Nuevo aeropuerto se estrena en 2019 con el doble de estacionamientos

Terminal aéreo podrá recibir hasta 29 millones de pasajeros anuales.

Por Patricio Cofré, La Tercera

Las imágenes del Aeropuerto de Santiago colapsado a principios de febrero pasado pusieron de relieve la urgencia de ampliarlo. Por eso, el Ministerio de Obras Públicas (MOP) no sólo recordó que en mayo comenzarán las obras para ampliar la actual terminal, sino que ayer detalló el cronograma para convertir a Arturo Merino Benítez en un aeropuerto capaz de recibir 29 millones de pasajeros al año en vez de los nueve millones que acoge hoy.

El objetivo del MOP es que en 2019 la capital cuente con una segunda terminal destinada al arribo y salida de vuelos internacionales.

Para eso, ayer se inició el proceso de precalificación de empresas nacionales y extranjeras que participarán en la licitación. Esto quiere decir, que se empezarán a recibir los antecedentes de las compañías interesadas en hacer las nuevas obras, que incluyen un edificio de 175.000 m2 con 33 nuevos puentes de embarque, 74 counters, 56 casetas de emigración y 66 de inmigración, 25 módulos de autochequeo, siete cintas de transporte de equipaje, 4.100 estacionamientos repartidos en dos estructuras de tres niveles y un parque elevado que conectará la nueva terminal internacional con la nacional (ver infografía).

Durante el segundo semestre se abrirá la licitación definitiva y en 2014 se conocerá al ganador encargado de construir y operar el nuevo aeropuerto. Según indican en el MOP, las obras se iniciarán en 2015, para que el nuevo edificio esté funcionando en 2019. Frente a escenarios de crecimientos sorpresivos del tráfico aéreo, la ministra de Obras Públicas, Loreto Silva, explicó que “se podrá modificar el contrato o exigir ampliaciones bajo medidas que quedarán expresamente establecidas”.

Parque y tiendas

La ampliación tendrá un costo de US$ 720 millones. Al interior no sólo será notorio el aumento de counters, sino también lo decorativo. Los cuatro nuevos espigones (puentes de embarque) serán temáticos, es decir, contarán con diseños referidos a las distintas zonas geográficas del país.

Asimismo, entre los dos terminales (internacional y nacional) se levantará una plaza central con 10.000 m2 de áreas verdes, la que contempla espejos de agua. A los costados de ésta -y arriba de los edificios de estacionamientos- se construirán dos bulevares con tiendas y restaurantes.

“Con esto Santiago será el primer aeropuerto de Sudamérica que se sumará a la tendencia europea, asiática y norteamericana, de incluir espacios de entretención o de comercio para los pasajeros que deben pasar varias horas allí”, asegura Pablo Allard, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo.

Ahorro de energía

La nueva terminal internacional será sustentable, es decir, ahorrará hasta un 35% en el consumo energético. Entre otros, minimizará el uso de materiales considerados dañinos para el medioambiente y se recuperará el calor generado por equipos de computación para reinvertirlo en los sistema de calefacción.

Además, tendrá una manera de enfriarse que funciona gracias a efectos físicos y que evitan el gasto de combustible.

En el exterior del edificio, en tanto, se instalará un gran alero que protegerá al vidrio de la llegada directa de la luz solar durante los meses de verano.

En el futuro se contempla también la incorporación de paneles fotovoltaicos.

Terminales sustentables

El nuevo edificio del Aeropuerto de Santiago se acogerá a estándares europeos respecto del diseño sustentable. En aspectos como el uso de biocombustibles, climatización y manejo de aguas grises se asemejará al recién estrenado aeropuerto de Galápagos, en Ecuador. Este es el primer aeropuerto ecológico del mundo, que usa paneles solares y ahorra un 30% de agua gracias al aprovechamiento de las lluvias.

El de Estocolmo (Suecia), en tanto, no se queda atrás: desde 2010 los aviones planean para aterrizar con el fin de reducir las emisiones.

Para Barajas, Madrid, la preocupación fue reducir la huella de carbono. El año pasado logró reducir 2.200 toneladas de CO2, gracias que las cintas de equipaje sólo funcionan cuando llegan maletas y no constantemente, a la instalación de luces Led y a la construcción de tragaluces.