Columna: Tongoy y el nuevo aeropuerto

Por Álvaro Rojas Vio. Máster en planificación con especialidad en diseño urbano. Arquitecto, director de URBASIX

Más allá de su conocida dimensión turística, Tongoy es un pequeño pueblo costero de la Cuarta Región, situado sobre un extenso promontorio de roca en la península Lengua de Vaca, a 46 kilómetros al sur de Coquimbo y La Serena. Se estima que su población es de alrededor de poco menos de 5 mil personas (aunque durante la temporada de verano aumentaría hasta 15 mil), asemejándose en cantidad de habitantes a localidades como el balneario de Dichato, San Pedro de Atacama o la chilota y recóndita Achao.

En los inicios de Chile republicano, Tongoy fue un centro productor de riquezas para el país. Así, desde 1839 exportó minerales, y en 1861 se convirtió en un puerto grande de cobre. En 1894, se creó la Municipalidad de Tongoy, que duró 28 años, hasta que después del gran terremoto y tsunami de Vallenar en 1922, la localidad de Tongoy pasó a manos de la Municipalidad de Ovalle en 1929. Posteriormente, en 1976, fue transferida a la Municipalidad de Coquimbo, la jurisdicción actual de la ciudad.

Las principales actividades realizadas en Tongoy se relacionan, en primer lugar, con los recursos del mar. Tongoy es un pueblo de pescadores. La diversidad de flora y fauna marina su recurso económico más importante. En segundo lugar, la actividad más destacada es el turismo, potenciado por un agradable clima semidesértico. La parte más antigua de la ciudad, ubicada en la península, es la que recibe a los veraneantes, en tradicionales casas de playa para personas con diferentes niveles de ingresos. No obstante, en la parte norte surgieron durante los años noventa exclusivos complejos vacacionales, como Puerto Velero y Las Tacas, que han proporcionado nuevos puntos focales para el desarrollo turístico y un auge inmobiliario sin precedentes.

Sin embargo, la aparente prosperidad de Tongoy no permite visualizar con detalle el declive que viene experimentando desde hace ya treinta años, y que se ha hecho crítico durante el último quinquenio. En este lugar se producían y exportaban a Estados Unidos, Europa, Asia y América del Sur el 70% del total de los ostiones de Chile. Pero digo se exportaban, porque esto ha cambiado radicalmente y la actividad se ha visto muy dañada. Del mismo modo, aún falta mucho por potenciar en lo turístico, en particular, el borde costero como atractivo en sí, que por años ha permanecido en el olvido. Asimismo, se requiere mucho desarrollo urbano: pavimentación de calles, diseño de nuevas vías que mejoren la conectividad, ornato de paseos y costaneras, construcción de nuevos centros sociales y educacionales. Todo ello debe ir acompañado de un elemento que también se necesita muchísimo y que ha estado en deuda por décadas: la participación de la comunidad tongoyina en las decisiones sobre su propia ciudad.

El panorama se ensombrece todavía más cuando se considera que está planificada para 2016 la licitación para un aeropuerto internacional, con una inversión de US$50 millones… Nada menos que en la apacible Tongoy. El proyecto inicial, gestado durante el gobierno de Michelle Bachelet, contemplaba la construcción de una pista de 2.440 metros de largo, además de un edificio terminal de pasajeros de 4.200 metros cuadrados, con dos niveles, uno de ellos con restoranes. La iniciativa fue pospuesta por el presidente Sebastián Piñera por falta de financiamiento, pero debido a los recientes incidentes en aviones comerciales en el aeropuerto de La Florida de La Serena, ha recobrado fuerza.

¿Un aeropuerto internacional es lo que Tongoy realmente necesita? Los gobiernos en Chile tienen un amplio uso de metodologías para estimar costos y beneficios de programas sociales, pero al momento de hacer los cálculos para proyectos de infraestructura suceden incoherencias en cuanto a los verdaderos beneficiados. Si hablamos de desarrollo, debemos pensar en uno integral, con participación de sus habitantes, estableciendo objetivos estratégicos basados en necesidades reales y en una evolución sustentable de largo plazo.

