El urbanismo frente a la ciudad actual: sus desafíos, sus mediaciones y sus responsabilidades (Parte III)

© Raúl Villalón vía flickr

Puedes revisar aquí la introducción, la primera parte y segunda parte.

Tercera parte. Las tendencias constructoras de la ciudad y de la ciudadanía

Es la otra cara de la ciudad y la ciudadanía. En la ciudad actual se expresa la resistencia ciudadana social, política y cultural. El derecho a la ciudad.

1. La revalorización de las ciudades

La ciudad ha sido revalorizada social y culturalmente y también por los profesionales del urbanismo y por los cientistas sociales. “La ciudad no es el problema, es la solución.” dijo Jaime Lerner, el arquitecto y “prefeito” (alcalde) de Curitiba. Hoy es probable que The Economist no pusiera en primera página “La ciudad es el infierno”. El discurso del miedo y la violencia, el rechazo de los “extraños”, la contaminación y las dificultades de la movilidad, el empobrecimiento del espacio público, el coste de la vivienda… todos estos males no se han impuesto al valor-ciudad. Se aprecia la vida urbana, el espacio público, la diversidad de ofertas, la complejidad y la proximidad del comercio y la cultura, la presencia del tiempo contenido en el espacio1 . La resistencia de las ciudades ha sido una reconquista ciudadana de los habitantes, de gran parte de la población de las clases medias y bajas (aunque los barrios cerrados han proliferado mucho, en América más que en Europa). La ciudadanía ha expresado la adhesión al barrio y a la ciudad, a las centralidades próximas, al entorno significante. El derecho al lugar reivindicado también por sectores populares slumizados2 en barrios degradados, en viviendas autoconstruidas, incluso en campamentos. La gentrificación ha sido una prueba de la querencia a la ciudad, aunque haya servido el “quítese usted (sector popular) que me pongo yo (burgués bohemio)”3 . La bandera que levantó en favor de las ciudades Jane Jacobs con su obra clásica (Muerte y vida de las grandes ciudades) hace más de 50 años sigue aún inhiesta.

2. El valor ciudadano del espacio público

La reconquista de la ciudad por la ciudadanía se ha expresado en el espacio público. En el período posterior a la segunda guerra mundial, en las décadas 50 y 60 del siglo pasado, el movimiento moderno, en nombre del higienismo, construyó conjuntos y torres con espacios vacíos que se prestaban en muchos casos poco adecuados a los usos colectivos. La motorización del tráfico, principalmente el auto privado, fue reduciendo otros usos, el recorrido a pie y el estar en el espacio público. En los años 70 y 80 se produjeron procesos de reconquista del espacio público como ámbito de acceder a los equipamientos, la animación de los espacios abiertos, la expresión de identidades y conflictos. Se cuestionó algunos aspectos del movimiento moderno que no reconocía elementos como la calle y la plaza4 . Pero si bien se han mantenido o recuperado espacios públicos de alta intensidad colectiva en las ciudades centrales y compactas no sido así en los desarrollos periféricos. Sin embargo los movimientos ciudadanos y barriales e importantes sectores del mundo cultural y profesional han defendido y reconquistado los espacios frente a los intereses económicos especulativos y la obsesión de control social que es inherente a los gobiernos estatales y en menor grado pero también los locales.

3. La ciudad compacta: convivencia e innovación

La recuperación de la ciudad compacta ha sido la respuesta contraria a la urbanización difusa, fragmentada físicamente, segregada socialmente y atomizada cultural y políticamente. Los factores que intervienen en esta recuperación son evidentes. Se ha ido generando un consenso (relativo) entre profesionales, responsables políticas y ciudadanos activos que la ciudad compacta es socialmente más integradora y más justa, políticamente más gobernable y participativa y ambientalmente más sostenible y menos despilfarradora. Contra el tópico la ciudad compacta es más segura que las urbanizaciones periféricas. La actividad económica se desarrolla mediante la interdependencia entre empresas y entre colectivos profesionales. Y la creatividad cultural y la innovación social y cultural se generan principalmente en las ciudades densas y heterogéneas. Son las ciudades donde el azar crea los intercambios más productivos.5

