Las peripecias de un ciclista santiaguino

Por Lucía Adriasola C., El Mercurio.

Pedalear en la capital, entre autos, árboles y micros no es fácil.

Que autos te cierren el paso para que en la otra cuadra no tengan que hacerte el “quite”, que ramas de frondosos árboles azoten tu cara y tener que hacer equilibrio entre una micro y una vereda son solo algunas de las situaciones que un ciclista -como yo en este caso- tiene que vivir para llegar a su destino.

Por lo mismo, cada vez que arribo a un lugar digo que lo hice “sana y salva”. Andar sobre dos ruedas y sin motor en Santiago no es fácil. Por el contrario, una serie de obstáculos se cruzan en el camino y mirar la vereda hoy en día no es opción. “¡Oye tú, ciclista tal por cual, tienes que andar por la calle!”. Eso es lo más suave que te pueden gritar.

Sin embargo, lo que esas personas no saben es que tampoco se puede andar seguro por la calle. Es peligroso, pues en los bordes de las veredas suele haber alcantarillados, los que obviamente no se pueden capear de forma fácil. Por ejemplo, en calles grandes como Bilbao, lo único que queda al toparse con uno es frenar y subirse a la acera.

En esa misma calle, además, entre Luis Thayer Ojeda y Los Leones, hay autos estacionados al costado y uno debe hacer aún más equilibrio para no rozar a un auto andando y al aparcado. Como esas situaciones, podría describir una decena y somos millones los que esperamos que se acaben. Ciclovías bien hechas y por la calzada parecen ser la solución, pero mientras, somos los ciclistas, peatones y conductores quienes debemos respetarnos para hacer de nuestros viajes una experiencia sin mayores novedades.