Luis Alonso: “En Santiago hay una drogodependencia con los autos que me impacta”

por Loreto Aravena, La Tercera

El catalán Luis Alonso, arquitecto del segundo rascacielos más alto de Latinoamérica, abre oficina en Chile.

En 2005, la Seat le pidió un edificio para su presidencia en las afueras de Barcelona. Entonces, Luis Alonso -de Alonso, Balaguer y Arquitectos Asociados- les presentó un plano sencillo. “Si mi cliente sólo quería un edificio de oficinas, ¿qué importaba dibujar dónde irían las escaleras, los baños y los ascensores?”, reflexionó este arquitecto catalán, cuya oficina tiene 700 proyectos andando en el mundo.

Así, se concentró en el núcleo central del edificio y sacó todo lo demás afuera. Era su golpe a la cátedra: estaba diciéndoles a sus clientes que, a futuro, la compañía podría crecer, que podrían botar y agregar paneles sin que nadie lo notara. Con ese mismo discurso, el arquitecto llegó a Bogotá en 2010, cuando se sentó a la mesa con los promotores inmobiliarios que lo llamaron a construir un complejo de viviendas y comercios sobre el céntrico hotel Bacatá. La torre que allí construiría, les dijo, no sólo sería un rascacielos de 240 metros -y el segundo más alto de Latinoamérica después de la Torre Costanera, de Santiago- sino que, un edificio tan “sustentable” como el de la Seat. Sustentable, no porque tuviera paneles o muros verdes, sino porque podría ser capaz de mantenerse viva por mucho tiempo.

La Torre Bacatá lleva hoy seis meses en construcción y su autor la controla desde Santiago, donde decidió instalar su quinto despacho hace un mes, por varias razones. Primero, porque en diciembre del año pasado se lo pidió la familia Lería, la misma que le encargó proyectar el Balthus en 1999 y que ahora vuelve a abrir spas en la zona oriente de la capital. Segundo, porque en Barcelona, donde está el “cuartel central” de su firma, ya no podía seguir expandiendo sus ideas debido a la crisis. Y tercero, porque sabía que acá estaría bien, viviendo en un buen sector junto a su mujer y su hija, y con un despacho montado en uno de los mejores barrios de la ciudad, Jardín del Este, donde actualmente trabaja en edificios de oficina encomendados por la inmobiliaria Patio.

“La gente me decía que era el país que menos recorrido tenía, pero yo insistí en que acá había más receptividad de ideas. Acá se valora el know how”, dice. Por eso, no oculta sus ansias de transmitirles a las autoridades y a los privados locales la necesidad de sacarle más partido al subsuelo, de construir ahí, por la alta densidad de Santiago. O de hacerles ver que las futuras construcciones deben ser flexibles y “promiscuas”, como él les llama a los proyectos que agrupan edificios con distintos usos “para que estén abiertos la mayor parte del tiempo y estén vivos”. Y una de sus convicciones máximas: la necesidad de que el sector público y el privado trabajen juntos. “Uno dona el terreno y el otro construye sus negocios encima. A cambio, el privado le da un edificio público”.

Alonso se denomina un donante de ideas. “Soy corredor de maratones y una vez al año doy sangre de la misma manera en que aporto con ideas”, dice el autor de la polémica transformación de la ex plaza de toros Las Arenas de Barcelona en un mall.

Al sillón del siquiatra

Con un mes en Santiago, se logró hacer una pequeña radiografía, especialmente de “Sanhattan”. Todos los días camina desde su casa ubicada en El Golf hasta su despacho, cerca del Parque Bicentenario. En los 31 minutos que tarda, dice que no se topa con más de tres o cuatro personas en el trayecto.

“Acá hay una drogodependencia con el vehículo que me impacta. Me alucinan los tacos. No es normal que la gente no camine en una ciudad y que ésta tampoco esté hecha para eso. La avenida Vitacura, por ejemplo, yo la tengo que cruzar corriendo, porque tampoco hay pasos de peatones”, afirma.

Otro de los detalles que Alonso ha visto en sus caminatas es la poca versatilidad de los edificios. Es un convencido de que no se pueden seguir levantando construcciones que sirvan para un solo uso, pues deben estar el máximo de horas abiertos. “No sirve de nada construir un polideportivo, si se ocupa tres veces a la semana. Si eso se acompaña con un centro comercial está garantizando el uso constante del lugar. Este centro, a su vez, es compatible con vivienda social y ésta con centros de asistencia primaria”, asegura sobre formas de construir que ya tiene probadas en varios rincones de Barcelona y hasta en Kazajistán, donde el presidente le encargó un pabellón deportivo, pero él terminó desplegando ahí un hotel, un museo, un balneario (spa), cines y un centro comercial.

Sin ir más lejos cuando le encargaron el mall de Las Arenas de Barcelona -para lo cual se asoció con el prestigioso arquitecto británico Richard Rogers- él propuso añadir un museo del rock en su interior. Así, demostró que el mejor trabajo que puede hacer un arquitecto es ser un buen ciudadano.