Opinión: La Ciudad en Crisis

© alobos Life, vía Flickr.

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Por Rodrigo Guendelman, fundador de @santiagoadicto.

Permítanme comenzar con un ejemplo para ilustrar la tesis de esta columna. La ciudad de Santiago tiene aprobado y en marcha un proyecto de bicicletas públicas en once comunas, las que se suman a otras tres que ya usan (o están a punto) el mismo proveedor. De aquí a mayo de 2015 serán catorce las comunas que formarán parte del Sistema Integrado de Bicicletas Públicas (SIBP). Una gran noticia, sin duda. Pero con los lamentables lunares de una región -y una nación- donde cada alcalde puede, si lo desea, comandar su municipio como si fuera un feudo.

¿A qué me refiero?

A Las Condes, que decidió jugar en solitario y prefirió tener su propio sistema de bicicletas.

Lo que implica que esa comuna de la zona oriente no sólo se resta del SIBP, sino que afecta a todos sus usuarios, pues cualquier viaje en bicicleta desde o hacia Las Condes implicará transbordos absurdos, largas caminatas, así como el uso y pago de dos tipos de membrecías.

Un ejemplo, tal como decía al comenzar, de un país donde no existe autoridad sobre las ciudades. ¿Que hay un intendente, dice usted? Le cuento: el intendente en Chile no tiene recursos ni poder, salvo para autorizar una marcha y otros asuntos menores.

“Carecemos de una institucionalidad metropolitana para nuestras grandes ciudades y los mecanismos de coordinación entre los municipios que conforman estas áreas son prácticamente nulos. El resultado, entonces, son urbes donde se expresan flagrantes diferencias en materia de calidad de vida, pero también donde queda de manifiesto la disparidad entre municipios para gobernar sobre los procesos de configuración urbana y territorial”, explica Arturo Orellana, Magíster en Desarrollo Urbano y Doctor en Geografía Humana. Un problema que hoy afecta, especialmente, a las grandes áreas urbanas, o sea, al Gran Santiago, Valparaíso-Viña y Concepción-Talcahuano.

Volvamos a la capital. ¿Por qué nadie previó que “Sanhattan” colapsaría con los nuevos rascacielos? ¿Por qué la implementación del Transantiago no consideró las necesidades de los usuarios? ¿Por qué la distribución de áreas verdes es tan disímil entre una comuna y otra? ¿Alguien tomó las riendas del desarrollo de la ciudad, o es que simplemente vamos con la corriente de la próxima elección municipal? Son preguntas que se hace Javier Vergara, arquitecto y magíster en diseño de ciudades y que nos hacemos muchos santiaguinos. La respuesta es simple: “La falta de un gobierno metropolitano es, ceteris paribus, la causa de gran parte de los males que explican la crisis de la ciudad”. Eso era lo que explicaba, ya en 1992, el arquitecto y ex ministro Eduardo Dockendorff. Digámoslo en otras palabras: nos llora un Alcalde Mayor que dirija, coordine, planifique y vele por la ciudad completa.

Nos urge una autoridad que pueda disciplinar el ego de nuestros municipios.

En un país donde el 90 por ciento de la población vive en un medio urbano y al año 2020 se proyecta que tres de cada cuatro personas vivirán en un área metropolitana, es imprescindible que se termine con el Far West de los feudos municipales, así como con el despelote a nivel gubernamental.

Sin embargo, muchos dudan de que algún día veamos a un Alcalde Mayor sentado en su trono. Tal como advirtiera el ex alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa, en una reciente visita a nuestra capital, “con un 44 por ciento de la población chilena en esta área metropolitana de Santiago, es políticamente difícil que haya una autoridad tan poderosa”. Cierto. La sola figura de un gran alcalde significaría competencia con la máxima autoridad del país. Sin embargo, la opción que plantea Arturo Orellana en su paper Gobiernos metropolitanos para Chile: la necesidad versus la factibilidad, suena tan factible como realista. Se trata de una Agencia Intermunicipal Metropolitana (AIM), “que tenga todas las facultades legales para que su accionar sea vinculante, es decir, que todas aquellas políticas sectoriales, regionales y municipales que tengan impacto en la configuración de esta área urbana se supediten a las directrices de esta agencia. La gobernabilidad será ejercida mediante un directorio que tendrá la AIM, conformado por los alcaldes de todos los municipios metropolitanos comprometidos, cuya presidencia será una especie de vocería que se recomienda rote año a año”. Si el diagnóstico es transversal, si tenemos expertos locales, estudios al respecto y notables ejemplos internacionales, sólo falta la voluntad política.