Sin embargo las dinámicas del mercado, la atomización de los gobiernos locales en las áreas o regiones metropolitanas y la debilidad o complicidad de los profesionales y de los gobernantes se genera una dualidad entre la ciudad compacta que mantiene en algunas partes el ambiente convivencial y creativo y las periferias metropolitanas lacónicas, empobrecidas culturalmente y en muchos casos monoproductivas. Es la resistencia social de los ciudadanos que defienden su “derecho al lugar”, a mantenerse en el barrio o ciudad en donde poseen los lazos sociales, la memoria del espacio, la diversidad de ofertas y de posibilidades. Y también las poblaciones que se instalaron en conjuntos de vivienda con la expectativa de una vida mejor y que en bastantes casos al cabo de un tiempo los abandonan y buscan acomodo en barrios, a veces degradados o marginales, pero conectados con la trama ciudadana.6

4. La resistencia social a la financiarización de la ciudad y del territorio

La disolución de la ciudad, la creciente exclusión social, la conversión de gran parte de la ciudad central en monopolio de oficinas públicas y privadas, comercio y turismo y zonas residenciales exclusivas se debe a la financiarización del territorio por medio de la economía especulativa. Pero la crisis económica que se inició a principios de siglo ha sido reveladora de la degradación de las condiciones de vida. Falsos parques tecnológicos y otros grandes proyectos urbanos abandonados, familias desahuciadas por los bancos, conjuntos de viviendas no terminadas o no ocupadas, quiebra de empresas pequeñas y medianas, altas tasas de desocupación y precariado generalizado, recortes y privatización de servicios básicos (energía, sanidad, enseñanza, etc). Al principio y al final aparecen los bancos. El señuelo de enriquecimiento de todos ha sido un juego siniestro, el de la pirámide. La reacción social ha dado lugar a un “empoderamiento” de sectores populares y medios. Incluso de los sectores más vulnerables, como ha sido en España el movimiento de los desahuciados, la PAH (Plataforma afectados por la hipoteca) que ha sumado a los propietarios-endeudados con los que vivían en alquiler y la reducción drástica de los ingresos les han conducido también al desahucio.7 Después de esta crisis el sistema financiero está muy cuestionado. En las encuestas recientes, que establecen el ranking de las instituciones, organizaciones sociales y entidades de interés general, los bancos aparecen al final de la lista, los peor valorados. Como escribió Lefebvre y recogió Harvey “el capitalismo puede crear ciudades pero no puede mantenerlas”.

5. Racionalidad y Justicia metropolitanas

Las regiones urbanizadas concentran gran parte de la población en un área intensamente urbanizada con una ciudad central en unos casos, la mayoría, y en otros una conurbación de dos o tres ciudades. Pero las dinámicas del mercado por una parte y la fragmentación político-administrativa (reforzada por el localismo identitario) por otra genera muchas disfunciones. En vez de consolidar la ciudad (o conurbación) central y organizar centralidades aglomeradas en el resto vasto y desigual proceso urbanizador se multiplica la urbanización difusa. Se generan múltiples despilfarros (o por el contrario déficits) de recursos debido infraestructuras urbanizadoras, altos costes ambientales, incoherencias urbanísticas, degradación del capital fijo productivo, conjuntos de viviendas sin ciudad, grandes equipamientos aislados, etc. Todo lo cual deriva un “mal estar” generalizado y en una progresiva conciencia de que se trata de una “injusticia espacial”8 y de una pésima gestión del territorio.

Ciertamente no se ha socializado una cultura metropolitana pero si que los profesionales y expertos y muchos dirigentes o activistas sociales se plantean la política en el ámbito metropolitano. La crisis actual es también una oportunidad innovadora y justiciera. Hay que destacar tres grandes ejes de políticas metropolitanas. Uno, la regeneración del capital fijo y social (habilidades de la población) para promover una renovada economía productiva, generadora de empleo y con criterios ambientales. Dos, una cultura austera respecto a las infraestructuras, equipamientos, vivienda y servicios colectivos que garanticen los derechos propios de los ciudadanos por igual. Lo cual requiere una fiscalidad metropolitana que permita políticas redistributivas y un urbanismo concentrador de la población. Tres, la reorganización política de las regiones urbanas y ciudades metropolitanas (cuestión que lo tratamos más adelante).

