Áreas verdes urbanas amenazadas: ¿somos conejos o semillas?

Por Carolina Katz. Arquitecto UC, Master en Ingeniería Urbana, ENPC, París.

A veces me pregunto si es verdad que todos queremos más áreas verdes para la ciudad, pues hoy con la construcción del conjunto de restaurantes y entretenimientos que incluye Kidzania en el Parque Araucano, nuevamente nos vemos enfrentados a la sustitución de áreas de parque por edificios. No es un fenómeno nuevo, sólo por nombrar un ejemplo, hace años que somos testigos de la ocupación excesiva del borde del río Mapocho en Vitacura con una serie de edificios (conjunto Borde Río, gimnasio Balthus, Casa de Piedra, etc.) que vía concesión han minimizado la superficie verde de esparcimiento y paseo que la ribera permitía. Esta ocupación indiscriminada hace que hoy, apenas se pueda circular por la mezquina senda, en algunos lugares de poco más de un metro de ancho, que los diferentes usuarios deben compartir para caminar, trotar o andar en bicicleta. Es decir, la función de área verde ha quedado relegada a la mínima expresión para favorecer las construcciones concesionadas y sus necesidades.

Me preocupa que muchas de estas intervenciones aparezcan de un día para otro en los parques y paseos de todos sin mediar consulta alguna a los usuarios y con la aprobación de las autoridades a cargo. Todos sabemos que necesitamos más metros cuadrados de áreas verdes y en ningún caso menos. No es por lo tanto posible que estas intervenciones menoscaben nuestros escasos espacios verdes sin la defensa de nuestras autoridades o que éstas justifiquen este tipo de intervenciones con la necesidad de mantenerlas financieramente.

Es el sector público regulador quien debe velar por los intereses de todos los ciudadanos, asegurando que haya, entre otras necesidades, áreas verdes para todos. Por lo tanto, es imperioso revisar cómo la norma regula las construcciones en los parques, desde los puntos de vista de la cantidad, de la proporción verde-gris en superficie y subsuelo pero también en su calidad y carácter para mantener la función de área verde por sobre los otros usos. No olvidemos que cada metro cuadrado de vegetación es valiosísimo, permite el contacto con la naturaleza, la preservación ecológica, la permeabilidad para las aguas lluvias tan escasa en la ciudad, la descontaminacióny la salud de la población, entre otros beneficios.

Entonces, cómo es posible que se permita esta destrucción del verde, significa que hay entre nosotros verdaderos “conejos urbanos”, actores urbanos que al igual que sus pares del reino animal, se comen lo que otros plantan. Este fenómeno es tan o más grave que la falta de áreas verdes o la escasez de recursos para plantarlas o mantenerlas, es destrucción encubierta que sólo busca sacar rentabilidad al suelo verde de todos para construir edificios de carácter y provecho privado. De hecho, esta ocupación se produce sobretodo en zonas urbanas con escasez de sitios eriazos y/ o con precios de suelo muy altos, porque las áreas verdes aparecen como una oportunidad para construir lo que fuera de éstos ya no cabe. Así nuestros “conejos urbanos” nos engañan con slogans de progreso y entretención necesaria para los parques o con argumentos de recaudar fondos para la mantención de las superficies verdes pero al igual que un conejo, bajo una apariencia amigable, ellos se comen nuestro verde.

A mí ninguna de estas explicaciones anteriores me parece ni convincente ni suficiente. No nos engañemos para animar y mantener un parque no necesitamos llenarlo de construcciones, por ejemplo en Bryant Park en Nueva York, se realizan periódicamente eventos temporales que además de hacerlo atractivo pagan su mantención. Otro modo de obtener fondos es como se hace en parte en Central Park, donde se instalan placas en los bancos con los nombres de los que ayudan a financiar la mantención del parque, un recurso claramente no invasivo.

Fotografía durante la construcción de Vida Parque en el Parque Araucano

No hay que olvidar que toda actividad y construcción que se realice en las áreas verdes debe cuidar ante todo su carácter de tal, sino para que sirve buscar mantenerla financieramente, si hemos perdido el sentido para el que fueron creadas. Antes que nada, debemos pensar qué es un parque y qué actividades se realizan en él que en otras partes no pueden llevarse a cabo y, en ese mismo sentido preguntarnos con qué y cómo lo dotamos.

En esta línea, obviamente hay una proporción entre área verde y edificado que hacen que el parque siga siendo parque y no conjunto de edificios.Por lo tanto, hay que saber medir la cantidad y la envergadura de lo edificado versus lo verde. Para ejemplificar, si un parque tiene algunos quioscos para comer es bueno porque es agradable poder almorzar en él, pero si tiene restaurantes por todas partes es un food court y no un parque. Así mismo, no por buscar que un área verde sea entretenida la vamos a llenar de construcciones con diferentes programas y transformarlo en el centro de entretenciones de un mall.

El valor y el carácter del parque están en lo abierto, en el aire libre, en lo verde, esta calidad es la escasa hoy en día. Todos somos testigos de la urbanización de las sociedades con una clara impermeabilización y cementación de las áreas urbanas, el valor que adquiere entonces el vacío en las zonas más densas de la ciudad, es enorme. En estas áreas urbanas, el vacío vale más que el lleno, y no sólo eso, el lleno vale por estar cercano al vacío. Por lo tanto, llenar nuestros parques de construcciones no sólo atenta contra el verde y el esparcimiento al aire libre que sólo éste permite, sino también atenta contra el valor de sus bordes y de la ciudad.

Es por esto, que muy por el contrario, en varias ciudades del mundo, hoy el desafío está en aumentar al máximo las superficies verdes, buscando todos aquellos lugares que pueden servir como tal. Los modos de generar verde buscan oportunidades a lo largo de toda la ciudad porque cada metro cuadrado vale. Espacios muy atractivos son, por ejemplo, los bordes de las infraestructuras como canales y carreteras que sirven como circuitos verdes y corredores ecológicos para la flora y fauna, aprovechando su condición y escala que atraviesa la ciudad. Otro gran ejemplo son los techos verdes que claramente aumentan las superficies plantadas. En Nueva York aumentan día a día los jardines y huertas urbanas en las azoteas de los edificios públicos y privados que además de generar verde, promueven la participación de la ciudadanía en el cuidado de un patrimonio verde que beneficia directa o indirectamente a todos. Por otra parte, en París, el gobierno de la ciudad está llevando a cabo un estudio sobre el potencial verde de los techos terrazas con el objetivo de mejorar la calidad medio ambiental de la capital. Se ha calculado que de aquí al 2020, las superficies verdes podrían aumentar en siete hectáreas gracias a un plan de plantación de los techos.

Por lo tanto, todos estos terrenos oportunidades, públicosy privados, se vuelven un campo de investigación y trabajo muy relevante y desafiante, en busca de un proyecto integrado e interdisciplinario de redes verdes en la ciudad aumentando con ello la calidad de vida urbana de todos sus habitantes. El llamado está entonces, a dejar de ser conejo de nuestro propio verde, por el contrario ojalá seamos “semilla” para esparcir el verde por todas partes.