Columna Hacia un Santiago de calidad mundial: “El relato en las ciudades chilenas”

Por Miguel Laborde, El Mercurio. (09/11/13)

La relación entre estadistas y ciudades es íntima desde su origen, pero no ha sido siempre así en Chile: pocos gobernantes se han interesado. En parte, porque tenemos un lado muy pragmático, para bien y para mal.

Es cierto que el Santiago del Centenario, el del Parque Forestal, el Palacio de Bellas Artes y otros hitos, fue superado por la magnitud de las intervenciones de Buenos Aires y Río de Janeiro, pero silenciosamente -y al mismo tiempo- Santiago construyó una red de colectores y alcantarillado superior que salvaría miles de vidas.

No es fácil el equilibrio. Los ciudadanos, al igual que una familia o una empresa, necesitan ingresos y una mínima calidad de vida, pero también visiones que le den sentido a esa existencia. Es lo que logró capitalizar Bill de Blasio para ganar esta semana la alcaldía de Nueva York, destronando a los republicanos. Aunque el anterior, el millonario Michael Bloomberg, lo prometió (“El sueño americano no sobrevivirá si seguimos diciéndoles a los soñadores que se vayan para otra parte”), lo cierto es que sumó áreas verdes y ciclovías, en un ambiente propicio para invertir en torres más altas y mejorar las cifras de empleo, pero subió la curva de la pobreza y el número de los sin casa viviendo en las calles.

Nueva York volvió a creer en sí misma, pero el corazón del logotipo I love NY -creado en la crisis de los 70-, no latió con la fuerza suficiente. Millones de familias inmigrantes, decepcionadas de lo que han logrado tras años de duro trabajo, pasaron la cuenta.

En Santiago llevamos décadas sin una épica. Frei Montalva, que impulsó edificios icónicos (para el cobre, la madera y la energía nuclear como puntales del futuro), que desarrolló enclaves en densidad para la clase media (remodelaciones y villas), y que incluso instó al sector privado a construir un hotel que reflejara al Chile más moderno (el Sheraton), protagonizó la última aventura, pero en medio de una sociedad que se estaba dividiendo. No logró un proyecto país, como la ambiciosa Brasilia en los mismos años 60.

Nos estaba faltando intentarlo de nuevo. Todos queremos mejorar el transporte público, tener autoridades responsables a falta de alcaldes mayores, mantener vivo el patrimonio, controlar la delincuencia, proteger la vida de barrio y crear mecanismos de participación ciudadana. Así lo reconoce la nueva Política Nacional de Desarrollo Urbano, para hacer más sustentables y equitativas nuestras ciudades.

La ciudadanía tiene razón en su extrañeza: si todos queremos lo mismo hace tantos años, ¿por qué no se avanza?

Es imprescindible una política oficial, pero expertos de varias latitudes coinciden en que el éxito depende de una épica, de una autoestima, de un amor a la propia ciudad, de un sentido de pertenencia, para que así surja una mística que se traduzca en acciones a todo nivel. Es crucial que el poder público sea capaz de seducir al privado, llevándolo hacia una estrategia de bien común; o sea, necesita un relato.

La nueva política de desarrollo urbano deja algo en claro: a los ciudadanos les está interesando lo que sucede con su ciudad. Cada día más. Y, de seguir su curso como en el resto del mundo, es un proceso sin vuelta atrás. Las expectativas han aumentado; en número, pero también en densidad.

Proyectos relacionados en: www.minvu.cl

Desarrollo urbano

Es imprescindible una política oficial, pero expertos de varias latitudes coinciden en que el éxito depende de una épica, de un amor a la propia ciudad.