6. La economía ciudadana o colaborativa

La economía de las ciudades no se puede evaluar por medio del PIB (producto interior bruto). O por lo menos es solo un indicador muy sesgado. Se mide por medio de las transacciones monetarias. Sin embargo en la ciudad se producen y se intercambian bienes y servicios, vinculados principalmente para la reproducción social (vivienda, educación, cultura, ocio, uso del espacio público, seguridad, etc) que no se puede evaluar , o muy parcialmente, por medio del PIB. La economía urbana debe necesariamente integrar estos bienes y servicios que en teoría forman parte de los derechos ciudadanos y se garantizan por medio de las políticas públicas. Sin embargo el coste administrativo del “estado del bienestar” generó las políticas neoliberales que redujo los bienes comunes y los servicios universales por medio de las privatizaciones y las concesiones a empresas (públicas, mixtas o privadas). La acumulación de capital se benefició en detrimento de los derechos sociales. Por otra parte la economía ciudadana debe tener en cuenta otros parámetros como es el medio ambiente, la ocupación de la población activa, la formación continuada, la calidad de vida, etc. En resumen la economía debe integrar la reproducción social. Se puede dar la paradoja que la economía convencional, competitiva y evaluada en beneficios, puede ir muy bien y la ciudadanía vaya muy mal.9 En la última década ha emergido una “economía ciudadana”10 que ha ampliado lo que se consideraba “economía social” y ahora también se denomina “ciudad colaborativa”.

Es una propuesta que pretende vincular los intereses generales con vocación igualitaria (en teoría monopolio de los Estados) con el afán de autonomía individual y que implica una gran diversidad de los colectivos sociales. Es un intento de superar la burocratización estatalista de la deriva del welfare state y el individualismo salvaje del neoliberalismo. La ciudad no es solo el lugar de experimentar, es desde donde se puede transformar la relación de la producción y el consumo con el medio ambiente y los recursos básicos, una renovada concepción del trabajo y del ocio, la convivencia activa de la ciudadanía organizada y su relación con las instituciones, la generación y la difusión del conocimiento, la innovación económica como por ejemplo la creación de monedas complementarias. La ciudad colaborativa se desarrolla principalmente en el consumo (uso conjunto del auto, compras conjuntas de alimentos) y el intercambio o trueque de servicios (tu me das clase de inglés y yo te preparo la comida) También en la producción (rehabilitación de las viviendas, huertos colectivos, reparación de computadoras o electrodomésticos) o crea espacios para la convivencia, el intercambio de conocimientos y la producción de ideas. A las iniciativas empresariales y a las políticas públicas opone o apoya a partir de sus ideas e intereses colectivos. La ciudadanía organizada se erige en contrapoder de las instituciones del Estado y de los poderes económicos. En la práctica la ciudad colaborativa mezcla trabajo, consumo, relaciones sociales, ocio e innovación, y alternativas políticas ciudadanas. Se mezclan afán individual de ahorrar; conciencia crítica del despilfarro, de la necesidad de gestionar los recursos naturales; establecer lazos sociales con el entorno; ampliar conocimientos y expresar aspiraciones de una sociedad mejor. ¿Estamos descubriendo el Mediterráneo o la sopa de ajo? Ya lo han hecho los sectores populares que se instalan en las puertas de las ciudades, se toman el terreno, se ayudan en la construcción de viviendas, cocinan “ollas populares”, se organizan en el cuidado de los niños, se unen para transportarse por grupos; etc. Si, pero lo que antes era el primer paso para hacerse ciudadano ahora son los sectores medios y populares con arraigo antiguo en la ciudad los que recuperan y amplían los ámbitos de la colaboración.

