La movilidad que no depende del transporte

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de asistir a un curso dictado por Carme Miralles, doctora en urbanismo y experta en temas de Movilidad, transporte y sostenibilidad, vinculada a estos temas. Una de las particularidades de los estudios que ha realizado tiene que ver con la oportunidad de comprender la movilidad como transformador social y urbano, dejando de anteponer la figura los medios de transporte como los objetos de estudio sino más bien entender la movilidad a partir de la suma de los desplazamientos que hacen autónomamente las personas.

¿Cuáles son las claves de la solución al problema del transporte de las ciudades, que no dependen del transporte?

La transformación en las percepciones respecto a cómo tratar el tema de la movilidad en la ciudad, hace pertinente un análisis de los factores que permiten, desde el territorio urbano, responder a los requerimientos de una ciudad con cada vez mayores desplazamientos.

Miralles explica esta transformación como el traspaso de una relación causal hacia una relación dialéctica entre el transporte y el espacio urbano. A lo largo de los años se ha estudiado el fenómeno del transporte en las ciudades desde una perspectiva de la causalidad (causa-efecto), que ha entregado al transporte la determinación de las diversas formas urbanas, incluso funciones creadoras del espacio urbano a partir de la influencia que ejerce el transporte.

Una de estas funciones urbanas que se ven determinadas por este concepto es el uso de suelo. Desde el paradigma de la causalidad y el estudio económico basado en la Ley del mínimo coste, se explica que los consumidores buscan el punto de equilibrio entre los costes de suelo y de transporte, lo que daría sentido a la distribución de las actividades sobre el territorio y a los desplazamientos vinculados a las actividades del trabajo o la productividad. De esta manera, el transporte queda supeditado al ámbito del trabajo, mientras que el territorio se configura como el marco físico en que se desarrolla el transporte. Sin embargo, la deficiencia de esta concepción es que no considera otros factores que influyen fuertemente en las dinámicas urbanas.

La realidad nos muestra que en los territorios urbanos existe una dinámica generada por las relaciones e interacciones de distintas variables que coexisten en la ciudad, ya que es necesario sumar al análisis las dinámicas de consumo y producción, la demanda y oferta de trabajo, las infraestructuras, las condiciones sociales, demográficas y culturales, los tiempos de ocio y recreación, la ubicación de la vivienda, entre otros varios que inciden en las transformaciones espaciales de la ciudad.

Ante esto podemos decir por ejemplo que las mejoras a la movilidad pasan por considerar la localización del equipamiento y los usos de suelo en la ciudad, como componente esencial que incide en las decisiones del trasporte.

Las políticas públicas debieran considerar que las tendencias de localización de las aglomeraciones de usos residenciales, comerciales, educacionales, industriales, oficinas, servicios y usos religiosos son determinantes en la generación de núcleos a lo largo de la ciudad. En la medida que las personas tengan más acceso a estos servicios dispuestos de manera homogénea en el territorio, menor será la necesidad de suplir la necesidad de viajes largos, por lo que la movilidad aumenta en calidad.

La morfología de la ciudad y la manera en que las políticas públicas van generando incentivos para que el crecimiento se desarrolle de manera densa, compacta, extensa o dispersa incide en la manera en que se determinarán las soluciones a favor de una mejor movilidad.

La creación de espacios públicos es una componente que tiene directa relación con la movilidad, ya que en la medida que aumenten en número y calidad, mayor será la cantidad de interacciones posibles. En la medida que tengamos más aceras, más ciclovías, más espacios públicos de recreación y más áreas verdes en la ciudad, el reparto de viajes se diversificará generando nuevas sumas de desplazamientos.

Por último, es necesario volver a vincular a los actores que articulan y dan forma a la ciudad. La concepción de que el transporte es el que determina el espacio urbano, ha provocado un quiebre disciplinar entre los distintos estamentos que pueden intervenir y operar en la ciudad. El problema deriva en que ingenieros, arquitectos, economistas y sociólogos, entre otras disciplinas, optan por intervenir la ciudad de manera aislada, perdiéndose la posibilidad de integrar no sólo los sistemas sino que también los conocimientos teóricos y empíricos respecto a este tema.

La solución al problema de la congestión y de la movilidad en la ciudad no sólo pasa por la adecuación o mejoramiento de los sistemas de transporte público y privado que están circulando en la actualidad en nuestras ciudades, no se soluciona con más autopistas o con más buses de transporte público. Hoy el desafío es dar un salto respecto a cuáles son los verdaderos desafíos de la nueva movilidad, mayor integración de los sistemas, mejores espacios públicos que generen nuevos desplazamientos y espacios de recreación, políticas públicas a favor de la mixtura de usos, la diversificación de la oferta laboral, económica y cultural en la ciudad.