El ocaso de los viveros en la zona urbana de Santiago

Los golpea el alto costo de mantención de sus predios y las ofertas de las inmobiliarias.

Por Pamela Gutiérrez, El Mercurio

En el recuerdo de infancia de mucha gente de más de 35 años, es muy posible que esté la imagen de cuando el papá o el abuelo fue con ellos al vivero, que quedaba cerca de su barrio, para comprar un limonero o un naranjo para el patio de la casa. Los niños de entonces se asombraban de ver un gran terreno salpicado de colores por las plantas y flores.

El diseñador paisajista de la Municipalidad de Ñuñoa, Pedro Hernández, ha constatado en sus 30 años de ejercicio de su profesión cómo se han ido terminando los viveros en la ciudad: “Desgraciadamente, las inmobiliarias les han hecho a los propietarios unas ofertas espantosamente estratosféricas por los terrenos. Les han ofrecido hasta 40 UF por el metro cuadrado”.

Hernández dice que en Peñalolén, sector Antupirén, todavía quedan varios. Algunos podrían desaparecer, pero otros -sobre todo los ubicados en una quebrada- podrían sobrevivir, ya que no se permite construcción.

El Jardín Español es uno de los pocos que aún está en pleno sector urbano, en avenida Suecia, con unos 1.800 metros cuadrados. El negocio partió con el marido de Fresia Palma López, hace 35 años. “En esa época había viveros en Manuel Montt, Antonio Varas, en Suecia con Bilbao”, dice al recordar los jardines ya desaparecidos.

Explica que estos grandes paños pagan contribuciones muy altas, lo que hace difícil su mantención. Además, los dueños van envejeciendo.

El vivero que tiene sus días contados es el San Enrique, ubicado en Vicente Valdés, en La Florida. Sus dueños tienen planeado mudarse a Hijuelas, porque el terreno albergará, en el futuro, un templo católico.