Mural de la piscina Tupahue del cerro San Cristóbal recuperará su atractivo

La obra de piedra fue diseñada hace 46 años por el arquitecto mexicano Juan O’Gorman.

por La Tercera

La piscina Tupahue es uno de los íconos más representativos del cerro San Cristóbal. Muchos se impresionan todavía cuando la ven, no sólo porque ofrece una vista privilegiada de Santiago, sino, además, porque está rodeada de una generosa vegetación. También posee un atractivo menos conocido: un enorme mural de piedra (de 28 metros de alto por siete de alto) que fue inaugurado junto con la piscina, en 1966.

Pese a su magnitud, para algunos visitantes pasa inadvertido, quizás porque sus colores originales ya no se notan y hoy luce principalmente el tono de las piedras con que fue construido. “Tenía unos colores muy vivos y ése era uno de sus atractivos”, recuerda el arquitecto Carlos Martner, autor de las piscinas Tupahue y Antilén y hermano de María Martner, la artista que ejecutó el mural.

Además de los colores, la obra ha perdido algunas de sus piedras y tiene un deterioro general que se debe al paso del tiempo.

Casi medio siglo después de su creación, recuperará su atractivo gracias a un proyecto de restauración que ya está en marcha. El Parque Metropolitano se adjudicó US$ 100 mil para esta iniciativa, monto que proviene del Fondo de Cooperación Chile-México, instancia que financia proyectos culturales y científicos de ambos países.

El interés del gobierno mexicano por el rescate de este mural no es casual. En los años 60, ese país financió diferentes obras en Santiago y varias en particular en el San Cristóbal, entre ellas la Plaza México (ubicada cerca de la cumbre del cerro), la Casa de la Cultura Anahuac y el mural de la piscina Tupahue.

El diseño fue un obsequio del arquitecto Juan O’Gorman, quien es el autor de la casa-estudio que Diego Rivera y Frida Kahlo tenían en la capital azteca. En su obra para el muro de la piscina, el arquitecto plasmó una alegoría de la hermandad entre ambos países: en el centro se ve un abrazo entre Cuauhtémoc y Caupolicán y al lado de cada uno, símbolos representativos de México (un puma, un águila, maíz) y Chile (un guanaco, un cóndor y una vid).

Primera etapa

Hoy, la colaboración entre las dos naciones se retoma con este proyecto. “Estamos muy contentos de participar en el rescate de esta gran obra. La idea es que pueda ser disfrutada nuevamente por la gente que viene al parque”, afirma el embajador de México en Chile, Mario Leal.

Con los recursos se financiará la primera etapa de la recuperación del mural, que consiste en un diagnóstico de su estado y una propuesta integral de restauración. En este proceso participarán expertos mexicanos del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble. De hecho, uno de sus especialistas, Renato Robert, ya realizó algunas visitas preliminares para ver el mural.

Mauricio Fabry, director del Parque Metropolitano, explica también que están recabando antecedentes sobre su historia y ya encontraron el diseño original y algunas de las primeras fotografías del mural.

El plan de acción que entreguen los expertos debiera demorar cerca de cuatro meses. El embajador de México agrega que, una vez lista la propuesta, la idea es postular el proyecto de restauración al mismo fondo de cooperación.

Piedras de todo el país

De las dos piscinas que hay en el cerro San Cristóbal, la Tupahue es la más pequeña: tiene 82 metros de largo por 25 de ancho (la otra, Antilén, mide 92 metros de largo por 25 de ancho). Su construcción demoró seis años y fue inaugurada en 1966.

El arquitecto Carlos Martner cuenta que el mural de piedra, que está en uno de los muros que rodea a la piscina, fue parte del mismo proyecto. De la ejecución del diseño de Juan O’Gorman se hizo cargo María Martner, artista que hizo varios murales de piedra en las casas de Neruda. “Lo creó en 1965, cuando la obra gruesa de la piscina ya estaba lista. Demoró casi un año”, cuenta su hermano Carlos.

También recuerda que las piedras para su construcción, María las trajo desde diferentes partes de Chile, “del norte y el sur, de la cordillera y la costa. Por eso algunas son de diferentes colores”, concluye el arquitecto.