¿Cómo observar el comportamiento humano en las ciudades?

© Dylan Passmore, vía Flickr.

La mejor forma para que los arquitectos y urbanistas puedan diseñar ciudades habitables, es decir, con espacios públicos pensados en los ciudadanos, es observando el comportamiento humano en las ciudades. Así es como lo plantean el arquitecto danés Jan Gehl y la especialista en espacios urbanos, Birgitte Svarre, en su libro “How to Study Public Life”, en donde rescatan la observación como una práctica que ayuda a entender porqué la gente actúa de cierta manera en determinados lugares, qué tienen estos espacios que hacen que esto sea posible y cuál es la relación de la gente con un determinado lugar, entre otros temas.

Para observar el comportamiento de la gente en las ciudades, los autores hicieron una lista de siete herramientas, las que se pueden conocer a continuación junto a algunos ejemplos del libro.

La idea de recuperar el espacio público para los ciudadanos surge a raíz del cambio de horario de trabajo que se dio en algunos países durante los años ’60 que dejó más días libres, dándole más tiempo a la gente para disfrutar de un parque o de caminar tranquilamente por las calles. Sin embargo, como las ciudades no estaban preparadas para esto, los barrios adquirieron un carácter cada vez más específico, siendo algunos sólo para trabajar y otros con fines comerciales, quedando desconectados entre sí.

Gehl pudo comprobar esto en un estudio que hizo en 1968 en la calle Stroget de Copenhague en donde observó el comportamiento que las personas tenían dependiendo del día de la semana y de la hora. Así obtuvo que durante los días laborales las personas caminaban más rápido en la mañana y en la tarde, mientras que a mediodía lo hacían más lento. En cambio, durante los fines de semana, siempre se movían más despacio.

Asimismo, reconoció en la misma calle que en invierno las personas demoraban en promedio 62 segundos en recorrer 100 metros versus los 85 segundos que les tomaba caminar la misma distancia en verano. Con estos resultados, Gehl destaca que es valioso conocer estos factores porque se pueden aplicar a otras áreas, por ejemplo, que los peatones están dispuestos a caminar para llegar hasta alguna parada del transporte público.

Vía yorokobu.es

Para llegar a resultados como los anteriores, en el libro se proponen siete herramientas: buscar rastros, fotografiar, mantener un diario, mapear, paseos piloto, trackear y trazar.

La primera de ellas, búsqueda de datos, está dada por las “huellas” que deja una o varias personas al pasar por un lugar. En este sentido, los autores creen que hay huellas que entregan información sobre el comportamiento de las personas en un determinado espacio. Por ejemplo, las pisadas en el pasto pueden informar sobre las rutas que las personas eligen al caminar por un parque o si hay mesas de restaurantes en las veredas se refleja la seguridad que se percibe en un espacio.

La fotografía es un medio que la gran mayoría tiene al alcance de la mano, y por lo mismo, en el libro se presenta como un segundo mecanismo que ayudaría a humanizar las ciudades y a simplificar datos sobre las interacciones que se dan en los espacios urbanos. Siguiendo con este rescate visual, se aconsejan los videos time-lapse, porque al igual que las fotos también dan a conocer el ritmo de la vida urbana y las diferencias que en este sentido existen entre las ciudades.

El ejercicio de tomar notas en un diario durante una visita a un espacio público es una tercera práctica que los autores valoran, porque con ella se registran actividades en tiempo real, lo que influiría en el reconocimiento de las opciones que da un lugar para que ocurran ciertas actividades.

Conocer los límites del espacio público que se va a intervenir es necesario para que los datos recogidos sólo se puedan aplicar ahí. Por este motivo, en el libro se recomienda mapear un lugar como un ejercicio para representar la información en un sector en particular.

© Charley Lhasa, vía Flickr.

Aunque la tecnología está jugando un papel importante en el desarrollo de las ciudades, la observación lo es más, porque mientras un observador está en movimiento, es decir, está haciendo un paseo piloto, se puede ver afectado por ciertos problemas que la tecnología no percibe. Un ejemplo de esto es cuando Gehl pudo reconocer en Sidney que los peatones pasaban el 52% del tiempo de un viaje esperando en los semáforos.

Las dos últimas herramientas del libro permiten conocer las rutas de movimiento de los peatones, las que se pueden registrar de dos formas. La primera, llamada trackear, consiste en conocer el movimiento de los ciudadanos en espacios amplios, mientras que la segunda, trazar, se obtiene en espacios acotados.

Con este manual de herramientas, los autores creen que sería posible diseñar ciudades más habitables pensadas en las personas para que no se repita el diseño de algunas ciudades en donde se pierde el espacio entre los edificios y no hay buenas interconexiones entre el espacio para los autos y el de los peatones. Para complementar esto, también elaboraron 12 reglas que se deberían cumplir en las ciudades para que sean más amigables con los ciudadanos:

1. Contar con protecciones contra los accidentes y el tráfico.
2. Promover la vida en la calle para disminuir la violencia en los espacios públicos.
3. Diseñar protecciones contra estímulos desagradables, como malos olores, ruidos, humo y suciedad.
4. Crear espacios bien diseñados que entreguen la opción de caminar.
5. Diseñar espacios con lugares para estar de pie, como apoyos físicos y zonas de descanso.
6. Diseñar infraestructura para sentarse.
7. Espacios que den la posibilidad de observar, es decir, que tengan líneas de visión sin obstáculos y buena iluminación durante la noche.
8. Lugares en donde se pueda hablar y escuchar tranquilamente con buena distancia entre los bancos y con niveles moderados de ruido.
9. Espacios para que personas de distintas edades puedan relajarse y entretenerse.
10. Servicios a pequeña escala, como señales, mapas, papeleras y buzones.
11. Espacios con elementos que ayuden a disfrutar de diferentes climas.
12. Elementos que generen sensaciones positivas, como animales, plantas y flores.