La huella ecológica y los diversos usos de los bonos de carbono

Foto vía Flickr, por fc_urola

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El calentamiento global, la crisis energética y la escasez del agua han llevado a levantar distintas iniciativas, tanto mundiales como locales con el objetivo de cuidar los recursos que tenemos. La hora del planeta, un apagón voluntario y programado, campañas del Ministerio del Medio Ambiente en Chile e iniciativas como la de Municipalidad de Vitacura tratan de generar conciencia y en algunos casos cambios de hábitos en los ciudadanos. Así, términos como la huella de carbono o la huella hidrológica, se han instalado rápidamente en las conversaciones cotidianas, en las estrategias de varios políticos y en la RSE de algunas empresas.

El concepto huella de carbono, asimismo como el de huella hidrológica o hidríca, se están utilizando para conocer y cuántificar el impacto de la humanidad en la tierra. Una persona puede medir su huella de carbono o su huella de agua, mediante las actividades diarias que realiza y así estimar un cálculo aproximado, aunque no sé cuán exacta será esta medida. Para esto existen diversos software que realizan el cálculo, también hay reconocidos medios que han publicado algunos tests para que sus usuarios puedan medir sus huellas. Del mismo modo también hay programas validados internacionalmente para certificar la huella de carbono de grandes empresas y organizaciones, así como sus productos o sus servicios, para luego ofrecer una estrategia de mitigación a las toneladas de carbono emitidas. Dos de los más populares son CarboNZero programme y CEMARS.

Una de las cuatificaciones más utilizadas es la de medir la huella de carbono de los automóviles. Por ejemplo, en la campaña que está siendo organizada por Vitacura, para compensar las toneladas emitidas cada automovilista tendrá que pagar 12 dólares, todo esto de forma voluntaria. Así, un city car de 1.300 cc, que recorre 15.000 kilómetros al año, emite 1,8 toneladas de C02, por lo que cancelaría poco más de 11 mil pesos. Aquí es donde entran los conocidos bonos de carbono, mecanismo internacional que busca reducir las emisiones contaminantes al medio ambiente por medio de la compensación. El sistema validado en el Protocolo de Kyoto, es utilizado frecuentemente entre naciones para disminuir las emisiones de CO2, por ejemplo un proyecto nacional que baja sus emisiones puede vendérselas a una empresa de otra país que necesite bajar las suyas.

Por otra lado, y un poco menos conocida, tenemos la huella hídrica o hidrológica que, como dice su nombre, estima la cantidad de agua que consumimos directa o indirectamente en nuestra alimentación y diversas actividades. También se realiza el cálculo para industrias y organizaciones, midiendo el total de agua ocupada por unidad de tiempo que se utiliza en la producción de cada servicio o producto. Un ejemplo de esto nos señala que comer 1 kilo de carne equivale a 16000 litros de agua, usadas en su producción, considerando todos los litros utilizados en el proceso del producto.  Al igual que con la huella de carbono, puedes medir tu huella hídrica respondiendo algunas preguntas en los sitios certificados.

Estos conceptos se encuentran englobados dentro de la “Huella Ecológica”, medida que relaciona los consumos y emisiones con la superficie de la tierra que se necesita para proveer todos los recursos y absorber todas los residuos. Como se explica en Nuestra Huella Ecológica: reduciendo el impacto humano sobre la Tierra (Wackernagel y Rees 1996) es básicamente, “una medida de la carga impuesta por una población dada a la naturaleza”. Que se expresa en hectáreas globales por habitante (gha/hab).
Ahora bien, es importante darle una vuelta al asunto de las ‘mediciones de huellas’. Es vital, sin duda, saber cuánto estamos aportando individualmente al calentamiento global, las estadísticas nos pueden ayudar a mejorar y a tomar conciencia sobre la responsabilidad de cada uno. Pero, realmente ¿Son las emisiones individuales las que pueden generar un cambio de impacto mundial? Evidentemente que ayudan y es positivo crear conciencia para que las nuevas generaciones, de hecho, uno de los pilares claves en este tema es el de la educación. Pero no nos podemos desentender del uso político y comercial que se le ha dado al asunto medioambiental. Al Gore, por mencionar alguno, ha levantado una industria en torno a la sostenibilidad, no sólo aumentando sus finanzas personales y su carrera política, sino también ‘evangelizando’ a sociedades completas sobre el estilo de vida que deben seguir. Por otro lado el tema de la huella de carbono se transa con bastante éxito en ámbito financiero. Muchos empresas consideran estimar la huella de carbono de sus industrias y de cada uno de sus productos, de manera de poder certificarse mediante organismos internacionales, transformándola en una medida mediambiental que además produce ventajas competitivas en el mercado. Con todas las ventajas políticas y económicas que genera el asunto, legítimas por cierto, lo mínimo es cuestionarse frente a la cuota de responsabilidad que nos cargan a los ciudadanos, individualmente, versus la responsabilidad de las instituciones, gobiernos y ‘tomadores de decisiones’ que legislan sobre las macro políticas medioambientales y la matriz energética, o que debieran estar haciéndolo.