Analizan la evolución del valor del suelo en el Gran Santiago

En UF 7,35 por metro cuadrado cerró el valor promedio del terreno para el Gran Santiago durante el año 2010, lo que se traduce respecto de 2009 en un descenso del 2,6%.

(El Mercurio – 18/03/2011)

La caída registrada obedece a la menor oferta de paños libres y a la comercialización de terrenos de menor superficie, que obligan a los desarrolladores inmobiliarios a gestionar la unión de roles de diferentes propiedades aledañas para generar los espacios necesarios que permitan construir nuevos proyectos inmobiliarios, ejerciendo un mayor poder de negociación para acceder a valores no tan excesivos y que permitan mantener los estándares de rentabilidad esperados por los inversionistas.

La tendencia histórica en el valor anual del metro cuadrado de terreno ha seguido una dirección similar a la del crecimiento de nuestra economía, claro que con un tiempo de respuesta en la recuperación un tanto desfasado, característica muy particular del sector inmobiliario general, ya que éste internaliza muy rápidamente los períodos de crisis y reacciona muy conservadoramente frente a períodos de bonanza económica, quizás afectado por la recuperación de la confianza en el consumidor.

Un análisis particular que reafirma este comportamiento descendente corresponde a la tendencia del promedio de la década móvil, cuya tasa de crecimiento sostenido para el período [2001-2010] indica un descenso en el valor UF/M² equivalente a un 2%. Sin duda, este valor incorpora la coyuntura económica de la década y refleja el proceso de recuperación del sector.

Lo anterior no significa un retroceso en el desarrollo del rubro inmobiliario, sino que obedece a una respuesta lógica de un mercado que requiere grandes inversiones, y cuyos retornos esperados dependen en parte a la confianza y seguridad económica de la demanda que, sin duda, para el caso de los consumidores individuales -las personas- obedece a una decisión de largo plazo que frecuentemente requiere de un análisis mayor apoyado por la certeza de mantener en el futuro cierto nivel de ingresos que le permitan cumplir con las obligaciones hipotecarias contraídas.

Los consumidores institucionales en parte han cubierto sus necesidades de espacio físico en el pasado, y en la actualidad sólo generan movilidad o ampliación de superficies producto de una mayor cobertura de mercado asociado al crecimiento de sus propios negocios, lo que en la última década ha generado el espacio para nuevos desarrollos inmobiliarios, ya sea en el sector comercial como en viviendas.