Opinión: Tarifa integrada en el transporte público santiaguino

Por Nicolás Valenzuela, Secretario de Planificación de la Municipalidad de Providencia.

Hace unas semanas se anunció la implementación en 2018 de un teleférico que unirá las comunas de Providencia y Huechuraba, cubriendo el trayecto que hoy toma 45 minutos en solo 12 y proyectando transportar a 6 mil personas por hora.

Desde la perspectiva urbana, en una primera instancia surgía la preocupación de que este importante avance y aporte a la movilidad de las personas en la ciudad no se convierta en una muestra de ‘apartheid’ del transporte, al no ser parte del sistema de tarifa integrada de Transantiago. Por ello, fue trascendente lo precisado por el ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga, quien explicó que se realizarían las gestiones para que este teleférico se integre tarifariamente al resto del sistema de transporte. Ello va en directo beneficio de las personas, dado su aporte a la integración social y al positivo impacto para descongestionar nuestras calles.

La fallida implementación inicial de Transantiago el 2007 transformó al sistema de transporte público capitalino en el sinónimo de ‘lo peor’ y fue utilizado desde entonces para señalarlo como ejemplo de mala política pública.

Es cierto que hubo errores graves, como la enorme falta de infraestructura adecuada para el buen funcionamiento del sistema, que se reflejó en la ausencia de andenes, de zonas pagas y de corredores exclusivos, mecanismos para ahorrar tiempo a los usuarios. Además, los principales paraderos de buses de Santiago se transformaron en un estándar en transporte comparable a los campamentos entre las viviendas.

Sin embargo, el Transantiago generó cambios radicales que son tremendamente positivos. Los enumero en orden ascendente: primero, al regular, sectorizar y licitar la totalidad del territorio, se permitió pensar por primera vez el sistema de transporte público en su conjunto. Segundo, la incorporación de la tecnología de la tarjeta bip! hizo más fácil, segura y eficiente la experiencia diaria de usuarios y operadores para realizar el pago, además de generar información valiosísima para la planificación del sistema.

Gracias a los dos cambios anteriores, apareció el tercer cambio, que fue lo mejor del transporte público de la capital: la tarifa integrada. Este novedoso e importante logro hizo que cientos de miles de personas que antes solo ocupaban las micros amarillas, pasaran a ocupar el Metro y los buses, indistintamente. Mediante la integración tarifaria entre modos e incorporando transbordos, mucho más que el doble de personas pasaron a ser usuarios de un sistema de transporte público integrado.

En una sociedad donde el 50% de los asalariados gana menos de $264.000 pesos mensuales (según datos de la Fundación Sol), el solo hecho de transportarse de ida y vuelta al trabajo significa más de un 10% del ingreso líquido. El pasaje se transforma en un costo que las personas pagan por acceder a empleos. Antes del 2007, realizar combinaciones o subirse al metro significaba llegar a gastar el 20% del sueldo líquido, es decir, 1 de cada 5 pesos ganados. Esto, solo considerando los gastos propios del asalariado. ¿Qué pasa si sumamos sus cargas familiares?

Por esta razón, en el caso del Metro y los transbordos se producía una segregación en algo similar a lo que ocurre en nuestra educación: segregación entre los más pobres y los medianamente pobres. Quien ya pagaba un pasaje, quedaba amarrado a ese único viaje. Por ello ocurrió el aumento explosivo de demanda en el Metro desde el inicio de Transantiago: el Metro se transformó para convertirse en un medio de transporte mucho más masivo y más inclusivo.

A pesar de sus dificultades, Transantiago generó un nuevo estándar de integración tarifaria, posibilitada por el buen uso de la tecnología. Los modos de transporte que vuelvan a aplicar cobros aislados aportarán menos a una mejora del transporte público en general y serán un retroceso en la disminución de la segregación de modos de viaje que logró la tarifa integrada. Santiago tiene algo que es propio de esta ciudad, que ya ganaron sus trabajadores. Hay que entenderlo y cuidarlo. Por eso, saludo los esfuerzos para la integración tarifaria del anunciado teleférico: transporte público, sustentable, de calidad, y accesible para todos.