Agricultura Urbana: Diseñando desde la distancia

Por Vanessa Quirk

Un huerto urbano en un techo de San Francisco. © Peter Dasilva para The New York Times.

“El habitante urbano típico de hoy no posee ninguna consciencia de dónde y cómo se produce/comercializa la comida. Nos hemos vuelto dependientes a grandes y poderosas corporaciones que operan con la máxima rentabilidad económica para proveer cantidades de comida a gran escala desde procesos industriales hasta nuestros supermercados, el único lugar donde se vuelven visibles. Todo lo que sucede entremedio es invisible para el consumidor, enormemente complejo y, en última instancia, insustentable”. (1)

La Agricultura Urbana tiene un increíble potencial, pero infortunadamente en Estados Unidos, tiene aún un largo camino que recorrer. Nuestra economía, nuestros gobiernos y nuestra tecnología, incluso nuestra percepción de lo que significa “alimento”, se basan en el sistema alimenticio actual, por lo que la Agricultura Urbana surge como una muy buena alternativa, pero honestamente, no todavía.

Entonces, ¿dónde nos sitúa esto hoy en día?

Alrededor del mundo, los ciudadanos están hablando de que en nuestras manos existe una Revolución de la Alimentación que se está materializando a través de jardines en los techos, grupos activistas de comida, huertos y agricultores urbanos. Por mientras, la comunidad y los políticos son vitales para influir en las opciones de diseño de espacios públicos que integren esta tendencia.

Para diseñar nuestras ciudades -espacios públicos y lugares cívicos, hospitales y colegios- considerando la comida, podemos fácilmente visibilizar esta Revolución de la Alimentación como parte de la vida urbana, permitiéndonos tomar un primer paso crucial: eliminar la distancia psíquica/conceptual entre los habitantes y nuestros alimentos.

¿Qué sucedería si diseñáramos nuestra ciudades teniendo en cuenta la alimentación?

Más detalles después del salto.

Actividad del Park(ing) Day, un evento que reutiliza el espacio de estacionamientos como espacios públicos. Via Rebar.

Para ser visto, atrévete

En el artículo “Agricultura Urbana: Lo que Cuba puede enseñarnos” se puede conocer una de las razones que motivó al país centroamericano a crear una economía auto suficiente basada en la Agricultura Urbana, lo que en sus inicios fue considerado una  verdadera audacia.

Antes de que el gobierno cubano se involucrara en el desarrollo de huertos urbanos en La Habana, los ciudadanos locales hacían todos los esfuerzos para que no se ignoraran completamente. Así, cualquier espacio que tuviera tierra, desde terrazas hasta balcones en desuso que se multiplicaban en la ciudad, fueron convertidos en jardines en poco tiempo.

Esta “piratería” del espacio público/privado es lo que desarrolla el colectivo DIY/Guerrilla Urbana y que valida un nuevo reporte de la Asociación de Investigación de Planeamiento Urbano de San Francisco (SPUR), el que sugiere que este modelo de desarrollo urbano permitiría legalizar la conversión de zonas complicadas en puntos de Agricultura Urbana a través de la participación de los habitantes.(2)

Tomemos como ejemplo, la iniciativa de Rebar, un grupo de artistas y diseñadores que tomaron más de un lugar de estacionamientos de San Francisco en 2005 y lo transformaron en un improvisado parque, actividad que bautizaron como Park(ing) Day y que en noviembre de este año se realizó por primera vez en Chile. En 2009, el evento fue tan popular que la planificación de la ciudad creó una nueva autorización para “parklets”, e incluso creó su propio programa “Pavimento para Parques”, que transforma el espacio vial de las plazas públicas en lugares de recreación.

Otro proyecto Rebar, el Jardín VIctory Garden ubicado en el espacio cívico de San Francisco con un huerto urbano. Via Afasia.

San Francisco es única en sus políticas de Urbanismo. De hecho, a través de una respuesta directa a los deseos y las necesidades de sus ciudadanos, refuta la tradicional lógica de la burocracia, poniendo en conversaciones abiertas el “correcto” uso del espacio público.

Los mismos temas de las conversaciones y el espíritu “pirata” pueden ser utilizados para integrar la Agricultura Urbana en los espacios verdes públicos. Tal es el caso de otro proyecto Rebar que, en 2008, transformó 10.000 {m2} de la Plaza Cívica del Centro de San Francisco en un “Jardín de las Comunidades”, como “parte de un esfuerzo más amplio para reconsiderar la forma en que pensamos el espacio urbano exterior, transformando paisajes ornamentales en paisajes productivos”.

