70 chaiteninos rebeldes reponen los servicios básicos y mantienen con vida al pueblo

(El Mercurio. 8/07/2009)

Por Soledad Neira.

1072966952_foto_chaiteninos.jpgVolvieron a poner en operación el sistema de agua potable, el alumbrado público, el abastecimiento de combustible y el arribo de víveres.

En un pueblo de facto, “con Dios, pero sin ley”, dicen, se ha convertido la devastada ciudad de Chaitén, donde la decisión de las autoridades de Gobierno de declararlo inhabitable se ha convertido en un desafío para los rebeldes, en su gran mayoría colonos de la zona o sus hijos, que viven en un pueblo que no tiene ningún servicio público, pero que se mueve.

Son cerca de 70 personas, en su mayoría familiares entre sí, como las Gutiérrez, los Ovando o el concejal Bernardo Riquelme, a quien muchos reconocen como la “autoridad”.

  • The Apple Dumpling Gang Rides Again move
  • Con luz, agua y petróleo

    La polémica conexión de agua “de cañería”, que les cortaron a dos días de poner en operación por su cuenta, no es el único “adelanto”. La mayoría tiene luz, y se jactan de ser el único pueblo en Chile en que son los residentes los que le entregan energía eléctrica al sistema de alumbrado público, desde sus generadores.

    El combustible es clandestino. No tienen permiso, pero lo llevan desde poblados cercanos como Palena o La Junta, e incluso de Argentina, en tambores. Lo venden en bidones, a $8 mil los 20 litros, y entre sus clientes incluso hay funcionarios públicos.

    Aunque hay una prohibición sanitaria para el comercio, rige “sólo para los alimentos que se manipulan”, dice Ingrid Ovando, una de las primeras en regresar al “Rancho”, el local de su familia. No es sólo recuperar sus inversiones, sino también su vida, asegura. “Traemos todo por barcaza. Mantequilla, cecinas. Nos abastecemos semanalmente desde Puerto Montt”, agrega.

    Cuenta que entre sus clientes hay chaiteninos del pueblo y muchos de sectores rurales que viven en sus campos.

    “Nosotros les agradecemos esto, porque si no ¿cómo?”, dice Luisa Tampier, agricultora de El Amarillo, reinstalada hace un año y quien hace poco enterró a su madre en el cementerio de Chaitén, “como ella quería”, dice.

    Aseguran que no piensan irse a vivir a “Santa Barbaridad”, como le llaman al nuevo emplazamiento, “que es un pantano iluminado, lleno de ranas. Ese sí que es desperdicio”, dice Rita Gutiérrez.

    Las carencias a ellos no los afectan mayormente. “Estamos acostumbrados”, dice Marieta Gutiérrez. Y recuerda lejanos tiempos en que salían de Palena a estudiar a Puerto Montt, “en Lan Chile, y en el pueblo no tenían agua potable ni alcantarillado”.

    No hay prohibición

    El alcalde, Pedro Vásquez, dice que “no hay prohibiciones legales para que estén allí, porque la Corte Suprema falló a favor de ellos, y el proyecto de expropiación (del Gobierno) les permite mantener sus propiedades. Están en una zona de riesgo para sus vidas, con un volcán en erupción, pero como el Estado no les da servicios, el municipio los apoya con agua y camiones para sacar la basura”.

    5 negocios
    y el mismo número de hostales o residenciales, dos ferreterías y una amasandería funcionan en el pueblo.

    50 casas
    y 70 chaiteninos se mantienen con actividad en el lugar.

    Los líderes que ?reconstruyen? Chaitén

    Marieta Gutiérrez, colona

    “La fe nos ayuda a mantener vivo el pueblo ¿La ley? Lo único que quieren es hacernos desaparecer. La Constitución no dice que uno no pueda elegir donde vivir”.

    Ingrid Ovando, comerciante

    “Pagamos patente. Cuido que los productos que traigo estén en buenas condiciones. Me abastezco por las barcazas, y de Palena de combustible”.

    Bernardo Riquelme, concejal

    “No me preocupa no tener servicios. Los hacemos de nuevo, y sin ni la sombra del esfuerzo de los que fundaron el pueblo. Tenemos generadores, bombas, luz”.