medida que se alejan se hace imperioso ampliar las vías que les dan acceso, a costa de deteriorar los barrios ya consolidados.

La diferencia entre las ciudades desarrolladas y las que no lo son es que en las primeras hay recursos públicos para financiar sistemas de transporte público, o al menos su infraestructura, para que el daño sea menor. Asimismo, logran proteger las áreas de interés patrimonial para que el proceso expansivo no destruya la ciudad.

Providencia y El Golf, con los sectores de mejor calidad de la capital hace medio siglo, ya han sufrido ese acoso o bullying, que los inunda de congestión y contaminación durante tres horas cada día hábil. Es lo que ahora comienza en Vitacura, amenazando las superficies más “blandas” de la comuna: sus parques.

Como el urbanista Abuauad, también tenemos los ojos puestos en el transporte público eléctrico como alternativa eficiente y sustentable, sea de superficie o subterráneo, de modo que no siga aumentando el parque automotor de Santiago, que es cercano a un 40% del total nacional, guarismo brutal.

La consecuencia la anunciaron nuestros ingenieros de transporte: hacia el año 2020 tendremos que circular a un promedio de 20 kilómetros por hora.

La especie humana, afortunadamente, es adaptable. La “generación Y”, de los nacidos entre 1980 y 1995, ha sido la primera capaz de renunciar al uso del automóvil en los días hábiles, dándole preferencia al transporte público y/o a la bicicleta. La masa crítica que ha financiado el auge del barrio Lastarria, del barrio Italia, del barrio Bellas Artes, también corresponde a ese segmento etario. Su mayor libertad corresponde a la aparición de un paradigma nuevo; su identidad no se define por el barrio que habitan ni por el auto que manejan, como sucedió con las generaciones anteriores. Más ricos que sus padres, muchos con auto propio en la adolescencia y la posibilidad de vivir por su cuenta, aprendieron a tomar sus propias decisiones urbanas.

De acuerdo con estadísticas oficiales del INE, cerca de 300 mil chilenos de esa generación se incorporan al mercado laboral cada año, desde universidades e institutos. Como suman cerca de la cuarta parte de la población, sus tendencias son más que relevantes para pensar el futuro de Santiago, pero la plenitud de su influencia no se hará presente antes de diez años.

Entretanto, estaremos pagando las consecuencias de tener políticas e inversiones que, salvo excepciones -puntuales paseos peatonales y ciclovías-, parecen más orientadas al automóvil que al transporte público que nuestra ciudad necesita.

Congestión

Providencia y El Golf, con los sectores de mejor calidad de la capital hace medio siglo, ya han sufrido ese acoso o bullying, que los inunda de congestión y contaminación durante tres horas cada día hábil.