Editorial – Seguridad en el Gran Santiago

(El Mercurio. 26/10/2009)

Por Igor Garafulic Olivares/ Intendente de Santiago

El último informe de Paz Ciudadana-Adimark respecto de la victimización en la Región Metropolitana ha venido sólo a reafirmar lo que ya registraba el monitoreo que aplica el INE a través de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc) en los últimos dos años: hay una menor cantidad de delitos contra las personas en comparación a lo que ocurría a mediados de esta década.

Mientras la Enusc 2008 arrojó un 38,7% de hogares victimizados, casi un punto y medio menos que el registrado el 2007 (40,1%), Paz Ciudadana señala que durante el 2009 las víctimas de los delitos llegaron a un 38,7% de familias, casi dos puntos menos que lo registrado 12 meses antes (40,6%).

Esta no es una simple coincidencia. Ambos estudios -uno aplicado desde el sector público y otro desde el mundo privado- nos están demostrando lo que el gobierno de la Presidenta Bachelet ha venido diciendo: la única forma de atacar la delincuencia es a través de políticas integrales, con el respaldo de todos los sectores de la sociedad y, en particular, con la coordinación con las policías y el Ministerio Público.

Esta acción se concentra en un solo y gran instrumento: la Estrategia Nacional de Seguridad Pública, anunciada por la Presidenta Bachelet a fines de su primer año de gobierno, y que estableció un marco para la planificación de las políticas públicas en torno a la prevención, control y sanción del delito, que se traducen en seis ejes de trabajo.

En el caso de la Región Metropolitana, este marco se transformó en un Plan Regional de Seguridad Pública, con 85 metas generales y un sinnúmero de acciones en cada una de las 52 comunas. Además, le hemos encargado a cada una de las seis provincias de la capital hacerse cargo de estas metas y, a su vez, 36 municipios han liderado procesos de planificación en este ámbito, mediante diagnósticos y planes territoriales.

En estos tiempos en que muchos debaten acerca de las políticas en torno al manejo de la delincuencia, y proponen verdaderos “ofertones” para sacar más carabineros a la calle y ponerles candados a las denominadas “puertas giratorias”, estas encuestas son un cable a tierra frente a la percepción de la realidad y demuestran que el camino adoptado por el Gobierno es correcto y eficiente.

Ahora, hay que ser claros y precisos en esta materia de tanta relevancia y sensibilidad para miles de familias de nuestra Región Metropolitana. Más carabineros en sus barrios, mejores comisarías y brigadas policiales, o nuevas cámaras de televigilancia, no resuelven, por sí solos, el problema de seguridad. Aquí debe haber un trabajo planificado, coordinado y focalizado, tal como lo hemos hecho en el centro de Santiago y el sector comercial de Puente Alto, donde hemos obtenido avances significativos en la baja de los delitos.

No obstante, debe también existir una participación activa y responsabilidad de los ciudadanos y ciudadanas. En efecto, muchas veces se entiende que el incremento de las denuncias es sinónimo de aumento del actuar delictivo: este es un indicador que induce a error, pues el hecho de que la ciudadanía se atreva a denunciar es, a nuestro juicio, una toma de conciencia del vecino y la vecina que hemos incentivado frente al delito, más que una respuesta ante una “eventual” avalancha de delitos. Por eso, nuestro papel como Gobierno es ser un facilitador en el empoderamiento de la comunidad para que asuma un papel activo en el tema de la seguridad de sus barrios.

En conclusión, los resultados de la Enusc son siempre esperados -por quienes trabajamos en seguridad- con mucha responsabilidad, dado que sabemos que esta encuesta es el barómetro más certero frente a la realidad delictual del país. Un punto menos, como ocurrió en la capital, significa más de 200 mil delitos menos, y esto no es un logro de la autoridad, es un triunfo de los ciudadanos. Por eso nuestra satisfacción con los resultados de la encuesta de Paz Ciudadana, pues nos deja en claro que el esfuerzo de vecinos y vecinas anónimos que viven a diario este tema y con quienes nos hemos coordinado efectivamente para reconocer que “un espacio conocido es un espacio seguro”, no ha sido en vano.