Condición de todo gran espacio público: ser espacio para el público pequeño

Comuna 13, Medellín. Imagen: Rodrigo Díaz, 2015

Jaime Lerner define la acupuntura urbana como una serie de intervenciones de pequeña  escala, altamente focalizadas, que tienen la capacidad de regenerar o iniciar un proceso de regeneración de espacios muertos o dañados a su alrededor.

Más que acupuntura urbana, la intervención en la escarpada geografía de la Comuna 13 de Medellín fue una cirugía a corazón abierto, una acción a gran escala orientada al cambio físico y social del que alguna vez fue uno de los barrios más peligrosos de la ciudad más peligrosa del mundo. Los  guías bilingües nos pasean por las escaleras eléctricas (mecánicas les decimos en Chile) que dieron fama mundial a la intervención, mientras en una de las tantas plazas remodeladas un equipo de CNN graba entrevistas a locales y foráneos que por cientos visitan un hasta ayer poco probable destino turístico. Un dron sobrevuela la escena, no sabemos si es de la policía omnipresente, de CNN o de los turistas. Al hacer un alto nuestros guías nos convidan helados de mango con sal comprados en un local que gracias a las escaleras, las plazas, los murales, la nueva iluminación, la vigilancia policial a toda hora, se convirtió en una pequeña mina de oro. No hay un papel, ni una botella tirada en las calles. La pobreza bonita sigue siendo pobreza, pero hoy con una dignidad recobrada. El barrio recupera una escondida belleza, se convierte en un lugar atractivo y seguro, que brinda espacios para el disfrute de sus habitantes, que a pesar del auge siguen siendo los mismos de antes. Todavía no llegan (o no habían llegado) Airbnb ni cafés boutique. Gentrificación sin expulsión diría Francisco Sabatini, o esa peligrosa fragilidad de corromperse de la que habla el bello barrio de Redolés.

La intervención en la Comuna 13 fue cirugía a corazón abierto, pero también incluyó una buena dosis de acupuntura para activar y mantener en forma cada una de las partes del proyecto. Si la columna vertebral es el sistema de escaleras eléctricas, la micro activación de tejido se hizo metiendo mano a una escala común y corriente en estado de deterioro. Allí la acupunturista (me dicen que fue una arquitecta) colocó un tobogán a un lado que visibilizó y convirtió en extraordinario lo hasta ayer rutinario. Con un tobogán gemelo la escala es mucho más que un espacio para subir y bajar; de lugar de paso se convierte en lugar para estar, porque no hay niño que no quiera deslizarse nuevamente una vez que sus pies aterrizan en el piso, y con esos niños que descubren la dimensión lúdica de un espacio público ayer anónimo también llegan sus padres, primero a echar un ojo, luego a hacer su propia vida social con un helado de mango salado en la mano. Si un niño la encuentra buena, entonces es buena para todos: intervención sencilla, barata, pero de alto impacto, yo le daría el premio Nobel de diseño urbano.

Palabras al cierre

La intervención de Comuna 13 es cara, tanto de construir como de administrar y mantener, lo que dificulta que pueda ser replicada masivamente. Eso no quita su carácter extraordinario en todo el sentido de la palabra. El mensaje es claro: actuar en sectores de escasos recursos no puede ser sinónimo de soluciones de bajo estándar, de materiales baratos, de arquitectura mediocre, de proyectos lentos y olvidos rápidos. Hasta el momento la experiencia y la inversión han valido el esfuerzo.

Columna originalmente publicada en Pedestre