¿Y si compramos Transantiago?

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Esta semana se discute en la Cámara de Diputados un proyecto de ley, pasado ya por la Comisión de Hacienda, que pretende lograr el subsidio permanente para Transantiago. En medio la áspera discusión, parece sensato sacar a la luz la sugerencia que hiciera el senador Eduardo Frei Ruiz-Tagle cuando comenzaron las peticiones de subsidio para el sistema de transporte metropolitano: Transantiago debiera pasar a manos públicas.

Empresa privada rentabilizando gracias a subsidios estatales

El otro día iba desplazándome en una de nuestras queridas micros articuladas verde-blanco, cuando a propósito de la molestia de una pasajera porque no le abrieron las puertas en una esquina, gran parte de la gente se puso a discutir sobre Transantiago. Un señor de pronto opinó que se trataba de un agravante para la molestia de los usuarios, el hecho de que se tratara de un servicio privado que, pese a todos los problemas, estaba teniendo ganancias y además subsidios del Estado.

La aprobación que suscitó en el momento dicha opinión se condice con la realidad del sistema: el AFT ha registrado ganancias más de US$22.000.000, en circunstancias que el sistema es descrito como un descalabro financiero. Esta misma idea, que hoy surge a propósito de la encarnizada discusión por subsidiar o no a Transantiago, fue abordada hace ya varios meses por el senador Frei, quien sugirió la idea de que el sistema de transporte público pasara a manos del Estado.

Una sugerencia como esa va en contra de las verdades ideológicas aceptadas de manera transversal por los tecnócratas, y que ha quedado virtualmente consagrada a nivel constitucional en el precepto del que la participación del Estado debe limitarse a un rol subsidiario. Dicha posición se relaciona además con tendencias crecientes en Sudamérica a la estatización de grandes empresas, especialmente las relacionadas con servicios públicos y de abastecimiento, acciones del tipo de la cual el gobierno chileno y la clase política en general buscan desmarcarse.

Comprar Transantiago

Dicha “discrepancia ideológica”, sin embargo, no corresponde a la situación del Transantiago. La realidad es que los USD$210.000.000 de subsidio que se discuten se suman a grandes cantidades gastadas desde que al comienzo del Transantiago se anunciaran USD$ 292.500.000 de gasto público-privado para el proyecto, lo que a estas alturas parece irrisoriamente ingenuo.

Las discusiones entre nuestros nunca bien ponderados parlamentarios se centran en una opción absoluta de RECHAZO / APROBACIÓN a los subsidios, lo que deja pocas posibilidades a la solución del problema. La oposición y algunos sectores oficialistas han centrado su discurso anunciando el rechazo a todo subsidio para un sistema que sigue fallando. El asunto es que el rechazo no viene acompañado de ninguna otra alternativa, por lo que el problema presupuestario, gracias a la ortodoxia que aplican nuestros representantes, especialmente en tiempos de campañas electorales, va a traducirse directamente en costos para los usuarios y un probable congelamiento o ralentización de las mejoras.

La pregunta es la siguiente:

¿Con la cantidad de dinero gastada por el Estado en subsidiar empresas privadas, no sería mejor COMPRAR el Transantiago y transformarlo en una empresa estatal, como el Metro? No quiere decir “quitar” ni “expropiar” los bienes privados, puesto que es tanto el dinero gastado en subsidios que supera por mucho la inversión privada inicial y probablemente alcance para comprar, incluso caro, el sistema.

¿No es el Metro el servicio mejor parado en términos de la calidad de todo el sistema integrado? La calidad y, por eso mismo, el orgullo y aprobación ciudadana que concita el Metro hace que, en el caso del transporte público chileno, sea una empresa estatal la que sale mejor evaluada, y mucho del rechazo a los subsidios para Transantiago se han centrado, al igual que la crítica del ciudadano en la micro, en que finalmente se está subsidiando la rentabilidad de la empresa privada.

Por esta vez, me pongo al lado del senador Frei para preguntar: ¿y si compramos Transantiago?