La “Libertad” en el Nuevo Subsidio de Elección Solidaria

Escrito por:  Eduardo Martínez. Arquitecto PUC.

Nadie puede estar en contra de más libertad, pero si ponemos a una persona hambrienta delante de un pedazo de pan añejo y lleno de hongos, es bien difícil sostener que lo más importante, y lo que debemos garantizar como sociedad, es que esa persona pueda libremente escoger entre varios panes con diferentes grados de “añejura” y distintas variedades de hongos, antes de plantear como imperativo que se debe procurar entregar pan en buen estado. También resulta bastante “torsido” plantear, que si esa persona se come el pan, de alguna manera está validando o haciendo una especie de declaración implícita de “gusto”. Algo así como relativizar el hecho objetivo de que ingerir comida en mal estado sea algo malo porque “la persona escogió libremente hacerlo”.

Las referencias a la libertad de elección han sido recurrentes en los principales anuncios del gobierno respecto a nuevas políticas en salud, educación y recientemente, tras el anuncio del nuevo sistema de subsidio habitacional para sectores bajos, también en vivienda. Se ha enfatizado como uno de los ejes del nuevo Subsidio de Elección Solidaria, la idea de empoderar a las familias entregándoles a ellos directamente la posibilidad de escoger, con subsidio en mano, libremente en el mercado sus viviendas y no tener, como antes, que postular a los subsidios en grupos de familias a través de las Empresas de Gestión Inmobiliaria Social (EGIS).

Dicho lo anterior, y guardando las proporciones, cabe preguntarse si no se estará acá enfatizando, como en el caso del pan en mal estado, excesivamente el tema de la libertad de elección en circunstancias que el problema no está ahí (en una libertad cohartada) sino en lo malo que resulta aquello que me están dando a escoger.

Uno de los mayores dramas de la vivienda social hoy es su localización. Una vivienda de hasta UF 600 (como son las viviendas sin deuda) no pueden pagar por el suelo más de 1UF/m2. Esto implica que esa casa (esa familia) solo puede pagar por los peores lugares de la ciudad, los menos equipados, los más alejados. Como la localización ya es mala, y se acumula gran cantidad de viviendas en un mismo territorio, tampoco se visualizan muchas opciones para que “el mercado” localice allí buenos colegios, ni servicios, ni bancos, etc. Finalmente se termina entrando en un circulo de deterioro urbano y social progresivo que favorece la marginalidad con todo lo que ello implica (delincuencia, mala calidad de educación, etc)

Seamos concretos: plantearle hoy en Santiago a una persona pobre que puede libremente “salir a comprar al mercado” un vivienda de menos de UF 600 equivale a plantearle que se vaya a vivir a Los Andes, Colina, Padre Hurtado, Peñaflor, Melipilla, Buin o a los pocos terrenos que pueden quedar en los peores sectores de Puente Alto, San Bernardo o La Pintana. No quiero desmerecer a esas comunas, pero está claro que pedirles que salgan a comprar al mercado a los más pobres es pedirle que se vayan bien lejos con todos los costos en tiempos de viaje para familias que ya están en un estado de fragilidad social alto.

¿Es entonces la libertad de elección lo que debiera perseguirse con fuerza en una política de solución de vivienda social? ¿No será mejor preguntarse antes si descansa en esa libertad la oportunidad de corregir los mayores problemas asociados a la vivienda social, como la concentración que genera “ghetos”, la falta de equipamientos, el bajo estándar urbano, la carencia de transporte?

A mi juicio la política de subsidio anterior tampoco era la más adecuada pero fue al menos más creativa. Buscó estimular el “reciclaje” de viviendas usadas, premiar la localización y también la integración social. Este gobierno estimó, sobre todo por los abusos en que incurrieron las EGIS, que debía volverse a una política en donde el beneficio es individual y se entrega directamente sin intermediarios. Algo así como una versión de “power to the people…”.

Pienso que el Estado debiera planificar la vivienda social de manera mucho más integral preguntándose antes de entregar los subsidios, en qué lugares se rentabilizará de mejor manera su gasto. Para eso es fundamental una coordinación interministerial, porque se debe revisar donde están construyéndose y panificado los corredores del transantiago, en donde se planea construir los hospitales, donde se va invertir en colegios, etc. Con ese análisis por capas tendría claro que no tiene sentido desembolsar un subsidio para una casa en la periferia, sino que definiría de antemano polígonos en que el subsidio de vivienda efectivamente se rentabiliza y no se tira a un saco sin fondo para una vivienda que costó UF600 en el año 0 y al año 5 vale UF550. Algunos dirán que el valor de suelo de esos sectores será más alto…pues bien entonces se puede autorizar a densificar, siempre y cuando sea para aplicar el subsidio, otra opción es simplemente aumentar en esas áreas el monto del subsidio.

El día en que la persona que compra una vivienda de UF 600 posee realmente opciones más allá de las que el mercado entrega hoy por inercia, por ejemplo pudiendo localizarse en áreas peri-centrales en formatos mas densos. Solo ese día se habrá realmente conquistado un espacio de libertad. Por ahora, igual que con la política anterior, me da la impresión que no se está atacando realmente el drama actual de la vivienda social que no es el mismo de hace 20 años.

Me parece, para volver al comienzo, que con el nuevo subsidio se está errando el foco, enfatizando con fuerza la idea de de poder escoger libremente pero….solo pan añejo.