Así de fácil se forma un basural

Por Nadia Cabello, El Mercurio.

En pleno Providencia:

Que una sola persona arroje desechos en un lugar es suficiente para que otros lo imiten y el sector pase de ser un espacio vacío a un sector sucio, con malos olores y que aleja a los transeúntes.

Bastó que un colchón apareciera frente al portón de vehículos de una casa sin moradores en Providencia para que la fisonomía del lugar cambiara en solo dos semanas y pasara de una vereda admirada por las visitas -por la tranquilidad del lugar, la ciclovía y los árboles frondosos- a ser ese rincón que la gente evita cuando camina.

El colchón fue el punto inicial del “basural” de calle Puyehue, al sur de avenida Francisco Bilbao y a poco más de una cuadra de Manuel Montt. Al día siguiente de su aparición, se sumaron a él otro colchón y una caja de cartón vacía. Dos días después llegaron a hacerles compañía restos de computadores.

A medida que pasó el tiempo se agregaron bolsas con ropa de niño, desaparecieron los teclados del computador, llegaron piezas de lo que a primera vista parece una estufa, trozos de madera, un zapato, hasta ladrillos. A veces están hacia la vereda, a veces muy bien ordenadas apoyadas al portón, como si alguien las cuidara. En el cúmulo de objetos, también se juntan hojas de los árboles y boletas y envases de alimentos que transeúntes, viendo el montón, no dudaron en arrojar allí.

“De la nada esto se convirtió en un basural”, comenta Marta. Todos los días pasea a su perro por la calle que es más transitada por bicicletas que automóviles, y comenta sorprendida que “antes de que apareciera el primer colchón, ni siquiera se sabía que esta casa estaba vacía. Siempre estaba todo impecable”. La vecina reclama que aunque todas las mañanas el camión recolector de basura pasa temprano por allí, como los restos no están en los tachos correspondientes, no los recogen.

Ese no es el único problema. “Como estas calles son tranquilas, muy solitarias y hasta oscuras, ahora en la noche están llegando a sentarse al colchón unos jóvenes que se sientan a tomar alcohol y asustan a la poca gente que pasa”, comenta Pablo, otro vecino del sector. Lo dice señalando las cajas de vino y latas de cerveza que fueron arrojadas hacia el interior de la casa y que se pueden ver a través de la reja. “Primero fue una cajita, después otra. Ahora si usted mira, hay como veinte o más. Si hasta huele mal”, agrega.

La basura suma y sigue conforme pasan los días. Como la casa en cuestión no tiene moradores, nadie reclama. Tampoco lo hacen vecinos más inmediatos, pues las casonas que están al lado son oficinas. Son los que viven a una cuadra, que pasan por allí para dirigirse hacia el paradero o al negocio de la esquina, los que sienten la molestia de que su barrio tenga un “foco de basura”.

El miércoles, Marta llamó a la municipalidad y comentó lo que ocurría. Ayer, ya no estaban los desechos, solo el mal olor que dejó el basural.