La última joya de la belle époque capitalina

Por Diego Villega C., La Tercera.

[Esplendor y ruina] El Palacio Elguín, en Alameda con Av. Brasil, fue construido en 1887 por el descubridor de la mina Los Bronces. Hoy, se busca su protección.

EL Palacio Elguín es coronado por una majestuosa cúpula y está compuesto por tres pisos y ocho salones de diferentes estilos: Luis XV, árabe, oriental, italiano renacentista y Enrique II. Todos estuvieron repletos de obras de arte y comedores franceses durante la edad dorada del Santiago antiguo. Hoy, casi no quedan vestigios de tales lujos y el primer piso del edificio alberga locales de repuestos de autos. Por ese emotivo, la Municipalidad de Santiago y Gastón Fernández, miembro del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), buscan su protección.

“Es el último palacio que queda sin proteger. Mi moción coincidió con la declaración de la Municipalidad de Santiago. Es urgente preservarlo”, afirma Fernández.

El palacio Elguín, construido en 1887 por Teodore Burchard, el mismo arquitecto de la Basílica del Salvador, es una de las últimas construcciones románticas que se encuentran en pie. De fines del siglo XIX, pertenece a la belle époque santiaguina, caracterizada por la opulencia de sus edificios.

Según el restaurador Mario Rojas, quien ha trabajado en la reconstrucción del palacio en compañía de Fernando Imas y Jimena Marín, el recinto es un vestigio de las mansiones que se levantaron en la ciudad.

“Fue escenario de grandes reuniones sociales, presididas por los hijos de Elguín, cuya fortuna era muy comentada en la época. En la bóveda subterránea con doble puerta de seguridad se guardaban lingotes de oro macizo”, cuenta Rojas.

El palacio tiene más de 2.100 metros cuadrados, y hasta la década del 20 fue el inmueble de mayor altura de Santiago, antes de la apertura del edificio Ariztía, en calle Nueva York.

Tenía en su interior un parque con alameda y laguna, mientras los pisos superiores estaban destinados a los dormitorios.

“No hay claridad sobre por qué no se ha declarado Monumento Nacional. Tiene todas las cualidades para serlo”, agrega Mario Rojas.

Actualmente, el Consejo de Monumentos solicitó a la Municipalidad de Santiago una planimetría del inmueble con el fin de conocer su situación actual, además de una carta con la opinión del propietario.

“Se pidió el catastro para ahondar en el valor de este palacio y sugerir proyectos que podrían darle un nuevo uso al inmueble”, explica Daniela Díaz, miembro de la comisión de arquitectura del CMN, quien está a cargo de llevar el caso en la entidad.

Nazario Elguín se transformó en uno de los hombres más acaudalados de Santiago gracias a un golpe de suerte que tuvo en 1869, luego de trabajar por largos años en las minas de Patagua, en Llayllay, que pertenecían al padre de Benjamín Vicuña Mackenna, Pedro Vicuña.

Ese año, un grupo de extranjeros le pidió a Elguín que realizara una travesía hacia la cordillera para encontrar alguna veta. El minero emprendió el desafío y no sólo encontró el rico yacimiento de La Descubridora, sino que también Los Bronces, hoy Disputada de Las Condes.

El emprendedor se hizo millonario en un momento en que la aristocracia chilena cedía terreno a la nueva burguesía minera, deseosa de llevar una vida opulenta, llena de lujos en enormes palacetes. Elguín no quiso ser menos.

Así construyó en 1887 la vivienda que no pasó inadvertida por los cronistas de la época, quienes no escatimaban adjetivos para hablar de las bondades de la construcción y su modalidad de viviendas de renta, que permitían que la propiedad se autofinanciara.

“La casa fue cerrada, pero desconocemos el motivo. Vivió ahí el mayordomo, junto a su familia, hasta los años 80, cuando todo el mobiliario fue rematado”, explica Mario Rojas.

Al morir, Nazario Elguín fue enterrado en otra de las excentricidades que mandó a construir: un exótico mausoleo con estética maya y azteca emplazado en el Cementerio General, que incorporó escalinatas hacia una pirámide, serpientes emplumadas y un tótem de la diosa Coatlicue.