7. La nueva cultura de movilidad (( Ver Manuel Herce “Sobre la movilidad en la ciudad” (Ed.Reverté, Barcelona 2009) y del mismo autor Infraestructuras y Medio ambiente I (UOC, Barcelona 2011). Ver también las referencias que se encuentran en la nota 24, los trabajos de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona que dirige Salvador Rueda y de la Associació de Promoció del Transport Públic de Catalunya. El negocio de las “smart cities” mediante la aplicación de las nuevas tecnologías en la gestión de la movilidad pueden tener efectos perversos pues atenúan de entrada la congestión mediante alternativas en el tiempo y en el espacio, reducen los impactos ambientales, etc. con lo cual facilitan más el uso del auto en lugar de reducirlo a mínimos. ))

El cáncer de las ciudades es el modelo de movilidad de las grandes y medianas ciudades basado en el uso masivo y diario del automóvil privado. En realidad no nos referimos a los ciudadanos, la mayoría de los cuales usan otros medios, sino al número de vehículos y a su tendencia a ocupar gran parte del espacio urbano. En las grandes ciudades el 10% usa el auto pero ocupa el 90% del espacio dedicado a la movilidad. A ello contribuye en gran parte a las formas de desarrollo urbano difuso y extensivo y la insuficiencia y, en países menos desarrollados, la mala calidad de la oferta del transporte público o el informal. Los altos costes ambientales y sociales de la movilidad urbana (contaminación, congestión del trafico, horas destinadas a la movilidad cotidiana, despilfarro de recursos energéticos, accidentes de tráfico, etc) ha generado una toma de conciencia por parte de la ciudadanía.

En los países europeos se ha ido imponiendo la hegemonía del transporte público, el uso de las bicicletas y los recorridos a pie principalmente en la ciudad compacta, que incluye la primera corona periférica. En las ciudades latinoamericanas se han desarrollado en los últimos 20 años políticas urbanas orientada a articular la ciudad formal con la informal11 . Esta toma de conciencia supone una toma de conciencia de políticas integrales: urbanismo que prioriza radicalmente la compacidad del tejido urbano y la diversidad de centralidades, la calidad de la oferta y las tarifas accesibles a todos los potenciales usuarios, la mixtura de funciones y poblaciones en cada zona de la ciudad, etc. El derecho a la movilidad forma parte del derecho a la ciudad para todos los ciudadanos.

8. Paisajes de identidad y de diversidad. La construcción de la convivencia

La creciente cultura ambiental, la afección de la población al medio en el que vive, el entorno securizante y amable, el mantenimiento (o la creación) de elementos físicos o simbólicos que transmitan sentido y identidad, todo ello configura el derecho al lugar.12 Este derecho se reclama explícitamente cuando se pretende desplazar a las poblaciones que habitan una zona en la que los poderes públicos o los empresarios promotores pretenden modificar a la vez la morfología y los ocupantes. Pero también cuando emergen movimientos que quieren mantener los elementos característicos: unas plazas o edificios, un conjunto industrial que ya no está en activo, la reconversión de una zona portuaria o una estación de ferrocarril. Se trata de introducir nuevos usos en los elementos icónicos existentes. Y también las poblaciones, sus habilidades y sus relaciones. También se han desarrollado experiencias positivas de gestión urbana entre poblaciones distintas, por razones culturales, étnicas, religiosas o sociales. La convivencia pacífica e incluso solidaria se consigue mucho más mediante el mutuo conocimiento, el asociacionismo, el compartir espacios colectivos, el evitar los guetos y el acceso (o la reivindicación) de todos los habitantes por igual a los servicios y equipamientos más que mediante normas administrativas y presencia visible de fuerzas policiales.

