De Vitacura a Santiago Centro: la ruta en bicicleta del subsecretario Mena

Por Andrea Pérez M., La Tercera. (04/05/14)

El doctor en Ingeniería Ambiental pedalea todos los días hasta el Ministerio del Medio Ambiente.

En la mañana, el reloj no perdona a nadie y Marcelo Mena no es la excepción. Actual subsecretario del Medio Ambiente, antiguo director del Centro de Sustentabilidad de la U. Andrés Bello y eterno promotor de la bicicleta como medio de transporte, de lunes a viernes sale de su casa a las 7.30 en punto. Y en dos ruedas. Su recorrido, que incluye dos paradas, dos bicicletas y 20 kilómetros, parte yendo a dejar a sus hijos al colegio. A juzgar por su tenida informal, pocos adivinarían que al llegar a su oficina cambia el polar por una corbata y se preocupa de la estrategia 2014-2018 para la descontaminación atmosférica.

“La flojera o el cansancio no son excusas. Sé que esta es la mejor manera de transportarme, porque es la más rápida, barata, saludable y amigable con el medioambiente. Ni siquiera tienen que importarte los dos últimos factores para darte cuenta de que la bicicleta es la mejor opción”, explica. De hecho, su estrategia para sumar adeptos enfatiza la idea de que es conveniente. “Cuando las personas se dan cuenta de que ahorran plata y se demoran menos en llegar al trabajo, no les cuesta hacer el cambio”, agrega Mena.

Aunque el primer tramo es enteramente en Vitacura, también es en subida. Y con el peso de las mochilas y los hijos en la parte trasera, no hay pedalero que pueda cuesta arriba hasta el colegio Sagrados Corazones de Manquehue. Por eso, Mena ocupa una bicicleta con motor eléctrico. Son, en total, ocho kilómetros que recorre en 22 minutos, codo a codo con los autos. “Un ciclista comportándose como vehículo en la calle es lo más seguro para todos, pues es predecible”, dice.

Pedaleo en la ribera

La rutina continúa con volver a su casa, cambiar de bicicleta a una plegable y partir al ministerio, en pleno centro de Santiago. Bordeando el Mapocho, Mena parece saber de memoria cada curva e intersección. No hay muchas, pero en un camino de maicillo y a 16 kilómetros por hora, los primerizos agradecerían algún aviso. La ruta está libre y, según él, es mejor que varias ciclovías.

Más allá del ancho de las pistas y la señalización, Mena explica -y sigue pedaleando- que al diseñarlas debe considerarse la distancia de los usuarios con los automóviles, para que no inhalen emisiones contaminantes. De todas maneras, según el doctor en Calidad Medioambiental, “los ciclistas se pueden desviar de la exposición, alejándose de los tubos de escape cuando lo estimen necesario”.

Respecto de la polución en Santiago, Mena es optimista. “Hace 25 años, la economía de Santiago tenía un tercio del tamaño actual y la contaminación era el triple. Hoy contaminamos nueve veces menos por unidad de plata generada y demostramos que Santiago es compatible con el desarrollo sustentable”, detalla. Pero falta que más gente se dé cuenta. A su juicio, los santiaguinos tienen “una conciencia profunda sobre el tema de la calidad del aire”, al llevar 25 años viendo noticias sobre preemergencias y enfermedades respiratorias en invierno. Sin embargo, eso no va de la mano con una autocrítica.

“Nos cuesta reconocer que somos parte del problema -dice Mena-. La leña en Santiago es un 5% de la calefacción, pero es responsable de la mayoría de la polución en Santiago en invierno”. La clave, para él, es vincular los problemas medioambientales con los de salud, y la estrategia del ministerio es “valorizar externalidades reales, como los costos del asma y que ésta sea una enfermedad Auge. Abordar la contaminación se tiene que ver como una actividad económica, no como un gasto”.

Alameda adrenalínica

Llegando a Plaza Italia por Andrés Bello -y un tramo largo de la Costanera Sur-, Mena puede elegir entre la Alameda y la ciclovía de Rosas. La de Curicó la descartó, por ser la vía más contaminada de las tres, según un modelo de medición que él mismo diseñó. Para los asmáticos como él, esa ciclovía no es una opción.

Su ruta favorita es la Alameda. No el bandejón, con desniveles y virajes, sino la calle: “Sé que el accidente potencial es mayor -dice-, pero hay estadísticas que demuestran la seguridad por número. Mientras más ciclistas haya, la gente conducirá distinto”. Dicha esperanza tiene asidero en la encuesta que realizó en 2012, en la Unab, en la que el 7% de los encuestados se movilizaba en bicicleta. Y según la firma Urbanismo y Territorio, hay un aumento sostenido del 19% en el uso de las ciclovías en los últimos años.

La última maniobra es tomar Amunátegui, bajar por Moneda y doblar en Marín hasta el número 73, donde lo espera un bicicletero casi lleno. “La mayoría de los funcionarios llega en Metro”, dice Mena, “pero lo importante es sacar autos de las vías”. Por eso cree que la intermodalidad entre bicicletas públicas y el Metro “es perfecta. Todos se pueden subir donde quieran y por cuanto quieran. Con esa combinación, además, evitas los buses de acercamiento de frecuencia baja”. Y aunque hasta ahora es metódico con sus 20 kilómetros diarios, afirma que “seré un usuario fiel de ese sistema”.