Las Salinas, la oportunidad del proyecto o del error urbano

Fotografía publicada por Plataforma Arquitectura, Vía Chile Aéreo

Hace algunos días se anunció la adquisición de un paño de 17 hectáreas frente al borde costero en el sector de Las Salinas de Viña del Mar por parte de la empresa Copec. Estos terrenos, ocupados por las petroleras por casi 100 años, hoy estarán destinados a ser parte de un gran proyecto inmobiliario.

Ante la firma, la municipalidad consideró como uno de los requisitos fundamentales, la prohibición de construir placas comerciales, junto con afectar el ancho de la prolongación de Nueva Libertad.

¿Cuáles son las oportunidades y desventajas de la generación de proyectos de carácter privado en sectores que tienen alta implicancia en la calidad de vida e incluso economía de una ciudad? ¿Qué tipo de propuesta es necesaria para resguardar los atributos de este tipo de lugares?

La ciudad de Viña del Mar se ha esforzado en el transcurso de los últimos años, por generar una propuesta turística atractiva que permita a través de la generación de espacios públicos, el acondicionamiento de playas y el reforzamiento del comercio, gatillar procesos de crecimiento económico y mejores estándares para la ciudad. En este sentido, visibles han sido los proyectos que han surgido a partir de un intento por reforzar los atributos que confieren identidad y mejor calidad de vida para habitantes y turistas que visitan la ciudad.

Es por esto, que ante la compra de los terrenos en Las Salinas y el eventual desarrollo inmobiliario del sector, la alcaldesa de la ciudad dispuso como exigencia la imposibilidad de construir placas comerciales, ni afectar el ancho de la prolongación de avenida Nueva Libertad, condiciones que según la municipalidad evitarían posibles “errores urbanos” que pudieran afectar los entornos cercanos y la ciudad.

El desarrollo de proyectos inmobiliarios y comerciales en los frentes marítimos de las ciudades, ha sido un tema de fuerte debate y discusión pública tanto por las implicancias para la ciudad como por las externalidades en términos visuales, estéticos y funcionales sobre estos sectores.

Ante esta coyuntura, frenar la instalación de comercio en los frentes es una decisión adecuada cuando no se quiere poner en juego el ojo inquisidor de la opinión pública. Sin embargo, la negación per se de permitir comercio en los bordes costeros, no es válida cuando se aplica como regla; la manera en que se diseñan las conexiones, los espacios y los comercios en los primeros pisos de los proyectos, es lo verdaderamente relevante a la hora de enjuiciar los resultados. Una fila de antejardines de edificios que dan hacia el borde costero, tiene efectos tan negativos como la construcción de una caja impermeable de comercio de una altura de un piso.

Lo que es realmente relevante y que define finalmente el éxito de un proyecto en términos urbanos, es la manera en que se hacen las cosas. Comercio diseñado a escala del peatón, que permita el potenciamiento de los espacios públicos que puedan generarse frente a la playa, junto a la idea de que pueda convertirse en un promotor de la peatonalización de los frentes costeros, es una real alternativa para la ciudad de Viña del Mar. En el caso de este proyecto, debiera generarse un retranqueo de las líneas edificatorias de los edificios con frente al mar, para dar paso a un área verde pública que sea generada y mantenida a partir de los gestores inmobiliarios de los paños que se desarrollarán como proyectos privados.

Respecto a la segunda consideración que viene de parte de la municipalidad frente a este proyecto, sobre la no afectación del ancho de avenida Nueva Libertad, se trata de una mínima condición considerando que ya la ciudad experimenta una saturación vial en los meses de verano, lo que debiera aumentar en ese sector por el desarrollo inmobiliario de 17 hectáreas.

Ante esto es necesario que la ciudad se resguarde en términos de su conectividad y accesibilidad vial en todos los sentidos. En este caso, además de las mínimas mitigaciones por saturación que debieran exigirse, la acción de los privados podría incentivar a través de su diseño, estándares mínimos en favor de los peatones y eventuales ciclovías que tengan la capacidad de prolongarse hacia el sector sur de la ciudad.

La construcción del borde costero de una ciudad puede ser un arma de doble filo ya que por un lado, ofrece las posibilidades de construcción de una obra que destaque en términos arquitectónicos, y tenga el potencial de convertir lo proyectado en un lugar memorable para sus ciudadanos y los visitantes de la ciudad. Por otro lado, en caso de ser obviadas las verdaderas razones que justifiquen la imposición de condiciones especiales, puede caerse en aseveraciones que disminuyan el ruido público que genera una obra de esta envergadura, pero que no necesariamente significarán un bien para la ciudad.