9. Gobierno del territorio y ciudadanía (( En este punto no citamos bibliografía, que por cierto es muy extensa , debido a que el autor ha escrito bastante sobre esta temática, incluidos informes sobre la organización y las políticas metropolitana en el mundo. Además estuvo al frente de el área metropolitana de Barcelona (1987) y forma parte del Consejo del Plan Estratégico Metropolitano desde finales de los 80 hasta hoy. ))

El uso de conceptos como gobernabilidad y de gobernanza son en si mismos confesionarios, pero además su utilización sirve para dejar en lado los déficits de los gobiernos y también para inventar situaciones sin conflicto. Los gobiernos territoriales de proximidad, los locales, son a pesar de sus limitaciones y con frecuencia su inoperancia, en muchos países están mejor situados en los rankings que los otros niveles del Estado y otras instituciones (Judicatura, Fuerzas Armadas, Iglesias, partidos políticos, etc). Es un punto de partida pero desde mediados del siglo XX numerosos profesionales (urbanistas, planificadores, arquitectos, geógrafos, administradores públicos, etc) plantean la necesidad de instituir estructuras metropolitanas plurimunicipales. Es conocida la resistencia política y social a la creación de gobiernos metropolitanos de base electiva. Los gobiernos de los niveles superiores desconfían del poder de una ciudad metropolitana, los gobiernos locales periféricos y sus poblaciones temen quedar absorbidos y subordinados por la ciudad central y las agencias o entes especializados con funciones de ámbito metropolitano (transportes, agua, desarrollo económico, infraestructuras, vivienda, etc) actúan con una lógica sectorial, generan cuerpos tecnocráticos y actúan en la opacidad y en estrecha relación con grandes empresas.

Ya hemos expuesto la oportunidad que representa hoy la crisis que ha desvelado las crecientes desigualdades sociales, las incoherencias de las políticas públicas, la insostenibilidad de las regiones urbanizadas, le renovación de la economía productiva y la generación de empleo, hacer ciudad integrando la vivienda y las actividades, recuperar y controlar socialmente los organismos y las empresas de prestación de servicios y integrar los programas de infraestructuras dependientes de la sostenibilidad y la reducción de las desigualdades. Hay una demanda latente a todos los niveles de la sociedad de que hay que reapropiarse el territorio. No se puede exponer un modelo de organización territorial pues tanto las formas del desarrollo urbano como la organización político-administrativa de las regiones urbanas y las ciudades metropolitanas son distintas. Pero si que pueden proponer algunos criterios.

Las regiones urbanas tienden a constituir un sistema de ciudades, en su conjunto requieren más planeamiento que gestión, pueden adaptarse o dar lugar a un nivel político-administrativo intermedio y ante todo deben preservar zonas naturales, rurales o agrícolas y evitar la urbanización difusa. La ciudad metropolitana integra la ciudad compacta, la ciudad central y la primera corona, plurimunicipal casi siempre, pero que tiende a dotarse de un gobierno común para promover políticas redistributivas y reequilibradoras, unificar los ingresos fiscales, elaborar el planeamiento territorial y estratégico, promover los grandes proyectos urbanos y gestionar los servicios públicos supramunicipales.13

Las ciudades metropolitanas pueden ser hoy un ámbito de renovación democrática. La ciudad metropolitana se gobierna lógicamente a dos niveles, el metropolitano y de de los municipios periféricos y los distritos (delegaciones, boroughs, etc) de la ciudad central. Pero la emergencia de organizaciones sociales, ambientalistas, barriales, sindicales (cada vez más presentes en los territorios), cooperativistas y otras formas de economía social y colaborativa, etc tienen vocación de proponer, intervenir en los procesos deliberativos, controlar y asumir funciones que hasta ahora han sido propias de las administraciones públicas o las empresas concesionarias o contratadas. La democracia “representativa” está hoy en crisis y las ciudades parecen destinadas a ser las bases de la renovación política. El derecho a la ciudad no es un catálogo de lo que deben hacer las Administraciones públicas. Se requiere también una nueva relación con la ciudadanía.