Los 45 kilos de productos frescos del jardín que se producen en una semana – y que son donados a bancos de alimentos locales – no podrían alimentar a toda la ciudad de San Francisco. Sin embargo, el huerto puso de relevancia una necesidad específica: reunir a los miembros dispersos de la comunidad y crear un diálogo entre los ciudadanos y políticos sobre el potencial productivo del espacio público. [4]

Aunque la mayoría de los espacios cívicos no están dispuestos a convertirse en paisajes productivos como San Francisco, hay muchos espacios semipúblicos que aún no se han explotado plenamente, pero que tienen un potencial para ser parte de la Agricultura Urbana.

El patio de Edible School, por Work AC.

Educar e Integrar

Si te has perdido la Revolución de la Alimentación de Jamie Oliver o el programa “Let’s Move” de Michelle Obama, entonces me temo que no has estado prestando mucha atención al impacto de la Agricultura Urbana en distintas áreas, ya que ambas campañas han reconocido la importancia de la integración práctica de la educación alimentaria en las escuelas. Con el objetivo de eliminar la combinación letal de hambre y la obesidad que poco a poco paraliza a nuestros jóvenes, particularmente a los de comunidades de bajos ingresos, estos programas son claros ejemplos de que los jóvenes se suman a las iniciativas integradoras.

Como co-fundadores del proyecto Foodprint, Sarah Rich y Twilley Nicola, de “Geografía Comestible”, señalaron en una entrevista para Omnibus Urbano que la salud es “donde las mentes de las personas y los ojos están ahora.” Los arquitectos ya han comenzado a utilizar las Directrices de Active Design para promover comportamientos saludables – no es ilógico sugerir que también pudieran utilizar el diseño para fomentar una relación más sana con la comida. Como Twilley compartió en una entrevista conmigo: “lo local no tiene porqué significar geográficamente local. Hay formas de diseño para reducir la distancia entre el origen del alimento y el consumidor. ”

Pero el diseño de “Edible Schoolyards” escuelas con huertos urbanos no significa limitarlos únicamente a los estudiantes. En 2010, un proyecto piloto en San Francisco fue destinado a hacer patios escolares abiertos al público fuera del horario escolar, con la esperanza de convertirlos en “centros comunitarios”. [2] ¿Qué pasa si la misma lógica se aplica a los jardines de espacios públicos?

En Cuba, los huertos comunitarios locales sólo prosperaron con la creación de casas de semillas, verdaderos almacenes agrícolas que proporcionaron los recursos y, más importante aún, la información sobre las técnicas de cultivo. Por esto, los jardines como “centros comunitarios” igualmente podrían promover iniciativas educativas y de extensión comunitaria para ayudar a que la agricultura sea una parte omnipresente de la vida urbana.

Los hospitales, por ejemplo, ya han comenzado a buscar iniciativas más sostenibles de fuentes más frescas de alimentos para los pacientes. De acuerdo a un estudio de 2011 realizado por Health Care Without Harm, “el 80% de los hospitales de todo el país organizaron un mercado de agricultores o programas comunitarios apoyados por la agricultura local y alrededor del 60% compró alimentos directamente de una granja local, lo que sería muy adecuado para integrar los jardines públicos y educativos in situ. Así también los techos de restaurantes  o cualquier espacio público, podrían activarse para producir y educar sobre la comida.

A map showing the many Urban Agriculture Projects in San Francisco, a city on the cutting-edge of Urban Ag Policy. Via SPUR.

El diseño desde la distancia

“En resumen, los beneficios de la agricultura urbana […] no radican en su potencial para alimentar a la ciudad, sino en su capacidad para educar a los consumidores sobre los alimentos frescos, sanos y el esfuerzo que se necesita para producir y ofrecer espacios verdes vibrantes de recreación; proporcionar ahorros y beneficios ecológicos a la ciudad, ayudar a construir la comunidad y, potencialmente, servir como una nueva fuente de desarrollo económico modesto “[2]

Mientras los arquitectos y urbanistas ciertamente tienen el potencial para repensar nuestras ciudades, a través de los paisajes productivos y alimentos eficientes, siendo realistas, hay que empezar poco a poco. Al aprovechar el poder de estos movimientos y que sus esfuerzos puedan integrarse mejor en la comunidad, podemos comenzar a educar a la población urbana sobre la comida, cerrar la brecha entre el consumidor y el productor, y hacer que la producción / distribución sea parte de la conversación en torno a la vida urbana. Sólo entonces puede convertirse en alimento a través del cual se discuten y diseñan nuestras ciudades del futuro.

Vía archdaily.com