Quieren enrejar el Parque Forestal

(La Nación, 25/03/2009)

Por Patricio Herman

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OBSERVATORIO CIUDADANO

Quien tuvo la idea de aprovechar urbanísticamente la ribera sur del río Mapocho en el centro de Santiago fue el abogado Paulino Alfonso, que se propuso materializar allí un parque público hace poco más de 100 años. El asunto lo analizaron las autoridades metropolitanas y así fue como el intendente de la época, Enrique Cousiño, le encargó el proyecto al destacado arquitecto francés George Dubois.

El parque tiene doce hectáreas, desde Plaza Italia hasta el sector del Mercado Central, y en su interior se han plantado miles de magníficas especies arbóreas, tanto autóctonas como foráneas. En 1910 se emplazó en el lugar el Museo de Bellas Artes, proyectado por el arquitecto Emilio Jecquier. En distintas fechas se han instalado otros monumentos y esculturas que le dan realce a este importante pulmón verde que oxigena y captura el dañino dióxido de carbono.

En los días de semana muchos escolares disfrutan de sus beneficios sociales y ambientales, algunos de ellos, tanto hétero como homosexuales, dan rienda suelta a sus dotes amatorias con un cierto sesgo exhibicionista, y los sábados y domingos se observan multicolores y ruidosos espectáculos callejeros, tales como vendedores ambulantes de variadas ofertas, raudos ciclistas, exposiciones de fotografías, hileras de perros vagos y de raza, malabaristas y las llamadas tribus urbanas con sus curiosas y rompe esquemas vestimentas. Es decir, este espacio natural congrega a la ciudadanía no sólo de la comuna de Santiago, sino de otras donde no existe este tipo de áreas verdes.

Sin embargo, lo que es bueno para algunos es malo para otros, y por ello los vecinos adyacentes al parque han puesto el grito en el cielo clamando auxilio por el desorden causado por los visitantes. Ante esta situación conflictiva, ha salido en defensa de los residentes del barrio el concejal Jorge Alessandri, que ha propuesto la construcción de un alto y enfierrado cierre perimetral del parque, con lo cual desde las 23 horas hasta las 7 horas del día siguiente se impediría el acceso; en los horarios permitidos se podría ingresar sólo por las puertas vigiladas por guardias. Se argumenta que la seguridad es un bien superior y que ello justificaría plenamente el cerco de este lugar público, lo que ya ha sido objetado fundadamente en carta publicada el viernes pasado en El Mercurio por la Fundación Mi Parque.

Ahora bien, está claro que en la vida todo es posible, en la medida que sea legal, y por ello debemos tener en cuenta que esta área verde pública y de esparcimiento, definida como Parque Intercomunal en la Ordenanza del Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS), fue declarada Zona Típica por el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). En efecto, en el decreto supremo 824, del 29 de julio de 1997, con la firma del ministro de Educación de la época, se protegió esa tipología como igualmente, con carácter de monumentos históricos, los cuatro puentes metálicos existentes al norte, sobre el río Mapocho.

La Ley 17.288 de 1970 es bastante precisa y exigente con el resguardo de las zonas típicas y levantar cierres en los deslindes del parque significaría alterar poderosamente su valor urbanístico y paisajístico. Estamos seguros de que el secretario ejecutivo del CMN, ante la eventual futura consulta de la Municipalidad de Santiago para transformar en un Guantánamo chilensis esa admirable área verde, le responderá que ello no es posible por el mandato de la ley patrimonial vigente. Por tanto, si queremos mejorar la seguridad y el buen vivir, tranquilizando así a los vecinos, la municipalidad deberá instalar muchas más luminarias en su interior, ejercer una eficiente fiscalización con énfasis en el diálogo y pedirle al general director de Carabineros que le asigne una razonable dotación de efectivos para que vigilen el parque día y noche, de lunes a domingo, con lo cual se van a solucionar rápidamente los problemas actuales.

Esperamos que el alcalde Pablo Zalaquett adopte las medidas administrativas para preservar en debida forma el parque más tradicional de la capital, porque los vecinos y sus visitantes de otros sectores se merecen su atención.