El viaje sin retorno del ferrocarril de Santiago a Valparaíso

Por Vanessa Díaz B. Centro de Documentación, El Mercurio. (19/05/2013)

Fue el medio de transporte favorito por décadas, pero el bajo costo de los pasajes y menor tiempo de viaje que ofrecían los buses fueron una de las causas que propiciaron su cierre.

Valparaíso es uno de los lugares favoritos de los santiaguinos ante un fin de semana largo como el actual. Un trayecto que hoy se hace en auto o bus, vehículos que han dejado en el recuerdo a la alternativa que existía hace algunas décadas: el tren. Inaugurado oficialmente en 1863, tras una serie de inconvenientes, fue por largos años, la principal forma de ir al puerto.

El primer hito del fin de su reinado fue la apertura del túnel Lo Prado (1968), que permitió a los buses hacer el trayecto en la mitad del tiempo que tardaba el ferrocarril. Pese a esto y a la fuerte competencia, el servicio continuó adelante.

Hasta el 17 de febrero de 1986.

Ese día, se produjo uno de los accidentes ferroviarios más dramáticos de nuestra historia: una colisión frontal entre convoyes entre las estaciones de Peñablanca y Limache, dejó 58 pasajeros fallecidos y 135 lesionados.

Un comunicado de Ferrocarriles del Estado indicaba las posibles causas: “El sector donde se originó el lamentable hecho corresponde a un tramo de doble vía, pero a consecuencia de un atentado terrorista anterior en el puente Queronque, solo estaba funcionando una de ellas, lo que obliga a movilizaciones de emergencia”.

El servicio quedó suspendido, realizándose viajes solo hasta Limache. Así, en las antiguas estaciones de Quillota, Calera, Llayllay y Santiago no se recibían ni dejaban pasajeros.

La Dirección General de Ferrocarriles explicaba que la suspensión se debía a que solo siete de los veinte automotores eléctricos para el servicio de la V Región estaban en funcionamiento.

Para quienes pensaban que sería algo momentáneo, el cierre de la Estación Mapocho -un año después de la tragedia- encendió las alarmas. Una serie de reclamos se manifestaban a través de las cartas de los ciudadanos a “El Mercurio”; argumentaban que no se podía dejar como única alternativa de conexión entre Santiago y Valparaíso la carretera, ya que los costos eran mucho mayores.

Paralelamente comienza a incubarse la idea de contar con un “tren rápido” hacia el puerto, para el cual existían tres proyectos (“La Dormida”, “Lipangue” e “Ibacache”), que se desecharon por sus altos costos.

El último aliento para los amantes del tren fue el 3 de enero de 1992, cuando se restableció el servicio de pasajeros entre la capital y Valparaíso. La medida contemplaba una salida diaria desde la Estación Alameda, las que aumentaban los fines de semana. El entonces gerente del Metro Regional de Valparaíso (Merval), Norman Parterrieu, decía que “de los resultados que se obtengan van a depender los futuros proyectos ferroviarios entre Santiago y Valparaíso, los que serán sometidos a estudios de evaluación para el corto, mediano y largo plazo”.

Sin embargo, los pasajeros ya se habían cambiado definitivamente a los buses. El 8 de marzo de ese mismo año, el servicio se suspendería, sellando así la suerte de esta opción de transporte.