Abren rutas turísticas hacia zonas inexploradas de Aysén

Por Soledad Neira, El Mercurio. (28/06/14)

Junto al monte San Lorenzo (3.706 msnm), en frontera con Argentina:

Camino de 23 km que construyó el Cuerpo Militar del Trabajo permite llegar a los pies de la montaña, mientras se proyectan nuevas vías en el área de Cochrane.

“Cuando prendíamos la vela (los turistas) nos aplaudían. ¡No entienden lo que es para uno vivir así, sin luz!”, dice Luis Soto de la Cruz, “un tropero viejo”, como se autodefine. Hace 18 años este tropero se reparte entre sus rebaños y los escaladores, “95% extranjeros” que llegan a su veranada del monte San Lorenzo, 3.706 msnm y 350 km al sur de Coyhaique.

Hasta hace poco venían caminando “y pidiendo un pilchero” (caballo de carga). Hoy pueden hacerlo en vehículo, “casi hasta el pie de la montaña, lo que abre un enorme potencial para el turismo”, dice el alcalde de Cochrane, Patricio Ulloa.

Un monte que es hito natural entre Chile y Argentina y que atesora impresionantes parajes, en donde un puñado de familias descubrió un paraíso. “Es un paraíso… helado”, remarca con voz ronca y firme Cremilda Soto de La Cruz (68), quien llegó allí con toda su familia.

“Veníamos al Valle Chacabuco, porque los de la Reforma Agraria habían ofrecido tierras. Nos iban a entregar un campo en el Baker, pero nunca nos dieron nada”, dice su esposo Oliverio Paillacar (75). Sin mucha esperanza avanzaron al sur hasta toparse con “este campo (2.500 ha) que compramos a medias con mi suegro”, dice Paillacar.

Ha pasado casi medio siglo y no piensan irse “por nada de este mundo. Si esto es un paraíso”, insiste Cremilda, con una fuerza que contrasta con su estatura baja y su cuerpo delgado.

Se mueve rápido en “la casa grande” que acaban de construir “con los materiales que trajimos en camión”, cuenta radiante, y mira con un poco de desdén “la ranchita” en la que vivieron desde que llegaron con seis niños (otros dos nacieron acá), sus pilcheros, aves, animales y semillas, abriéndose paso en las montañas, vadeando ríos, desafiando desfiladeros.

Tardaron muchos días, dice Cremilda. “En tiempo de invierno echábamos cuatro días en carreta de bueyes a Cochrane”.

“Y ahora estamos en un rato. ¡Si hasta vamos a Coyhaique! Yo me acabo de operar de un ojo”, agrega su marido.

Por el mismo camino llegaron paneles solares que están en casi todas las casas de las 23 familias que ahora tienen luz.

Doña Lelia de la Cruz es la mamá de Cremilda, y a sus 92 años sigue haciendo sus cosas. Ya no tiene invernadero, cuenta, “pero cuido mis aves, mis animalitos”.

Y de vez en cuando, “ve tele”, dice su hijo, Roberto Soto, el único que la acompaña desde que quedó viuda. “¡Cómo necesitábamos puentes y caminos buenos!, poder salir en emergencias”, dice Paillacar, satisfecho.

“Un camino cambia la vida. Los que no viven acá no entienden la necesidad. Y si quieren andar a caballo (los turistas) y que les alumbremos con velas… ¡bien!, pero déjennos contar con esas comodidades”, dice Lucy Gómez, esposa de Luis Soto.

Juntos se dedican al turismo. Soto cuenta que se diversificó cuando el negocio de la lana, “que era el oro blanco aquí”, se puso malo. Pensé en irme a Estados Unidos a cuidar ganado, que era bien pagado. Pero venían mellizos en camino y me quedé”, explica.

Cambio de vida

Este verano fue distinto para estas familias, porque el puente mecano que instaló el Cuerpo Militar del Trabajo del Ejército (CMT) sobre el río Tranquilo, que de tranquilo solo tiene el nombre, cambió sus vidas.

Hasta entonces tenían una pasarela que hizo el MOP hace unos años, pero peatonal.

“Es un sueño cumplido. Todos los veranos crecen los ríos, se muere el ganado tratando de cruzar, tenía que esperar a vadear. Ahora cruzamos y pueden venir buses más grandes con turistas”, dice Luis.

“Terminado este tramo hasta San Lorenzo y la instalación de puentes, esperamos continuar la vía a Calluqueo, donde se proyecta un mirador que estará frente al ventisquero”, explica el comandante del CMT en Coyhaique, Marco Arnechino.