Un paseo por las nubes

Por Sebastián Sottorff, El Mercurio. (26/07/14)

Por estos días, la capital de Aysén vive la peor crisis ambiental de su historia y se encumbra como la ciudad más contaminada del país. El humo de la leña emanado de chimeneas y calefactores, está ahogando a sus 56 mil habitantes, quienes se sienten viviendo entre las nubes, pero de esmog.

Hay ciertas cosas que en Coyhaique no se hablan con frecuencia. No por desidia, indolencia o desinterés. Simplemente, porque ya no son un tema. El frío por ejemplo. Pareciera que no muchos sufren con la gélida brisa que invade a la ciudad. “Estamos acostumbrados”, dicen los coyhaiquinos, con una indiferencia tal, que hacen creer que las bajas temperaturas no son más que un detalle.

Tampoco hablan del costo de la vida y de lo caro que son sus bienes y servicios básicos. El agua potable cuesta el doble que en Santiago. Un kilo de tomates, el triple o más. “Estamos acostumbrados”, repiten, con un tono de resignación que devela una de las complejidades de vivir en el fin del mundo.

Para qué mencionar la falta de trabajo, los problemas de conectividad o la precariedad que afecta a consultorios y postas rurales. “Estamos acostumbrados”, insisten, como un mantra comunitario que todos recitan.

Pero hay un detalle al que los habitantes de esta ciudad aun no se terminan de habituar. Un fenómeno que no es nuevo, pero que por primera vez está causando estragos en esta lejana ciudad austral: el esmog.

¿Cómo fue que esta urbe, rodeada de un imponente paisaje natural, terminara prácticamente sepultada bajo una alarmante capa de polución? Miguel Segura (73), vecino de la villa Padre Antonio Ronchi, lo tiene claro.

-La culpa la tiene la leña.

Su barrio se ubica en la parte alta de la ciudad, aquella donde se genera más contaminación. Tanto, que en los períodos más críticos el humo está a ras de suelo y lo cubre todo como una intensa niebla.

Ataviado con la clásica boina patagónica y con unos certeros golpes de hacha, el hombre despedaza unos troncos anchos para convertirlos en pequeños trozos de leña. Y sin rastros de cansancio, agrega: “No hay otra forma de calentar las casas. ¿Qué más podemos hacer?”

No mucho la verdad. Esto pese a que hoy Coyhaique está viviendo el invierno más crítico de los últimos años y suma 36 emergencias, 32 preemergencias y 10 alertas ambientales por acumulación de material particulado fino, el más nocivo para la salud humana.

Con esto, son 78 las ocasiones en que las más de 56 mil personas que viven acá estuvieron viviendo entre las nubes de esmog y respirando humo.

El alcalde Alejandro Huala afirma que la más efectiva solución es, al mismo tiempo, la más compleja: cambiar la matriz energética en la región.

-Lamentablemente la leña es parte de la cultura de los patagones, así que cualquier intento por prohibir su uso va a ser muy complicado.

Como sabe que el cambio no es una alternativa real, añade que en el corto plazo se debe mejorar el aislamiento térmico de las viviendas y el recambio de los calefactores.

Afuera es casi medio día y el termómetro no supera los 5°. Nunca, en toda la semana, la temperatura será superior.

Perfume ahumado

Las sábanas, las toallas y hasta el pelo de la recepcionista de un céntrico hotel coyhaiquino huelen a humo. De hecho, es casi imposible no impregnarse con este aroma cuando se está viviendo en la ciudad.

-No podemos hacer nada, olemos a palos quemados.

Las chimeneas solo dejan de escupir humo en las noches. Entonces el aire de Coyhaique se toma un respiro, hasta que llega el amanecer, las estufas se prenden y la densa capa gris lo oculta nuevamente todo.

En 2012, cuando Coyhaique fue declarada zona saturada, las autoridades iniciaron un recambio masivo de calefactores. Desde ahí se instalaron cerca de 1.800 aparatos y ahora la autoridad pretende recambiar otros mil por año hasta 2015.

Asimismo, el Gobierno ya comprometió la entrega de más de US$ 3 mil millones para fomentar el desarrollo de las zonas extremas del país y una buena parte de los fondos se destinará a la descontaminación de la ciudad regional.

Narcoleñeros

-No existirían problemas si no existiera la codicia.

Silvia Jara, una anciana de 74 años que cruza la plaza pentagonal de Coyhaique, empuja un carro de metal acarreando pequeños troncos de leña húmeda y musgosa. “Es la única manera de hacer calor que tenemos los pobres”, agrega.

La otra, explica, es comprar el combustible de manera legal a los leñeros autorizados, quienes venden un metro de leña por sobre los $30 mil.

Pero ella, al igual que muchos coyhaiquinos, no pueden más que comprar leña húmeda o “choquitos”, troncos sueltos que encendidos no duran más de un par de horas, que pueden costar $300 o $400 dependiendo del “distribuidor”.

-La gente le compra a estos tipos porque no hay ninguna otra opción no más. Yo por lo menos no puedo comprar madera seca y gastar $30 mil cada dos semanas. Y te aseguro que nadie podría acá -comenta José Levicoy (34).

Cada invierno, el gobierno regional y el municipio entregan madera gratuita a los vecinos más vulnerables. Sin embargo, la calidad del combustible que reparten no es la mejor, pues una gran parte de esa madera está húmeda.

-Lamentablemente, hoy no se puede fiscalizar un combustible que no está regulado y la leña se encuentra en esta situación. Pero su fiscalización está contemplada en la agenda energética que se implementará en la región y el plan de descontaminación que comenzará a regir desde el próximo año.

Quien habla es Susana Figueroa, seremi de Medio Ambiente de Aysén. Advierte que durante los episodios más críticos todos los servicios públicos de Coyhaique no podrán usar más leña para escapar del frío.

El edil recuerda que el eslogan de la comuna es “reserva de vida”, pero que ser número uno en contaminación a nivel nacional es contradictorio con esa afirmación. “Es una pena” susurra, mientras al otro lado de la ventana la ciudad apenas se distingue entre el humo.