Carta de la semana: “Espacios y urbanidad”

A propósito de la conmemoración de los 471 años desde la fundación de Santiago, queremos compartir la reflexión sobre la ciudad que hace el arquitecto Germán del Sol respecto a la valoración de espacios abandonados al interior de la ciudad de Santiago pero que guardan un enorme potencial, tanto por su gratuidad como por ser un ejemplo para la urbanidad. Por el contrario, señala que hay terrenos que no hacen ninguna falta, y que sólo son una muestra de la codicia evidenciada de algunos negocios inmobiliarios, mientras que lo realmente importante a la hora de volver a una ciudad “urbana”, son sus habitantes.

A continuación la carta escrita a El Mercurio.

Señor Director:

La calidad de la ciudad no depende tanto de la calidad de sus casas y edificios, sino más bien de la calidad y amplitud de los espacios que quedan entre ellos. De sus calles, parques y plazas, pero también de los lugares que parecen inútiles.

Hay dos tipos de lugares inútiles en la ciudad. Los que parecen inútiles pero se hacen o se mantienen bien porque su gratuidad nos engrandece, como por ejemplo el cajón del río Mapocho que se mantiene vacío; los grandes parques urbanos sin entretenciones de fantasía; los terrenos pelados mal llamados baldíos, y el pie de la cordillera y de los cerros aislados sin construcciones. Estos lugares abiertos están llenos de potencial, y sirven para que la gente los llene con sus esperanzas y sueños. Para que ponga imaginariamente en ellos lo que quiera.

Y los que son inútiles porque no hacen ninguna falta, y sólo muestran la codicia que también tenemos. En ninguna ciudad de Chile hacen falta edificios de más de cinco o seis pisos, porque la escasez de suelo que podría justificarlos está creada artificialmente por la política de fijar límites urbanos que todos saben que después se corren. Tampoco son necesarios para abaratar el costo de infraestructura, que no es más alto en barrios de baja densidad que en barrios de alta densidad, como lo demuestra “Sanhattan”.

Tal vez, una de las mayores riquezas de Chile que nos negamos a usar es la abundancia de suelo apto para construir, para esa mayoría que prefiere, si puede elegir, vivir en casas y barrios más dispersos por gusto, y no porque no quieran tener una vida urbana.

Porque lo que hace que los barrios de una ciudad sean urbanos, o sea más amables y tolerantes para acoger la diversidad propia de la vida en la ciudad, no son el urbanismo ni la arquitectura, sino la urbanidad de las personas: su educación o preparación, para vivir bien en la proximidad de los otros.

Son sus habitantes los que hacen que una ciudad sea urbana, y no la forma ni la densidad de la ciudad. Incluso, hay barrios más altos y más densos que son menos urbanos que otros más bajos y más dispersos. Y vuelvo a repetir el ejemplo de “Sanhattan”.


Germán del Sol

Arquitecto
Premio Nacional 2006