El objetivo general de la región de Coquimbo es “mejorar la productividad y la modernización de las instituciones del gobierno para que todos puedan percibe los beneficios del desarrollo y aumentar mayores niveles de satisfacción. Se desea que el desarrollo integral de las personas que son el centro y el fin de las acciones. Mejor integración, más igualdad, más progreso y más eficiencia para construir una región compartida por todos”. Si esta declaración de principios se hace efectiva, el gobierno regional debe ponderar qué tan alineado estaría un aeropuerto internacional con las necesidades de Tongoy y con las expectativas de sus habitantes, para incrementar la satisfacción y el bienestar en general de la ciudad.

Es cierto que los aeropuertos son generadores de prosperidad económica con un efecto catalizador. Como cuestión de hecho, las funciones más importantes son tres, como señala Airports Council International Europe. Primero, los beneficios de localización para que las empresas crezcan y aumenten la eficiencia y la productividad. En segundo lugar, la generación de ingresos por empleo y el turismo. En Europa, los aeropuertos ofrecen 1.000 empleos directos por cada millón de pasajeros. Aunque los niveles de empleo varían de un contexto a otro, como expone John Whitelegg. Finalmente, los aeropuertos de hoy actúan como polos de crecimiento, es decir, son verdaderas ciudades “aviápolis”, con toda una gama de actividades económicas.

No obstante, como remarca la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), los efectos ambientales de un aeropuerto internacional no son menores tampoco y proporcionan desequilibrios, tales como la generación de ruido, la congestión de los aeropuertos, los impactos en las comunidades locales y la contaminación del aire, que contribuye al cambio climático.

Hacia un proceso participativo

El proceso de participación fue y ha sido el eslabón perdido en el régimen de promoción del aeropuerto y de otras iniciativas de infraestructura que están en carpeta. Inicialmente, los habitantes de Tongoy no fueron informados del proyecto ni se les solicitó participar en la generación de alternativas. Afortunadamente, se ha puesto en marcha el “Plan Tongoy”, mediante el cual se han podido canalizar las demandas, esperanzas y sueños de los habitantes de la península. Del mismo modo, lo esperable es que, respecto del aeropuerto, se aplique un método participativo para evaluar la coherencia de esta iniciativa y de los anhelos de la comunidad.

Algunos aspectos importantes a considerar en la planificación futura de un aeropuerto u otras infraestructuras locales de impacto global serán:

1. ¿Quién se beneficia del proyecto de infraestructura? En el caso de Tongoy los principales beneficiarios son los centros turísticos y las compañías extractivas de productos del mar.

2. El impacto ambiental de este tipo de proyectos deben ser explícito con la comunidad y las instituciones deben ofrecer las alternativas de mitigación correspondientes, a través de un consenso de programa establecido.

3. La integración de las metodologías para la evaluación es una tarea institucional importante, que no significa duplicar actividades, pero sí apuntar a la calidad de los proyectos y los resultados futuros.

4. La región de Coquimbo ya cuenta con un aeropuerto internacional y su ubicación está cerca de la principal población de la región. Pese a que recientemente ha presentado problemas de seguridad, conviene preguntarse, ¿por qué aumentar los costos de transporte para los serenenses y coquimbanos?

5. El enfoque en la atracción masiva de turistas europeos sigue siendo un objetivo lejano y tal vez hoy un poco irreal para la Cuarta Región. Se debería prestar más atención a los turistas regionales mediante la mejora de la infraestructura y la calidad de los servicios en Tongoy.

6. Mecanismos de “quien contamina, paga” y otros tipos de impuestos para los impactos ambientales y la especulación con la tierra serían positivos en el caso de la construcción del aeropuerto.

Gran parte del camino hacia un proceso participativo para obras de infraestructura en Tongoy tiene que ver con el aumento de la autonomía en la toma de decisiones. No tiene mucho sentido que el municipio de Coquimbo, 46 kilómetros más al norte, sea quien zanje lo referente a un aeropuerto que influirá directamente en el destino de Tongoy. Además, las presiones y cambios que están ocurriendo en la localidad no están asegurando un crecimiento estable y planificado de su territorio.

Convendría, por tanto, volver a crear la Municipalidad de Tongoy, con el fin de orientar su futuro desarrollo, escuchar con oído más cercano a su gente y hacer un uso más eficiente e integral de sus recursos. Parte importante de las acciones ciudadanas que han gestado el “Plan Tongoy” consideran que la localidad vuelva a ser comuna. Será algo interesante y relevante de observar y analizar el resultado de este impulso por recuperar el municipio, casi cien años después.