Mercado Persa: El más antiguo de los malls

Por Vanessa Díaz B. Centro de Documentación, El Mercurio. (24/11/13)

Durante décadas fue el panorama indiscutible de los fines de semana para cientos de personas que iban a cachurear. Hoy, sin embargo, el público es escaso y los productos, artículos importados.

Se acerca Navidad y el mall se convierte en el lugar favorito para comprar regalos, pues en un solo sitio se pueden hallar los más variados productos. Pero antes de los centros comerciales, los capitalinos acostumbraban a ir a los denominados “persas”, lugares que por décadas se caracterizaron por ofrecer hasta lo inimaginable. Algunos, como el reconocido Biobío, aún gozan de popularidad, mientras que otros se resisten a morir casi por razones nostálgicas, como el Mercado Persa, en calle Balmaceda.

Este se creó a comienzos de los años 30 como consecuencia de la crisis económica mundial, que en Chile se sumó al desastre que significó la invención del salitre sintético. Esto forzó el traslado de los pampinos a la ciudad para buscar trabajo, que resultó difícil de encontrar. Fue entonces cuando comenzaron a vender sus pertenencias en locales instalados improvisadamente y en el suelo, en la ribera norte del río Mapocho, entre los puentes La Paz y Los Carros.

En marzo de 1933 Zig-Zag graficaba a estos nuevos comerciantes en el relato “La feria de los humildes”. “Nuestro héroe sin autorización de nadie, sin más reglamento que cumplir que el de su estómago y el de sus hijos, se instaló con un pequeño negocio de fierro viejo en estos terrenos que antes ocupara el Luna Park. ‘Hay que probar suerte’, se dijo. Y ahí se quedó”, decía.

Como la cesantía aumentaba, varios imitaron a los nortinos y se instalaron uno al lado del otro. Ante el aumento de compradores, construyeron pequeños quioscos de madera.

En 1948 el entonces alcalde de Santiago, José Santos Salas, señalaba su intención de “higienizar” y de llevar “cierto decoro” al sector de Mapocho para lo cual se inauguraría una serie de locales establecidos, entre ellos el Mercado Persa. Para el edil era fundamental darle una fisonomía semejante a los de Europa, como “El Rastro”, en Madrid: “Se instalarán los que negocian artículos usados, fierros, relojeros, los vendedores de libros usados y los anticuarios. (…) Irán a este lugar los ‘cachureos’, como se dice vulgarmente”, indicaba la autoridad.

Pero al comienzo el cambio no fue lo que los comerciantes esperaban porque en ese sector proliferaban la prostitución y delincuencia.

Aún así, los locatarios no dejaron de vender y su tesón los llevó a consolidar al Mercado Persa. En 1985 el público bordeaba aproximadamente las 10 mil personas a la semana, aunque el peak era los fines de semana y festivos.

Con el pasar de los años, se extendieron en el sector y otras comunas varios “hijos” del Mercado Persa, como la “Feria Internacional Persa” y “Los Galpones de Balmaceda”. No obstante, estos “parientes” perdían la esencia que caracterizaba al típico persa, porque de los “cachureos”, antigüedades y gangas, que eran el motor del negocio, se pasó a la venta de artículos importados. Hoy, el Mercado Persa se mantiene con no más de 40 locatarios que venden, entre otras cosas, bicicletas, vinilos y ropa.