Abrirán centro comercial en terreno de ex “casa embrujada” de Ñuñoa
Ubicada en Av. Grecia esquina San Eugenio, se hizo conocida por versiones de vecinos sobre supuestos hechos paranormales.
por La Tercera
Era imposible no verla. Quien viniera subiendo por Av. Matta rumbo al oriente se encontraba de frente con esta casona de tres pisos, coronada por una cúpula. Estaba justo en una punta de diamante formada por Av. Grecia, San Eugenio y Matta Oriente, y llamaba la atención no sólo por su estado de abandono, sino por su particular arquitectura.
Nadie vivía ahí desde 1997. Su última moradora, Elvira Suárez Mujica, había fallecido ese año y no hubo parientes interesados en habitarla. Era muy cara de mantener o reparar.
La casa era llamativa y en torno a ella se tejían varias leyendas urbanas. Los vecinos decían que en su interior sucedían cosas extrañas: que a mitad de la noche se encendían faroles y que se escuchaban ruidos. Algunos decían que eran “espíritus de la familia” y otros, simplemente, que se trataba de okupas circunstanciales.
En julio de 2005 se vendió y al poco tiempo se quemó. Entonces, no quedó otra que demoler lo que había quedado de la estructura y, también, rebajar los $ 300 millones que originalmente costaba el terreno. Sólo en 2011 esta esquina comenzó a tomar forma. Desde entonces se ve un moderno edificio en permanente construcción.
No se trata de un centro médico, como se publicó alguna vez, sino de un strip center de tres pisos, pero que no tendrá forma de “L”, como es habitual en este tipo de centros comerciales. “Es similar a un corchete, con la forma ‘U’ y por el centro pasará una calle que conectará Av. Grecia con Matta Oriente. A un costado de esta vía interior habrá un banco y al otro, una farmacia”, explica el arquitecto a cargo, Juan Ignacio López.
Además de estas tiendas ancla, el edificio tendrá estacionamientos subterráneos y oficinas en el segundo y tercer piso. El proyecto podría estar operativo a mediados de 2012.
La modalidad de los strip centers se vuelve cada día más familiar entre los habitantes de Ñuñoa. El director ejecutivo de la consultora Colliers, Jaime Araya, explica que el boom se produjo entre 2008 y 2009 en la zona oriente de la capital.
El mito detrás
A principios de 1900, el adinerado agricultor Críspulo Mujica mandó a edificar este palacete para uso familiar. Era un fundo, pero poco a poco se fue reduciendo, hasta llegar a los 1.500 m2 construidos.
“Cuando la familia Mujica era la propietaria de estas tierras, Irarrázaval se llamaba Avenida de Ñuñoa. Entonces, el ferrocarril de Pirque se detenía en la estación Lo Mujica. Todo pasaba por ahí. Allí se detenían las carretas para entrar de madrugada a la ciudad y pagaban posada a los Mujica. Luego pasó por ahí la Av. Grecia. Esta esquina fue un punto fundamental para la vialidad y los transportes, desde la Colonia”, cuenta el urbanista Miguel Laborde.
En 1912 y sin alcanzar a habitar su palacio, Críspulo Mujica falleció. Sólo en 1914, su viuda, Virginia Valenzuela, y sus tres hijos -Octavio, Oscar y Osvaldo- se instalaron en la residencia. La última habitante fue Elvira Urzúa de Mujica, quien murió en la misma casa en 1997.
Desde entonces, el edificio permaneció deshabitado y varios mitos urbanos la tacharon de embrujada. Miguel Laborde escribió en una de sus columnas que se decía que uno de sus antiguos dueños se enamoró de una criada, “la que habría sido envenenada por la esposa. Desde entonces, la joven penaría de una en otra por las 30 habitaciones; incluso sentándose a los pies de las camas, deseosa de contar su desgracia”.
La madrugada del 2 de agosto de 2005, la casa empezó a arder. Diez compañías de Bomberos y 150 hombres intentaban aplacar el fuego. Vitalia (21), una de las vecinas de José Domingo Cañas, fue una de las primeras en salir a mirar. “Se estaba quemando la cúpula, había mucha gente mirando, y cuando el primer bombero dirigió el chorro de agua, todos los que allí estábamos vimos aparecer tres cruces: ¡Se dibujaron en la muralla, con el agua!”, dice.
Hoy, los maestros de la obra en construcción acusan que allí las ánimas persisten. “Una vez me quedé solo trabajando en la losa del segundo piso y sentí que me empujaban, me di vuelta, pero no había nadie. A varios de mis compañeros les pasó y se fueron, no quisieron seguir”, cuenta el carpintero Luis Bustamante.
César Parra, autor de la Guía mágica de Santiago, es lapidario: “Construyan lo que construyan, los fantasmas seguirán ahí”. Más optimista, el parasicólogo Carlos Meschi asegura: “Nosotros limpiamos el lugar”.
Mitos más, mitos menos, los vecinos como Susana (83) se muestran conformes con el futuro del terreno. “Se hablaron tantas cosas que pasaban aquí, que prefiero que haya un centro comercial”, dice.