10. Derecho a la ciudad (( Este concepto, acuñado por Henri Lefebvre en los años 60 empezó a desarrollarse y debatirse a finales de siglo especialmente por parte de David Harvey y el grupo de New Cork (Peter Marcuse, Neil Smith, Tom Angotti, etc. También en América latina por Habitat Internacional Coalition-HIC (Enrique Ortiz, Ana Sugranyes, Lorena Zárate, etc) y por el autor de este texto, ver “La ciudad conquistada” (2003) y “La revolución urbana y los derechos ciudadanos (2013). ))

El derecho a la ciudad no es admitido en Habitat – Naciones Unidas por exigencia de gobiernos nacionales, especialmente los Estados Unidos. ¿Cuál es la razón? Precisamente el carácter abstracto de este derecho no parece que debiera perturbar a los gobiernos y a los organismos internacionales. Es probable que intuyan que el derecho a la ciudad replantea no solo el modelo de ciudad sino el estatuto de la propiedad del suelo y la financiación pública de la vivienda con el objetivos de evitar la especulación, el carácter social de los servicios de interés general, la promoción de la economía colaborativa, el derecho al lugar, la compacidad de la ciudad y la no aceptación de los barrios cerrados, etc Es decir todo lo que se deriva de las proposiciones anteriores. El derecho a la ciudad no es un catálogo de derechos específicos que pueden obtenerse más o menos, unos sí y otros no. Los derechos son interdependientes, no se pueden ejercer unos si faltan los otros. Lo cual requiere políticas integrales y que deben imponerse a la lógica del mercado. No se trata solo de derechos estrictamente urbanos como la vivienda, el espacio público, los equipamientos y los servicios básicos, la accesibilidad y la visibilidad, la centralidad próxima, la movilidad y la inserción en la trama urbana compacta. Pero también la educación y la sanidad públicas, el empleo y la renta básica, la formación continuada y la protección social, el acceso a la cultura y al uso de las tecnologías de información y comunicación. Y la igualdad de derechos políticos y jurídicos a todos los habitantes de la ciudad, la posibilidad real de participar en los procesos de elaboración de los programas de las instituciones políticas y en la gestión cívica o social de las entidades de gestión de interés general.

A pesar de su carácter abstracto el derecho a la ciudad que empezó a citarse por muy pocas personas vinculadas a movimientos sociales en Habitat II (Istambul 1996) pero en menos de 20 años ha alcanzado una gran difusión. En Habitat III (Quito 2016), aunque no lo deseen los organismos internacionales e importantes gobiernos nacionales, los movimientos y organizaciones sociales y políticas y diversas autoridades locales defenderán este derecho. El derecho a la ciudad es irrenunciable pues integra en el mismo concepto las reivindicaciones o demandas específicas de la ciudadanía, la participación política democrática a todos los niveles y la aspiración a una ciudad y una sociedad libre, de iguales y solidaria.

Texto en relación al Foro Social que se prepara con ocasión de Habitat III conferencia de las Naciones Unidas (Quito, octubre 2016). Incluido como parte de Urbanismo para hacer ciudad, especialidad del programa de Ciudad y Urbanismo (UOC).

 

