Las reparadoras de la catedral

Cinco fieles trabajaron para borrar los rayados en la iglesia capitalina, que hoy será reabierta, tras ser atacada por manifestantes.

Por Oriana Fernández, La Tercera

Lugar que limpiábamos, rezábamos para que quedara bien”, decía ayer María Helena Troncoso, una de las cinco voluntarias que eliminó los rayados en muros y mobiliario de la Catedral de Santiago, tras el ataque sufrido por manifestantes que ingresaron al recinto el 25 de julio, luego de una marcha en favor del aborto.

El templo será reabierto hoy al público. A las 12.30 está programada la celebración de una misa de desagravio, encabezada por el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, quien se encontraba en el recinto cuando éste fue atacado. Tras esto, la cabeza de la Iglesia de Santiago sostuvo que hubo falta de inteligencia de las autoridades en el manejo de la situación, lo que fue rechazado por el ministro del Interior, Andrés Chadwick. A esta controversia se sumó el anuncio de querellas (de la Intendencia y el Arzobispado) contra los responsables y que ayer el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) rechazara “los hechos violentos de que fuera objeto la Catedral de Santiago y llamamos a la ciudadanía, que por distintos motivos se moviliza, a ejercer este derecho de manera pacífica”.

Carmen Pizarro, licenciada en Artes con mención en conservación en la U. Católica y jefa del grupo, contó que, al interior del templo, se detectaron unos 40 rayados distintos, repartidos entre el altar y los muros (con paneles de madera policromados), de piedra y mármol. Además, algunas bancas y un confesionario resultaron dañados.

Afirmó que, después de enterarse de lo que había sucedido, se coordinó con las demás voluntarias para acudir al día siguiente a realizar un diagnóstico de los daños. Pizarro forma parte de un grupo de voluntarias que lleva dos décadas realizando labores de conservación de la catedral, cuya construcción se inició en 1748. Relató que para recuperar las zonas afectadas “se realizaron, primero, pruebas de solventes en las paredes. Se escribió con gran variedad de productos sobre las más diversas superficies”.

María Helena Troncoso, secretaria ejecutiva de la Comisión Nacional de Bienes Culturales de la Iglesia, añadió que, junto con sus compañeras ha sido parte de este proceso durante largas jornadas, para entregar el templo hoy. “Hace 19 años estamos voluntariamente aportando con nuestra profesión. Somos católicas, de diversos barrios, pero las circunstancias nos llevaron a esto. Ojalá todas las catedrales tuvieran a personas en esta tarea. Esto lo hacemos por amor a nuestra fe y a nuestros nietos, porque tenemos que dejarles un país precioso”.

La restauradora (que laboró junto con Patricia Monteguy, Paz Tejada y Cecilia Moreno) sostuvo que uno de los trabajos más difíciles fue sacar la pintura de uno de los altares, construido alrededor de 1820: “Lo primero fue fotografiar lo que estaba escrito. Partimos por donde había mayores ofensas. Había frases muy agresivas sobre la pintura. Se fue probando con distintos solventes y mezclas, hasta que salió”.