Coches ferroviarios reviven como salas de arte, dormitorios y hasta velatorios

Aficionados relatan el arte de rescatar desde los cementerios ferroviarios algunos centenarios vagones para remodelarlos y rehabilitarlos con fines muy distintos a los del transporte.

Por Francisco J. Fuentes, El Mercurio

Basta con agudizar la vista y aparecen donde uno menos lo espera. Los hay convertidos en bibliotecas, salas de clases, restaurantes, salas de arte, dormitorios y hasta velatorios.

Pese a que no existe un registro exacto, en la ciudad de Santiago hay al menos una cincuentena de vagones que tras culminar su vida útil fueron restaurados, redecorados y ubicados en algún punto para comenzar una nueva vida.

Una pizzería en el mall La Dehesa, una sede estudiantil en el colegio San Ignacio de El Bosque, una sala de arte en una escuela artística de La Florida, una sede social y varias viviendas o dormitorios al interior de la Comunidad Ecológica de Peñalolén son solo algunas de las utilidades prácticas que se les ha encontrado a estas máquinas construidas a fines del siglo XIX y que hoy reviven gracias a la inventiva de fanáticos ferroviarios.

El coche del colegio San Ignacio tiene su propia historia: según el libro Memorias de Medio Siglo, del docente Rolando Vásquez, el coche -fabricado en 1931- que hoy es utilizado como sala de reuniones de los alumnos, fue trasladado de noche desde la estación Yungay. Se encuentra en el colegio hace 30 años.

Para Ian Thomson, economista en transportes y fundador de la Asociación Chilena de Conservación del Patrimonio Ferroviario de Chile, “en el país hubo una flota de 600 locomotoras a vapor y un número mayor de coches, los que poco a poco se fueron perdiendo debido al mismo proceso de renovación de los servicios”.

Cuenta que “durante el siglo pasado, al terminar su vida útil este material era llevado a San Bernardo para su desarme, luego se vendía como chatarra, pero hace un tiempo las personas comenzaron a ver la oportunidad de rescatar estos equipos para otros usos”.

Según la Empresa de Ferrocarriles del Estado, en la actualidad hay alrededor de 150 aparatos dados de baja, entre locomotoras y coches, que han sido traspasados a municipios y organizaciones sin fines de lucro para beneficio de la comunidad.

También los hay en San Rosendo y Carahue, donde los coches están exhibidos e incluso uno de ellos opera como sala de un jardín infantil.

Pero uno de los casos más singulares de la restauración ferroviaria se da en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, donde Alejandro Garrós, fundador del predio y amante de los trenes, creó en 1993 el Expreso Imaginario: un coche fabricado en Pensilvania en 1899 con licencia alemana y que hoy opera como sede social de la reserva.

Si bien la Comunidad Ecológica tiene en su interior alrededor de ocho coches que funcionan como dormitorios, salas de estar, observatorios y hasta casas de muñecas, el Expreso Imaginario resalta porque durante años ha sido el emblema del sector y porque está montado sobre durmientes reales.

Multiuso

Restaurante en mall: En el mall La Dehesa resalta el convoy que opera como restaurante. Pese a que los expertos reniegan del estilo utilizado en su restauración, aún se puede advertir que es un coche alemán Linke-Hoffman, de 1923.

Expreso del recuerdo: Al menos un centenar de fieles seguidores se organizan en las redes sociales para preparar el esperado Expreso del Recuerdo, que dejó de operar en 1923, pero que hoy vuelve a unir Santiago y San Antonio.

Oficinas en Arica: Un clásico ejemplo de la reutilización de trenes por parte de la empresa privada lo conforman los dos ex automotores a vapor del desaparecido Ferrocarril Salitrero, que hoy operan como oficinas de una industria en el acceso a Arica.