  1. “En el espacio leemos el tiempo”, Kart Schlögel (Siruela, Madrid, 2007, original 2003) []
  2. Slumizado (sic). Del vocablo anglosajón slum, que en su traducción admite equivalentes como chabola, villa miseria, etc. []
  3.  Los “bobos” (bourgeois bohémien) se puso de modo en Paris: el retorno de sectores acomodados, de nivel cultural, retornan a barrios antiguos en proceso de rehabilitación. Es la gentrificación, y excusen el anglicismo. []
  4. Esta desvalorización que hizo el movimiento moderno del espacio público de uso colectivo ha persistido más tiempo en América latina que en Europa, pero a finales de siglo se recupera el valor del espacio público como ordenador del espacio urbano. Ver “Ciudades radicales, un viaje a la nueva arquitectura latinoamericana”, Justin McGuirk (Turner 2015, original 2014). Un indicador de este cambio es el éxito que tuvo la exposición y el interés de los catálogos que se creó inicialmente en Francia por el Institut de la Ville en Mouvement, “La Rue est à nous… à tous/The Street belongs to all for us” (2007 y que se recreó con aportaciones significativas en Buenos aires, “Ganar la calle” (2009) y en Bogotá, “La calle es nuestra… de todos” (2009). []
  5. En un seminario internacional, en los años 90, el director general de la City de Londres, al ser preguntado cual era el equipamiento más estimulante al progreso económico contestó: los “pubs”, donde gente distinta y que no se conoce pueden hablarse. Es la “serendipity”, lo que encuentras sin buscarlo. El urbanista francés François Ascher aplicó este concepto a la ciudad. Ver “L’âge des métapoles” (Paris 2009) y también su contribución “La ciudad son los demás” en “Ciudades, una ecuación imposible” (op.cit, Icaria 2012). Y “De la serendipité”, de Pek van Andel y Danièle Bourcier (L’Act Mem, 2009). []
  6. En el entorno de ciudades mexicanas o chilenas, por citar dos países que han promovido actuaciones de vivienda masiva para sectores populares, han producido conjuntos que pueden estar lejos (hasta más de 20 0 30 kms) o muy mal comunicados. Al cabo de un tiempo una parte de los ocupantes, hasta incluso el 40 o 50 %, han abandonado la vivienda (que acaba derruida o ocupada sin título legal). []
  7. La PAH incluso ha sido la base popular que ha llevado a algunos de sus líderes o portavoces a ser elegidos en las recientes elecciones municipales. El caso más exitoso ha sido la conquista de la alcaldía de Barcelona por parte de la principal portavoz de la PAH, Ada Colau (por cierto una de las autoras de op.cit. Ciudades, una ecuación imposible, 2012). []
  8. Bernardo Secchi, “Ciudad de los ricos y ciudad de los pobres” (Catarata, Madrid 2015, original 2013) []
  9.  El Índice IESE Cities in Motion (2015) analiza mediante indicadores complejos que a su vez se agrupan en 10 clusters (capital humano, cohesión social, economía, gestión pública, gobernanza, movilidad y transporte, medio ambiente, planificación urbana, proyección internacional y tecnología).

    Si comparamos la posición global en el ranking de Madrid y Barcelona con su posición en la economía y la cohesión social podemos constatar que la ciudad está bien y los ciudadanos mal. Barcelona y Madrid están globalmente bien situadas en el ranking, en los puestos 34 y 35 sobre 148 grandes ciudades. En economía están relativamente bien Madrid en el 58 y Barcelona en el 73, justo en la mitad del ranking. Pero en “cohesión social” (inmigración, cuidado de los mayores, sistema de salud, seguridad, inclusión ciudadana, desocupación, coste de la vivienda en relación al ingreso, desigualdad social, etc) tanto Madrid como Barcelona se sitúan en la cola , puestos 129 y 124.  []

  10. Ver “Economía Ciudadana” de Roger Sunyer (UOC, 2015). Ver también Rachel Botsman, “What’s Mine in Your’s: The Rise of Collaborative Consumption, New York 11); Valerie Peugeot: “¿Colaborativa o inteligente? la ciudad entre dos entre dos imaginarios” (UOC, Programa de Gestión de la ciudad y urbanismo, 2005). Dossier de la revista Esprit «Le partage, une nouvelle économie?» (julio 2015). []
  11. “Ciudades radicales”, op. cit. nota 24. []
  12. “Subsidio sin derecho. La situación del derecho a la vivienda en Chile”, Alfredo Rodríguez, Paula Rodríguez Matta y Ana Sugranyes, eds (Sur, Santiago de Chile, 2015). En esta obra colectiva se incluye un trabajo del autor: “Vivienda popular. De la marginación a la ciudadanía”. El conjunto de trabajos tienen como hilo conductor el “derecho al lugar y a la ciudad”. Sobre la identidad del lugar me parece muy expresiva la fórmula del experto en economía y urbanismo de ciudades portuarias: “la reconversión de un puerto viejo en zona ciudadana lo que se haga debe oler a puerto”. []
  13. El Greater London Council es un caso interesante. Es un gobierno local potente pero con competencias limitadas y está formado por 32 distritos que a su vez poseen una parte importante de las competencias propias de los municipios. En Paris se está en pleno debate sobre como organizar el gran Paris. En América latina se debe citar Lima que ha integrado en la macrociudad a sus “pueblos jóvenes” pero con una enorme desigualdad de recursos. El caso más negativo es Santiago de Chile. Es el gobierno nacional que asume las competencias metropolitanas y la ciudad metropolitana compacta está dividida también en una treintena de comunas con competencias limitadas. []