La historia de la isla danesa que hoy es ejemplo mundial de energías renovables

(El Mercurio. 1/06/2009)

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Francisco Derosas R.
U na veintena de turbinas eólicas, en cuya propiedad participan los ciudadanos de esta isla, son pieza clave de un sistema energético basado en la sustentabilidad y la independencia total de los combustibles fósiles.

Enviado Especial a Copenhague y Samso
La isla danesa de Samso, habitada por cerca de 4.000 personas y ubicada a unas 4 horas de la capital Copenhague, está tomando fama internacional por haberse convertido en apenas 10 años en una localidad que se autosustenta en materia energética. Lo más importante, para sus habitantes y para el gobierno danés, es que lo hace sólo con energías renovables.
Esto ha permitido que los habitantes de Samso, manteniendo el curso normal de sus vidas, hayan conseguido una meta que está en el centro del debate internacional sobre el cambio climático: reducir las emisiones de CO{-2}, que están provocando el calentamiento global.
Si hace 10 años la isla emitía sobre 45 mil toneladas de dióxido de carbono (más de 11 mil por habitante), hoy redujeron la cantidad a -15 mil. ¿Por qué el signo negativo? Los excedentes de electricidad que producen los 21 aerogeneradores (las 11 turbinas en tierra firme, de 1 MW cada una, alcanzan para el suministro eléctrico interno) son aportados a otras zonas de Dinamarca.
La historia de Samso -al menos la que la hizo aparecer en el mapa mundial de la energía- comienza hace unos 12 años, cuando el gobierno danés, que subsidia en forma decidida el uso de energías renovables, decide convocar a concurso a distintas regiones e islas de su desmembrada geografía para que elaboren proyectos propios que permitan bajar emisiones a nivel local. Los habitantes de Samso, poco entusiasmados con la idea, tuvieron que ser alentados por consultores privados para participar del proceso.
Finalmente la isla fue la ganadora, lo que le permitió contar con expertos y apoyo de empresas para lograr su transformación.
Viento en popa
El esquema de propiedad coparticipativa también fue clave en el proceso. Jesper Kjems, de la Academia Energética de Samso, cuenta que el proyecto inicial no estuvo exento de polémicas y complicaciones. “Nadie quería una turbina en su patio trasero, y otros veían con malos ojos que el vecino ganara dinero y ellos no”.
Así, se definió una fórmula en la que quien decidiera invertir el millón de dólares necesario para levantar una turbina, tenía que comprar un terreno cercano e invitar a terceros en la isla a invertir en una segunda unidad. Hoy, unos 450 habitantes de Samso son accionistas de las turbinas eólicas. Un porcentaje de los molinos pertenece también a la municipalidad y a las empresas eléctricas.

Sólo las 11 turbinas en tierra permiten abastecer toda la necesidad energética de la isla. Además, las necesidades de calefacción de sus habitantes son satisfechas sin combustibles fósiles, sino con plantas de calefacción que utilizan como insumo chips de madera y paja. Adicionalmente, muchas casas cuentan con paneles solares.
Samso no es sólo un modelo fuera del mercado. Se ha convertido en un buen negocio. Gracias a los enormes subsidios que entrega el gobierno -a través de un precio mínimo garantizado para la energía eólica, que con los años ha ido descendiendo, la electricidad generada por los molinos offshore es vendida a empresas eléctricas que abastecen otras regiones del país. Además, la zona está atrayendo a turistas.

La experiencia pareciera ser inspiradora, tanto como para ser replicada en otras partes del mundo. Sin embargo, la realidad de esta isla agrícola y ganadera, donde conviven la siembra y la cosecha con turbinas eólicas y paneles solares, está muy distante. En Samso estiman que toda la inversión en la transformación de Samso alcanzó a unos US$ 85 millones. Esto equivale a más de US$ 20 mil por habitante de la isla. Claro que dentro de ese presupuesto hay una cuota no menor de subsidios. Pensando en una inversión per cápita equivalente, en Chile se requerirían sobre US$ 300 mil millones para un proyecto similar. Casi dos veces el PIB del país.
Rompiendo un paradigma
Cuando prácticamente en todo el mundo opera el principio de que la demanda energética crece siempre un par de puntos por encima del PIB, en Dinamarca llevan años demostrando que eso no es necesariamente cierto.
En los últimos 25 años, la economía danesa ha crecido 75%, mientras su consumo energético se ha mantenido constante.
El proceso hacia lo que en Europa se conoce como el modelo danés comenzó en 1973, con la crisis del petróleo. Por ese año, Dinamarca dependía en más de un 90% del petróleo, cuyo precio se disparó en el mundo, generando una gran incertidumbre sobre el abastecimiento futuro.
El gobierno danés inició una revolución energética mayor, pero no sin polémica. Propuestas como los domingos sin uso del auto generaron incomodidad en la población, sin embargo fueron acatadas.

Lo que no prosperó fue la opción nuclear. Manifestaciones en las calles se traspasaron al Congreso, que prohibió su uso energético en terreno danés. Sí han avanzado mucho en energía eólica. Actualmente, sobre el 20% de lo que Dinamarca consume en electricidad proviene de aerogeneradores, lo que los sitúa en el liderazgo mundial.
El país está implementando desde hace años un modelo tributario, en el que se subsidia fuertemente a los sectores que apuntan al ahorro energético, y se castiga con impuestos a los que no aportan en este sentido. “Esto es el esquema del garrote y la zanahoria”, dice Jens Holst-Nielsen, de la Confederación de la Industria Danesa. Por ejemplo, en Dinamarca el precio de los automóviles está compuesto casi en dos tercios sólo de impuestos.
Con todas estas medidas como carta de presentación, la capital Danesa, Copenhague, será sede en diciembre de este año de la 15{+a} Conferencia sobre el Clima de la ONU. La cita es para el país de máxima relevancia, y las expectativas están puestas en que dé resultados. Se espera que pueda surgir de la reunión un documento equivalente a un “nuevo Protocolo de Kyoto”.