Un monasterio con aires de rock y electrónica

Por Darío Zambra, La Tercera.

[San Diego] Durante décadas fue el claustro de los Sacramentinos. Hoy, en el subterráneo, un escenario acoge a bandas de rock y actores de teatro. Es el nuevo centro cultural Diana Santiago, abierto desde enero.

Varios de los que estuvieron ahí esa noche, la del último viernes de abril, se emocionaron. Porque Los Mismos, la banda pionera de la música electrónica chilena, no tocaba en vivo hacía cinco años. Aunque no estaban todos sus integrantes (sólo Silvio Paredes y Cuti Aste) cautivaron al público con sus ritmos hipnóticos y con los invitados que los acompañaron ese día: la baterista de Electrodomésticos, Edita Rojas; la joven cantante pop Natisú; y los Dj, Raff y Bitman.

Otro asunto hizo que el regreso de Los Mismos fuera aún más especial: que tocaran en el zócalo de un antiguo convento. Ahí está el escenario del Teatro Diana, en el subsuelo del que fuera el claustro de la Congregación del Sagrado Corazón, en calle Arturo Prat. Es un edificio que siempre ha sido opacado por su vecina, la imponente Iglesia de los Sacramentinos, la misma que en 1910 el arquitecto Ricardo Larraín Bravo levantó a semejanza de la Sacré Cœur de Montmartre, de París.

Mientras espera a ser reparado (por daños del 27/F), el ex convento ya está transformado desde enero en el centro cultural Diana Santiago, que acoge al teatro del mismo nombre y donde bandas -como Chicago, entre otras- vienen tocando los fines de semana. Algo que se intercala con obras de teatro y ciclos de cine.

Y el cambio radical de este espacio en el barrio de San Diego, no llega hasta ahí, pues antes de fin de año aterrizará en el segundo piso del ex convento el restaurante La Jardín, que se hizo famoso por su aspecto de invernadero en el corazón del barrio Italia y por ser el primero de carácter itinerante en Santiago. Cuando cerró, en febrero pasado, sus dueños comenzaron a buscar un lugar para su próxima apuesta gastronómica. Y lo encontraron con este nuevo centro cultural.

A comienzos de los 80, los sacramentinos pusieron en venta el antiguo convento y los primeros en poner sus ojos sobre el inmueble fueron los miembros de la familia Zúñiga, propietaria de los Juegos Diana hacía décadas.

Lo compraron para albergar nuevas atracciones, como carruseles y hasta un cancha de patinaje, y ahí funcionaron durante 15 años hasta hace una década, cuando bajó el interés por este tipo de entretenciones. Entonces se sacaron los juegos de ese edificio y se concentraron sólo en la zona donde están hoy, la de calle San Diego.

Hace algunos años, Enrique Zúñiga, nieto del fundador, se hizo cargo del negocio y decidió darle un nuevo aire al claustro. “Pensé que en vez de ser un elefante blanco, podría convertirse en un aporte cultural para el barrio”, afirma el ingeniero comercial. Desde entonces, se ha sumado gente, como Denise Elphick, la gestora cultural que estuvo a cargo de Factoría Italia y que programa las actividades de Diana Santiago.

Aunque la construcción de 5.000 m² no fue remodelada en su totalidad, sí se refaccionó el zócalo, que durante décadas funcionó como auditorio de los Sacramentinos. El arquitecto Pablo Moraga construyó el escenario e instaló butacas retráctiles, que se guardan bajo éste durante los eventos masivos, como los conciertos de rock.

En esa sala subterránea se realiza la mayoría de las actividades. Cave, una banda de Chicago, escogió ese escenario para su show de enero en Santiago. ¿El próximo? La presentación del nuevo disco de Prehistóricos, el grupo que teloneó a The Cure en Chile.

Hay varios proyectos en carpeta que seguirán potenciando este espacio en la capital y que, según afirma Elphick, se irán ejecutando de manera gradual.

Entre ellos, está La Jardín. Rodrigo Arellano, uno de los socios, asegura que tendrá un énfasis en la arquitectura y el diseño.

“No se parecerá a la estética anterior de este restaurante, porque el segundo piso del convento no se presta para eso. Tiene grandes alturas y vista a una plaza interior, y como la construcción fue declarada Monumento Histórico en 1991, se necesitan permisos para intervenirla, por tal razón no está definida la fecha de apertura”, afirma Arellano.

En tanto, en la azotea de 650 m², están trabajando con el colectivo de arquitectos Grupo Toma y con alumnos de la Facultad de Arquitectura de la U. de Chile. Elphick adelanta que ese espacio albergará diferentes actividades vinculadas a los vecinos del barrio para así aprovechar su gran población.