Columna Hacia un Santiago de calidad mundial: Dios en la ciudad

Por Miguel Laborde, El Mercurio.

El Padre Hurtado resultó actor principal del año 1941, cuando Santiago celebró sus cuatro siglos de historia. La capital, orgullosa de sí misma por ese entonces, en su obsesiva carrera hacia la modernidad, inauguraba el Hotel Carrera en el contexto del flamante Barrio Cívico. El sacerdote, hoy santo, recién elegido asesor de la Acción Católica, profundizó su convicción de que la fe debía ser algo visible en las calles de una ciudad.

La Comisión del IV Centenario -de la que fue integrante- se ocupó de publicar una edición conmemorativa jalonada de edificios modernos, públicos y privados. Santiago parecía el mejor símbolo de una ciudad proyectada hacia el futuro.

Varios libros, como “Cuatro siglos de historia”, publicado por Editorial Zig-Zag, y “Estampas del Nuevo Extremo, Antología de Santiago 1541-1941”, de Ricardo Latcham, daban cuenta de que la ciudad también tenía raíces históricas profundas.

El Padre Hurtado fue la novedad. Tras la separación de la Iglesia del Estado, lo religioso -salvo los ruidosos seguidores de Canut de Bon- parecía haber sido desplazado del espacio público. Cuando empezaron a desfilar miles de jóvenes católicos con antorchas hacia la Plaza Bulnes -en pleno Barrio Cívico, el gran monumento laico-, la sorpresa fue mayor. Muchos eran de la Universidad Católica, otros de liceos fiscales con los que se reunía todos los domingos.

¿Estaban en su derecho? Sí, era un espacio público.

El interés del Padre Hurtado tenía su historia. También se estaban conmemorando los 50 años de la Ley de la Comuna Autónoma, impulsada por el líder católico Manuel José Yrarrázaval. Frente al abandono de los campos, que conducía a millones hacia la inhumanidad de las megápolis, este filántropo se había entusiasmado con los cantones suizos que, muy autónomos, se desarrollaban sin perder sus valores culturales; tenían una escala más humana. Inspirado por las encíclicas sociales, fue una figura clave en vivienda social (“Población León XIII”) y educación (la Universidad Católica de Santiago).

Con el avance del siglo, esos compromisos se habían diluido y es por eso que el Padre Hurtado, al observar la realidad social de 1941, ese mismo año escribe su libro más célebre: “¿Es Chile un país católico?”.

Decidido a recuperar el terreno perdido, en 1943 convocará a los estudiantes católicos que colman el Teatro Caupolicán y, al año siguiente -mediante una campaña a través del diario El Mercurio-, funda el Hogar de Cristo.

Como ahora el Papa Francisco, que llama a “los jóvenes a la calle” y a ser protagonistas del cambio, San Alberto Hurtado los convocó a ser ciudadanos, a conocer la ciudad y comprometerse con ella; especialmente los universitarios que, al ver la oscura realidad social, se prepararían con más interés para buscar soluciones a sus problemas. Su llamado a participar era amplio, en agrupaciones vecinales, la Cruz Roja, asociaciones contra el alcoholismo, proyectos de vivienda popular, todo era conveniente. Lo importante era “ser ciudadano”.

El cierre del primer Atrio de Santiago, el pasado domingo, con sus proyecciones históricas en la Plaza de Armas y el coro de las dos mil voces, devolvió el hablar de Dios a la calle. El festival urbano impulsado por la Universidad Católica de Santiago, de tres días de diálogo con creyentes en otras religiones y no creyentes volvió, luego de otra “sequía urbana”, a marcar presencia en el espacio público.

Más sobre el Atrio: www.atriodesantiago.cl

A LA CALLE

Como ahora el Papa Francisco llama a los jóvenes a ser protagonistas del cambio, San Alberto Hurtado los convocó a conocer la ciudad y comprometerse con ella.