Columna Hacia un Santiago de Calidad Mundial: El Palacio Ariztía y su destino presidencial

Por Miguel Laborde, El Mercurio. (15/02/14)

Guilherme Leite-Ribeiro hizo historia en la vida cultural santiaguina en los años en que estuvo como embajador del Brasil en Chile. Con el Palacio Errázuriz bien iluminado -residencia de la embajada-, el resto del barrio parecía a oscuras. Se sentía como un anfitrión del centro frente a quienes vivían en Santiago Oriente y jamás se asomaban al resto de la ciudad al caer la noche.

No entendía este fenómeno chileno. ¿Para qué tener un casco histórico de aceptable categoría, si no se le daba uso?

Es muy conveniente lo que se ha planteado como nuevo destino del Palacio Ariztía, en Alameda 1642, que se transforme en Casa de los Presidentes y que -si no se cumple con que ahí viva el Primer Mandatario- al menos sea un espacio ceremonial diurno y para recibir visitas ilustres como lo fue el Palacio Cousiño. La dignidad del casco histórico es irreemplazable, tal como lo demuestra la gran mayoría de los gobiernos europeos, al optar siempre, para ese propósito, por lugares con historia.

A fines de los años 30 pareció una buena idea tener una ciudad con poder económico -de la Plaza Italia para arriba- y otra para el poder político -desde esa plaza hacia abajo-; pero si algo dejó a la vista la crisis de 1973, es que a largo plazo no es viable una sociedad que carece de puntos de encuentro y redes transversales.

La distancia genera recelos y resentimientos, no solo entre países, sino también en su interior. Es como en ciertas ciudades de Estados Unidos, donde el centro es un gueto de negros y latinos al que los blancos de los suburbios no se atreven a entrar de noche y apenas, incómodos, en el día. Potenciar el centro, como el barrio de todos, es necesario para el alma común.

El Palacio Ariztía no tenía destino. Luego de ser Club Militar y sede capitalina de la Cámara de Diputados, su propietario -el Ministerio de Bienes Nacionales- se lo ofreció al Tribunal Constitucional el año 2009, se lo traspasó incluso, pero esta institución, al explorar los espacios y costos de instalación, prefirió dar un paso al lado.

Esta mansión es obra del principal arquitecto de comienzos del siglo XX, Alberto Cruz Montt, tan relevante que uno puede hacer un paseo patrimonial visitando solo obras suyas: Palacio Irarrázaval (1905), Íñiguez (de 1908, luego con la Confitería Torres en los bajos), Astoreca (1908)… Esta es de 1917, mismo año en que inicia el Club de la Unión.

Cruz Montt nació en Valparaíso, al igual que Rafael Ariztía Lyon, quien le encargó este palacio. Detalle no menor, porque hay una cultura urbana que es característica del puerto. No es casualidad que sea el mismo creador del Palacio Ariztía de Viña del Mar, y que él haya sido el gestor de la Universidad Católica de Valparaíso, creada gracias a la familia Brown Caces, la de su esposa, y que él haya creado el Instituto de Quillota y administrado el hospital de esa ciudad. Era la cultura cívica porteña.

Si está sano este palacio es porque se invirtió para que durara en el tiempo. Notable es su cerrajería artística, obra de los mismos hermanos Mina que hicieron la del Club de la Unión y las grandiosas cajas del Banco de Chile.

Está cerca del Palacio Errázuriz, el de la Embajada de Brasil. Como para sumar fuerzas y actividades en sus salones y jardines, que iluminen las noches de ese casco histórico que, después de todo, seguirá siendo el barrio de todos.

El caso bogotano en: www.presidencia.gov.co/CasaNarino

Palacio Ariztía

Esta mansión es obra del principal arquitecto de comienzos del siglo XX, Alberto Cruz Montt; tan relevante que uno puede hacer un paseo patrimonial visitando solo obras suyas, como los palacios Irarrázaval, Íñiguez y Astoreca, y el Club de la Unión.