Opinión: Más subsidio al transporte urbano, ¿Y la calidad?

Por Gerardo Ureta, Ingeniero Industrial, diplomado en Economía y Planificación Urbana. Académico de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Las Américas (UDLA).

Imagen por © Caglieri vía flickr

El transporte público no traslada mercancías, traslada personas, ciudadanos; por lo que debe ser mejorada su calidad de vida.

Transportarse desde La Pintana hacia el centro de Santiago y el sector nororiente de la capital, que es donde se concentra el mercado laboral, demora más de 40 minutos respecto de una persona que vive en el entorno inmediato a la zona laboral mayoritaria. Esto resulta muy relevante, porque el transporte público no traslada mercancías, traslada personas, ciudadanos.

Por otra parte, la vigencia de este modo de operar el transporte urbano nos ha llevado a obtener récords tristes de mencionar, como que una de cada cuatro personas no paga; lo que significa una pérdida de más de la mitad del subsidio que el Estado entrega al Transantiago anual, o el equivalente a la compra de un bus diario.

En palabras simples, cada uno de nosotros está subsidiando la evasión de pasajeros. Los subsidios comprometidos hasta el año 2022 llegarían a más de US$12.000 millones, pero esto sólo para mantener en operaciones al transporte, sin considerar la calidad. Y es aquí donde se producen los problemas, porque por ninguna parte se ve que las personas sean las importantes. No estamos trasladando mercancías, estamos trasladando ciudadanos, personas que viajan largos trayectos para llegar a su trabajo y mejorar la calidad de vida personal y familiar. No podemos dejar que su viaje sea un estrés más, en una ciudad líder en patologías psiquiátricas a nivel latinoamericano.

Para que el Estado no continúe “subsidiando la evasión” y pueda mejorar la calidad del servicio que se entrega, donde el foco sean los ciudadanos, es posible recomendar: revisar los contratos con los operadores, aumentar la dotación de validadores en los buses y mejorar las zonas de pagos o paraderos, lo que requiere de un gran esfuerzo pero que repercutiría positivamente en la calidad de vida de las personas; sanciones más contundentes y progresivas en caso de reiteración al no pagar el servicio y, por sobretodo, educación, tanto en colegios, enseñanza superior, instituciones del Estado y en empresas.

El Metro acaba de cumplir 40 años entregando un servicio premiado a nivel mundial por su calidad, mientras que el Transantiago, con ocho años de vida, sólo ha significado costos altísimos para el fisco y para la calidad de vida de todos. Para que nuestros sistemas de transporte ofrezcan un servicio de calidad en todas sus modalidades, es importante evaluar mejoras de fondo. Es elemental que pensemos en nosotros, los ciudadanos, las personas.