El Altiplano se está secando por dentro

Impacto de faenas mineras:

Por PAULA LEIGHTON N. (El Mercurio)

La desaparición de salares y la contaminación del agua con relaves son algunos de los estragos que se observan en la pampa. Iquiqueños piden normativas más estrictas para frenar el daño a ecosistemas únicos.

La clausura de 39 pozos de agua de la minera Cosayach en Pozo Almonte, acusada de extraer ilegalmente este recurso, causó sorpresa a empresarios turísticos, científicos y organizaciones de defensa ambiental de la región.

“En esa zona el daño no es detectable a simple vista, porque ahí no hay lagunas, ríos o vertientes superficiales, pero en la zona cordillerana del Altiplano hay casos dramáticos, como el de Lagunillas, cuyo daño no se frenó a tiempo”, dice Sergio Cortez, operador turístico y presidente de Atacama Sustentable.

Lagunillas es el epítome del daño ambiental causado por la explotación minera en el Altiplano. Entre 2000 y 2005, “la laguna, los bofedales (humedales altiplánicos), vertientes y pajonales se secaron por la extracción de agua de la minera Cerro Colorado. Esto dañó la fauna y la flora, las que aún no se han logrado recuperar, pese a que devolvieron el espejo de agua a su nivel llenándolo artificialmente”, cuenta Cortez.

Se estima que al conjunto de mineras de cobre, yodo y litio de la Región de Atacama se les han otorgado derechos para extraer más de mil litros de agua por segundo. Esta cifra supera la demanda para uso humano y agrícola de Iquique, Alto Hospicio y Pozo Almonte, que alcanza a unos 680 litros por segundo.

Y los efectos se observan en el Altiplano. “Desapareció la grama salada y ya no es posible plantar tamarugos jóvenes, porque sus raíces ya no llegan hasta donde está el agua”, explica Joseph Morgan, vicepresidente de Atacama Sustentable, agrupación formada por profesores iquiqueños. “No estamos contra las mineras, pero sí a favor de respetar los recursos naturales, o a este paso en 50 años nos vamos a quedar sin agua, sin tierras y sin turismo”.

Sin sal ni agua

Raquel Pinto, bióloga y experta en la flora de la zona, suma ejemplos del daño: “Hoy ya no existe el río San Pedro (II Región), que desembocaba en el Loa. El Toconce ya no es un río porque lo encauzaron en un tubo. Collahuasi secó el Salar de Michincha, La Escondida secó el Salar de Punta Negra, y al Salar de Coposa le metieron tuberías por debajo y ahora riegan los bofedales con aspersores, ¡como si se pudiera regar un bofedal con manguera!”.

La desaparición de salares no es inocua. Éstos, señala Cortez, cumplen un papel primordial en la preservación de los ecosistemas altoandinos. “Permiten que aguas superficiales se mantengan en el tiempo, incluso en época de sequía. Muchas plantas y animales dependen de ellos”.

En estos ecosistemas se han identificado más de 30 especies de aves, incluyendo flamencos, taguas, patos y chorlos; mamíferos como vizcachas, quiques, chingues, zorros culpeos, guanacos y vicuñas; y 24 especies de plantas. Todos ellos también se ven afectados por la proliferación de cursos de aguas ácidas producto de la contaminación de tortas de relave, como ocurre a lo largo de los 22 km de las quebradas Blanca, de Choja y Maní.

“Incluso el Loa ya no es ni la sombra de lo que fue”, dice Joseph Morgan. “Hoy corre un hilo de agua completamente contaminada por los rebalses y filtraciones del Tranque Talabre de Chuquicamata”. Morgan aún recuerda cuando hace menos de tres décadas el río estaba lleno de camarones y lisas.

Aída Baldini, gerenta forestal de Conaf, dice que están implementando medidas en la zona. “El año pasado instauramos un plan de recuperación de bofedales con las comunidades y estamos monitoreado permanentemente proyectos (mineros) donde se podrían ver comprometidos 324 ejemplares de Prosopis tamarugo “.

Desde Iquique piden normativas ambientales más rigurosas para el cuidado ambiental y proponen explorar alternativas como llevar agua de mar hasta las faenas. Es posible. “Lo va a hacer la minera Esperanza”, a través de un acueducto de 145 km hasta sus faenas, dice Raquel Pinto, quien sostiene que las autoridades debieran apuntar a ese estándar.

Ventanas al pasado

A 180 km de Iquique se encuentra un sitio de alto valor científico, destino habitual de expertos de la NASA y otras instituciones internacionales. El Salar de Llamara, uno de los cinco lugares del mundo donde hay fósiles vivientes conocidos como estromatolitos. “Son formaciones de cianobacterias que son las mismas que hace 3.500 millones de años generaron el oxígeno que permitió que se iniciara la vida en la Tierra”, dice Armando Azúa, ingeniero agrónomo de la UC y experto en astrobiología. Hoy, señala, esas estructuras y la flora y fauna del ecosistema están amenazadas por la extracción de agua de su acuífero, aprobada para el Proyecto Pampa Hermosa, de SQM. La empresa señala que harán una barrera hidráulica para mitigar el impacto. En una respuesta por escrito, SQM señaló que “aborda los aspectos ambientales e incluye completos planes de seguimiento, medidas de mitigación y planes de alerta temprana que permiten una operación segura y en armonía con el medio ambiente”.