Reflexiones post Habitat III: Después de Quito ¿Hacia una nueva agenda urbana?

Quito © usuario de flickr Simon Matzinger licensed: cc

Por Christian Matus*

En octubre, se realizó en Quito, Ecuador, la Conferencia Internacional Habitat III, en donde los gobiernos de los países miembros de las Naciones Unidas aprobaron la Nueva Agenda Urbana, que pretende marcar las bases de cómo se piensa impulsar el desarrollo urbano en los próximos veinte años.

Pese a que la convocatoria invitaba a pensar y decidir juntos el futuro de las ciudades (“In Habitat We Decide The Future of Cities Together”), los avances concretos en dar un giro al modelo de desarrollo urbano, desde una agenda política comprometida con la sustentabilidad y la justicia espacial, fueron escasos.

Tres son los principales déficit y vacíos que nos deja la Conferencia de Quito.

Primero, como plantea el ‘Manifiesto del Foro Habitat Alternativo’, hoy los poderes económicos hacen la política urbana, y los políticos –y los gobiernos– se ponen al servicio de la economía. En ese marco, la Declaración de Quito encubre que los problemas y conflictos de la ciudad del siglo XXI tienen causas y agentes responsables concretos. Se plantea una Nueva Agenda Urbana (NAU) complaciente, que separa los procesos urbanos del modelo de la ciudad que está detrás. No se sitúa el abordaje del futuro de las ciudades desde una crítica al capitalismo en su fase actual: mercantilización, comodificación, financiarización.

La NAU promueve la continuidad del actual modelo de desarrollo, planteando como principios básicos: el no dejar a ninguna ciudad atrás (en su desarrollo); promover las economías urbanas sostenibles e inclusivas; y fomentar la sustentabilidad ambiental.

Esta visión, resumida en seis conceptos clave, adjetiva el ideal de ciudad futura. Integrando fragmentadamente las principales premisas del urbanismo contemporáneo y de la reflexión crítica sobre la sustentabilidad urbana, se propone promover al 2036: ciudades compactas, inclusivas, participativas, resilientes, seguras y sustentables. En esa tendencia de cooptación del lenguaje del urbanismo crítico, una de las contradicciones más evidentes es la inclusión del ‘derecho a la ciudad’, que se reduce al acceso a bienes y servicios. Así, se disuelve su carácter de utópico espacial-temporal, que plantea la transformación radical de la ciudad y la organización del territorio.

En segundo lugar, pensada como plataforma liderada por los gobiernos nacionales, la NAU excluye el protagonismo que debieran tener la ciudadanía y los gobiernos locales. Cabe establecer que, en el marco del actual proceso de globalización, los planteamientos de las organizaciones internacionales como Naciones Unidas han sido influenciados por los poderes económicos que gobiernan y producen la ciudad. Lejos de su rol inicial, los organismos internacionales contribuyen a legitimar un modelo de desarrollo urbano centrado en la financiarización de la urbanización y la competitividad urbana. En ese marco, cabe preguntarse cuál es el futuro de Habitat como foro global y –como plantea el foro del Habitat Alternativo– si no se debiera pensar su superación por parte de una plataforma de reflexión y acción liderada por la ciudadanía y los gobiernos locales que, acorde a los acelerados tiempos de la globalización, se reúna en períodos más cortos y no cada veinte años para establecer en el mediano plazo una agenda de cambio.

Finalmente, Habitat III hereda un conjunto de temas no resueltos, que dificultan afianzar propuestas de transformación de políticas urbanas que producen y reproducen cotidianamente la desigualdad. Un tema clave para Chile y América Latina es la ausencia de medidas para propiciar un modelo distinto al de ciudad neoliberal. Citando a Harvey (1977), existe una relación indisociable entre justicia social y justicia territorial, que permite entender cómo se puede, a través de acciones concretas, contribuir a establecer un modelo de desarrollo urbano alternativo al hegemónico. Se echa de menos el compromiso con medidas y políticas de lucha contra la desigualdad territorial que permitan orientar, al menos desde una perspectiva reformista, un cambio de rumbo del actual modelo de desarrollo desigual.

En síntesis, el escenario de discusión que nos deja Habitat III pareciera profundizar el quiebre existente entre la visión de los que representan los poderes que gobiernan la ciudad y los que viven sus consecuencias. Resulta ilustrativo cómo ese desencuentro se visibilizó también en la fragmentación de los espacios de discusión. En la conferencia oficial, los gobiernos nacionales e instituciones internacionales; en el Habitat Alternativo, intelectuales y autoridades locales; y, en el ‘Encuentro Todas las Voces en Resistencia’, los movimientos sociales y organizaciones de base.

Pero no todo son malas noticias desde el Ecuador. Mientras la NAU se construye lejos de los sujetos, múltiples prácticas dentro de lo urbano están dispuestas a desbordarse con posibilidades alternativas. El encuentro y articulación de organizaciones y ciudadanos en múltiples foros, prefigura caminos de transformación del desarrollo en el territorio. Ese “algo diferente” (que algunos denominan heterotopía) no surge de una agenda impuesta o de una plan consciente, sino simplemente de la reflexión colectiva y del intercambio de experiencias, de la praxis, de lo que la gente hace, siente, percibe y empieza a articular, en su búsqueda de construir un futuro distinto para la vida urbana. Un futuro que se encuentra más allá de los límites que plantea la Nueva Agenda Urbana.

* Investigador postdoctoral del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS). Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos, Pontificia Universidad Católica de Chile. Antropólogo Social de la Universidad de Chile. Especialista en el desarrollo de investigación e intervención en temáticas de urbanismo participativo, patrimonio e identidad, planificación integrada y desarrollo territorial.