Y se hizo la luz en Santiago

[ hitos de ciudad ] Todo brillaba para el Centenario de 1910 con la llegada de las luminarias públicas. Pero sólo hace 90 años, el 1 de agosto de 1921, la electricidad se expandió a los hogares y los santiaguinos empezaron a cambiar su estilo de vida con las primeras lavadoras, la vitrolas y “chanchos” eléctricos.

(La Tercera – 05/07/11)
Por Rodrigo Miranda

Sólo tres años desde que Thomas Alva Edison creara en 1893 la ampolleta, particulares chilenos realizaron los primeros ensayos de iluminación eléctrica en los portales aledaños a la Plaza de Armas. A las 21.30 horas del 5 de febrero de 1896, la cuadra de Huérfanos, comprendida entre Mac Iver y San Antonio, se convirtió en la primera vía con alumbrado público “incandescente” en todo Chile.

Para el Centenario de la República, en 1910, el centro volvió a engalanarse con luminarias públicas. Esta vez los aparatos fueron traídos desde las celebraciones del Centenario argentino. Paradójicamente, venían con arcos con el escudo transandino, lo que causó molestia entre los santiaguinos. Sólo 11 años después los tradicionales faroles a gas de la ciudad empezarían a ser reemplazados por modernas bombillas eléctricas, esta vez, chilenas.

“Llegó muy rápido la electricidad. El misterio es saber dónde generaban la energía esos pioneros, porque no había centrales de producción. Quizás tenían algún motor de pequeño tamaño”, dice el gerente de regulaciones de Chilectra, Guillermo Pérez.

Para mantener el servicio en el tiempo, la Municipalidad de Santiago encargó la instalación y mantención del alumbrado y del transporte público eléctrico a la compañía británica Alfred Parish & Co., que fundó la Chilean Electric Tramway & Light Company. Esta sociedad anónima impulsó la masificación de la corriente en Santiago. Tras fusionarse con la Compañía Nacional de Fuerza Eléctrica, pasó a llamarse Compañía Chilena de Electricidad. De este modo nació Chilectra, el 1 de agosto de 1921.

Diez años después, los capitalinos empezaron a tener mayor acceso a una amplia variedad de aparatos eléctricos en sus hogares: ampolletas, radios, vitrolas, aspiradoras, lavadoras de ropa o secadores de pelo. En 1936, ya había 121.946 santiaguinos con luz eléctrica.

Según registros del archivo fotográfico de Chilectra, los primeros electrodomésticos que llegaron al país fueron comercializados en el llamado Palacio de la Luz, ubicado en Ahumada con Compañía, que aunque originalmente estaba destinado a oficinas de la compañía, transformó su planta baja en una lujosa tienda de aparatos eléctricos entre 1928 y 1934. Furor e impacto causó en la época la campaña para dejar en parte de pago la antigua plancha a carbón y llevarse una eléctrica. El eslogan “su plancha vieja vale $ 10, tráigala, y por sólo $ 20 más, le entregamos una espléndida plancha eléctrica que vale $ 30”, convenció a las dueñas de casa. En cinco meses (marzo a agosto de 1931), se vendieron 500 unidades.

Asimismo, para incentivar las ventas de los primeros refrigeradores, “fríos como el polo”, se regaló un tren eléctrico a cada cliente. Cientos de locomotoras de hojalata decoraron las vitrinas del Palacio de la Luz y atrajeron a los curiosos. Nadie quedó indiferente tampoco ante los sorprendentes adelantos tecnológicos de las enceradoras o “chanchos eléctricos”, novedad que reemplazaba al viejo aparato manual con el que se limpiaba el piso.

A su vez, los fríos inviernos capitalinos despertaron la creatividad publicitaria, con vitrinas influenciadas por el estilo Art Nouveau. La figura iluminada de un diablo irradiando calor fue la alegoría de la sensación que experimentaban los primeros compradores de estufas eléctricas.

El terremoto de Chillán de 1939 implicó un impulso a la electrificación de Santiago. Tras el sismo, se creó la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, hoy Corfo. Esta proyectó, en 1943, nueve centrales hidroeléctricas, lo que significó que el país aumentara en un 53% su potencia energética instalada. Así, cada vez más santiaguinos gozaron de los beneficios de la electricidad y la ciudad cambió rápidamente su rostro. Las tiendas del centro comenzaron a llenarse de brillantes luminarias y letreros publicitarios.

El clima implicaría otros desafíos. A fines de los 50 y comienzos de los 60, una sequía causó estragos. En esos años nació Chispita, personaje que aconsejaba ahorrar electricidad. En la década siguiente, la llegada del Metro también marcó un desafío. La construcción de la primera etapa de la red partió el 19 de junio de 1969 y concluyó el 15 de septiembre de 1975.

“El primer tren zarpó de la estación San Pablo y su trayecto culminó en Moneda. El esquema de abastecimiento eléctrico de ese tramo se sigue usando hasta hoy. Fue un gran hito para la empresa”, dice el gerente de regulaciones de Chilectra, Guillermo Pérez, quien lleva más de 30 años en la empresa. “Catorce minutos demoraban los trenes en hacer el recorrido”, agrega.

La Línea 1 llegó a satisfacer las necesidades de transporte de una ciudad con más de dos millones de habitantes. Nacía otro símbolo de identidad de la vida urbana que convertiría a Santiago en una ciudad “moderna”.