Editorial – Cambios al Transantiago

(El Mercurio, 30/09/2008)

El ministro de Transportes ha caducado la concesión de uno de los operadores del Transantiago y ha revelado, por fin, los cambios que pretende hacer. Son medidas que los usuarios exigían con razón. Siendo múltiples los problemas de ese plan, algunos son superables con dinero y tiempo, pero otros requieren un rediseño de ciertos componentes vitales.

Hasta ahora, el ministerio se había concentrado en los primeros, pero sus efectos tardarán en percibirse, y aun así no bastarán para resolver todos los inconvenientes. En esta primera categoría de problemas están los de manejo de flota -al menos a nivel de los troncales-, los que deberían resolverse con la licitación de un nuevo soft-ware. Además, se han destinado recursos importantes para construir corredores exclusivos adicionales, que mejorarían la velocidad y la regularidad de los troncales, aliviando al Metro. Con todo, tomará años completar el sistema de vías exclusivas.

La segunda categoría supone cambiar conceptos básicos del Transantiago, en particular los contratos de concesión de los alimentadores. Allí apuntan los anuncios del ministro. El cambio más fundamental es el de introducir incentivos -el pago por pasajero- al nivel de alimentadores, y permitir que éstos compitan entre sí, al menos en forma limitada. Esto optimizaría recorridos y limitaría los transbordos. Asimismo, para reducir éstos, será necesario permitir que los alimentadores entren, al menos en parte, a las zonas asignadas a troncales.

Lo anterior demanda apoyo político de todos los sectores, ya que probablemente se requerirán compensaciones para poder modificar los contratos. Es posible, por tanto, que haya llegado el momento de conversaciones de alto nivel entre el Gobierno y la oposición. Las experiencias de incumplimiento gubernamental lo harán difícil, pero a ambas partes les conviene. A la Concertación, porque así podría intentar recuperarse del costo político del último año y medio, y la Presidenta podría mejorar la imagen que el futuro tendrá sobre su gobierno. A la Alianza también debería convenirle, pues tiene posibilidades de llegar al poder en la próxima elección presidencial, y le sería positivo tener despejado un problema que castiga muy fuertemente al gobierno en ejercicio. Además, una oposición dura arriesga que la percepción pública acuse a la Alianza de obstruccionismo.

Pero solucionar los problemas del Transantiago no debería significar el simple retorno al sistema antiguo. El Transantiago ha reducido el número de muertes en el transporte público, al eliminar la competencia por pasajeros, y sería necesario preservar este resultado de los troncales. Y algo se ha reducido la contaminación, en parte porque los buses son mejores y porque menos recorridos pasan por el centro de Santiago. Los transbordos deberían disminuir, pero los que subsistan serían menos inconvenientes si pasar de un alimentador a un bus troncal mejorara la velocidad de desplazamiento y si las esperas fueran menos inciertas, lo cual se resolvería con un buen software de manejo de flota, combinado con vías exclusivas.

En suma, es improbable que el Transantiago llegue a tener las virtudes prometidas inicialmente, pero podría mejorar con un rediseño global, lo que requiere grandes recursos y un acuerdo político para enfrentar la renegociación de los contratos. En todo caso, esta vez las propuestas del ministro van en la dirección correcta.