Ciudad y Conocimiento: la pérdida de la inocencia

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imagen de flickr.com/photos/davic/

Personalmente no me canso de señalar un fenómeno que ya no es siquiera una tendencia, sino un hecho, en la realidad nacional. Hablo de un ataque simultáneo de dos enfermedades: la tecnocratización y el populismo. El segundo está referido a un discurso que en la política electoral es cada vez más sensacionalista, cosista y, lo peor, profundamente desinformado; en palabras simples, proyectos político-electorales rascas. El primero tiene que ver con algo que señalaba Carlos Peña – antes, por supuesto, de ponerle una oficina a Jorge Marshall al lado de la rectoría de la UDP – respecto a que la proliferación de los “Think Tanks” como Libertad y Desarrollo, el Centro de Estudios Públicos, o Expansiva (en ese orden de importancia), habían transformado la antigua división entre la búsqueda del poder (para los anglosajones, POLITICS) y la administración del poder (POLICIES), en una sola cosa, nueva y rotunda. Peña usaba el ejemplo de algunas autoridades de gobierno para ilustrar cómo muchos hoy pueden llegar al poder a punta de “papers”, sin siquiera molestarse con asomarse a los mecanismos de la democracia representativa. ¿Qué tiene que ver esto con la ciudad?

Bueno, bastante. El debate en torno a la ciudad, especialmente respecto a asuntos como el límite urbano y el mercado de suelos, han formado parte de lo que estas “instituciones académicas” han producido, dentro de su producción que mezcla lo político y lo técnico. Libertad y Desarrollo, el CEP y Expansiva han sido parte de esto. Probablemente, el ejemplo más significativo es el libro “Santiago: dónde estamos y hacia dónde vamos” editado por el economista Alexander Galetovic en el CEP. Justamente ha sido él quien motivo este artículo, con su columna sobre la densidad de santiago, aparecida el pasado 3 de octubre en El Mercurio.

Tal como dijo Gabriel Salazar en el seminario que organizamos en la Revista Cientodiez sobre “Clase Media y Ciudad”, Chile tiene un gran problema por el hecho de que se “ha estudiado poco”. Sabemos casi nada de nosotros mismos, en términos de evidencia empírica, lo que propicia la abundancia de “verdades reveladas” y coarta el debate. En este sentido, lo que producen los Think Tanks resulta valioso, pues es información que no existía.

Ahora, lo que no debemos olvidar es que se trata de instituciones de carácter político, con un horizonte ideológico que es todo menos pluralista. Considerar toda la información como “objetiva” es una falacia. Lo que debemos entender es que columnas como las de Galetovic no pueden leerse como datos objetivos (a pesar de que se basen en ellos), porque representan un sesgo que, a estas alturas, es parte de la propia “lucha del poder”. Así como el viejo Cieplan da un sustento técnico al proyecto político de la Democracia Cristiana, así como ProyectAmérica lo hace para los “laguistas”, Libertad y Desarrollo para la UDI, el CEP para RN y Expansiva para la concertación, la producción “académica” de estos centros de pensamiento es parte de un proyecto político, y de una lucha de poder, desde la “técnica”.

Entonces, reconociendo la necesidad de “informar” el debate, también se hecha de menos la necesidad de transparentarlo. A lo que esto nos remite, es a entender que la ciudad en tiempos de democracia, en un país que aspira al desarrollo (prefiero decir siempre “que sus personas se desarrollen” y “se sientan parte del proceso”), es una construcción política, fruto de continuas negociaciones. La idea de una ciudad democrática se basa en la existencia de esas negociaciones en todo ámbito, a todo nivel, en las más diversas escalas, de manera que el resultado sea lo más provechoso para todos, como bien ha dicho el ingeniero de tránsito español Jose Luis Gomez-Ordoñez.

Por suerte, si tenemos conciencia de que el discurso de Alexander Galetovic y Marcial Echenique es expansionista, y por lo tanto sus esfuerzos investigaciones apuntan a respaldar esa idea, podemos entender la necesidad de que las otras ideas sean también representadas en la “lucha técnica”. El problema es lo costoso de un Think Tank, por lo que, además de hablar de sectores “extra-parlamentarios”, habría que hablar de otros “extra-tecnocráticos”. Por suerte existe, en teoría, la posibilidad de debatir, a diferencia de lo que pasaba hace 30 años, cuando unos pocos podían decidir e imponer su verdad, ya no solo técnica – tal fue el caso de la eliminación del límite urbano en Santiago y la definición del uso de suelo según la demanda del mercado – sino política y moral, a todo Chile.