Columna El Observador Urbano: “Las calles cambian de nombre”

Por Miguel Laborde, El Mercurio. (12/07/14)

Alexis Sánchez, Mauricio Isla, Claudio Bravo, Charles Aránguiz y Eduardo Vargas ya tienen nombre de calle en Chile. Se quebranta, como sucedió con Mario Kreutzberger, la sana tradición internacional de denominar espacios públicos solo en relación con personas fallecidas. Razón de más para, si se quisiera rendirles un homenaje, como decíamos en otra columna, erigirles un monumento escultórico.

Como explicó la presidenta de la Comisión de Nomenclatura de Montevideo, María Emilia Pérez, “la emoción es buena para vivirla, pero no para pasarla a otros planos de la vida”. En esa ciudad se vivió el problema tras el retorno a la democracia, por cambios en favor de sus líderes, lo que abrió las compuertas a toda clase de solicitudes. Finalmente, se decidió que los nombres nuevos van a barrios nuevos, y de fallecidos por al menos diez años.

Normalmente es la autoridad local la que toma la decisión, a veces con consulta popular, pero las emociones también afectan a la participación ciudadana. En Buenos Aires, por ejemplo, durante la Guerra de las Malvinas, los vecinos cambiaron los letreros de la calle Inglaterra. En La Pintana, la calle del dictador General Franco pasó a llamarse Violeta Parra por decisión del municipio pero respaldada por una consulta popular.

A los vecinos, en general, no les gusta que les cambien la denominación. En Ciudad de México, a la muerte de Octavio Paz se le cambió a la tradicional calle Tres Picos para rendirle tributo, lo que molestó a sus residentes; que se le homenajee, pero en otro lugar. Los residentes de una vía pública uruguaya, cuando la autoridad quiso recordar a Julio Cortázar, se defendieron diciendo que “no era vecino del barrio”.

Hay casos curiosos. Como en San Pedro de Atacama, donde los habitantes de un conjunto pidieron que la avenida El Alma pase a ser avenida El Sol, y que la calle Austral fuera calle Estrellas.

Pero es un tema complicado, a veces conflictivo. Hay quienes solicitan erradicar los nombres de los conquistadores españoles, de Pedro de Valdivia en adelante, tema que se abrió en tiempos del alcalde Zalaquett cuando el cerro Santa Lucía quedó en Santa Lucía Welen y, se ha planteado ahora, debiera debatirse si corresponde que se llame “Welen Santa Lucía”.

Hay comunas que ya cuentan con una comisión de cambios asociada al concejo municipal, pero ello las somete a la contingencia política. Como es un tema de largo plazo, se podría crear una comisión independiente, integrada por personeros ligados a la cultura local. Así ha sucedido en algunos países, donde se cautela que los nombres no se cambien, y que, si una vía es continuación de otra, conserve el mismo. Aspectos básicos que hoy no se respetan en Chile.

Toda sociedad se refleja en los nombres de las calles. Mapcity recién hizo un estudio en el país; el primer lugar en frecuencia lo tiene Arturo Prat, con 144 vías, seguido de Esmeralda con 130; el héroe y la gesta paradigmáticos de nuestra historia.

Las identidades locales y el turismo cultural han alentado, en estas últimas décadas y a nivel mundial, esta nueva expresión cultural. Por décadas fueron los privados quienes los escogían, loteadores y urbanizadores, a veces sin criterio de interés público; luego se traspasó la responsabilidad a funcionarios municipales que, sin tiempo o a veces sin interés, recurren hasta a los elementos químicos: calles Bario, Cadmio, Estroncio…

¿No debieran las fuerzas vivas de una comuna ser representadas en una comisión de nomenclaturas, tal vez con la asesoría del Instituto de Conmemoración Histórica de Chile, que tiene casi 80 años de experiencia?

Rebautizos

A los vecinos, en general, no les gusta que les cambien la denominación. Los residentes de una calle uruguaya, cuando la autoridad quiso recordar a Julio Cortázar, se defendieron diciendo que “no era vecino del barrio”.