Los mitos y las verdades en torno a Vicuña Mackenna

Por Elena Irarrázabal Sánchez, El Mercurio.

Más allá del Santa Lucía. Un estudio sobre sus huellas urbanas:

Quienes suben a la torre del Museo Histórico -recién habilitada como mirador- reciben un mapa de Santiago con las obras e ideas con las que Vicuña Mackenna buscaba cambiarle la cara a la capital. El mapa es fruto de una investigación del arquitecto Carlos Maillet. A su juicio, el intendente de Santiago desarrolló una gestión urbana profunda y poco difundida, que se ha tendido a reducir a lugares comunes y que entrega importantes lecciones para el presente.

Las crónicas cuentan que cuando Vicuña Mackenna inauguró el “Anillo de Cintura”, que fue una de sus obsesiones -una vía que ampliaba el radio de la ciudad, uniendo distintas estaciones ferroviarias-, citó a los santiaguinos a la Plaza de Armas. Desde allí la muchedumbre se fue en caravana, con carros alegóricos, música y un gran desfile, hasta llegar al anillo de cintura sur, hoy avenida Matta. Allí los esperaba un gran muro de ladrillos, listo para ser demolido en medio de la fanfarria y así marcar la apertura de la vía. Todo este espectáculo era dirigido rigurosamente por el “Adelantado”, como le decía Andrés Bello a Vicuña.

Esta anécdota, según el arquitecto Carlos Maillet, refleja varias facetas de Benjamín Vicuña Mackenna, como su sentido de planificación urbana, su conexión con la ciudadanía y su espíritu nacionalista y festivo. Otro testimonio de este ánimo de celebración fue el “reglamento de las chinganas”, que elaboró el intendente, buscando preservar estos lugares de festejo popular, ordenando su caótico funcionamiento.

Maillet, profesor universitario que se ha desempeñado como asesor patrimonial de distintas instituciones -entre ellas la Dirección de Arquitectura del MOP-, centró su tesis de grado para obtener el máster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural (U. de los Andes) en el legado urbano de Vicuña Mackenna, el que ha plasmado en un mapa infográfico y en un estudio de las iniciativas de quien fuera intendente de Santiago entre los años 1872 y 1875. Un trabajo que próximamente publicará en formato de libro y que, a su juicio, desmiente la mirada parcial que en ocasiones se ha tenido sobre el intendente y candidato presidencial.

-¿Cuáles diría que son los principales mitos que se han tejido en torno al legado de Vicuña Mackenna?

“Hay varios, pero tal vez el más recurrente es que sus medidas constituyeron solo obras decorativas, elitistas y al servicio de la población más pudiente. Esto, pienso yo, es totalmente contrario al espíritu vicuñano, y lo planteo con firmeza, sobre la base de lo que me ha tocado estudiar. Las reformas que impulsó Vicuña, en un 85%, fueron dedicadas a la población más pobre de la ciudad. Sobre el 70% de los metros cuadrados mejorados, ya sea de calles, viviendas o parques, se emplazaban en los barrios que están al sur de la Alameda. En cambio, los grandes palacios de Santiago, producto de las riquezas de la minería, se ubicaban, principalmente, en el eje norte de la Alameda.

“Los proyectos de Vicuña estaban orientados al sur de la ciudad, donde estaba el Matadero, el Campo de Marte, el Canal de la Aguada. Su ánimo fue intervenir la ciudad con una calidad de vida accesible para todos y todas. Las zonas que recibieron sus principales obras e ideas de urbanización fueron los barrios ultra Mapocho: la Chimba (Recoleta), El Arenal (hoy barrio Independencia), Chuchunco (Estación Central), Matadero (hoy Matta sur) y San Pablo (hoy barrio Yungay)”.

-Usted ejemplifica este ánimo “civilizador” en la instalación de las pilas de agua en la ciudad de Santiago.

“Cuesta imaginarlo, pero Santiago en esos años aún era mayoritariamente una ciudad colonial, con calles de tierra y acequias que recibían la basura, sin agua potable ni alcantarillas, un río Mapocho insalubre y un cerro Huelén como sitio eriazo. Vicuña trató de decirles a los santiaguinos que el desarrollo de la República y de toda gestión económica y política debía pasar por un cambio importante en la cultura pública: limpieza del entorno, higiene en el vestir y vivir, plazas bellas, basureros dignos, reglamentos cívicos, iluminación, espacios para el recreo. Ante todo, quería ‘civilizar’ a los santiaguinos por medio de intervenciones estéticas y funcionales.

“En este contexto se entiende la colocación de nuevas pilas de agua potable para la ciudad. Aunque suena algo simple, en aquella época fue muy innovador. En 1873 el agua potable la utilizaban solo algunos sectores acomodados de la ciudad y prácticamente no existía el concepto de ‘bebedor de agua público’. Se sacaba agua de un pozo común en la Plaza de Armas y después había que cocerla”.

Parques, alamedas y plusvalía

Entre las fuentes que Maillet utilizó para su estudio, está el “Plan de Transformación de Santiago” de 1873, redactado por Vicuña Mackenna, y algo así como el “primer manual de urbanismo chileno”. También recurrió al primer mapa cartográfico de Santiago, elaborado por Ernesto Ansart, ingeniero contratado por el mismo Vicuña para levantar uno de los primeros mapas técnicos que se conocen de Santiago. A su vez, el montaje planimétrico digital de Santiago en el año 1890 -una investigación de los profesores de la UC José Rosas, Wren Strabucchi y Germán Hidalgo- también constituyó una herramienta útil para revisar la continuidad de las ideas del intendente.

-¿Cuáles, de las múltiples directrices planteadas por Vicuña Mackenna, rescataría como las más relevantes?

“La primera que destaco es el anillo de circunvalación, que en aquella época pasaba por Av. Costanera, Av. Matucana, Av. Matta y la actual Vicuña Mackenna, y que unía las grandes estaciones de tren. Buscaba generar un anillo de circunvalación que permitiera filtrar el tránsito de vehículos pesados y jerarquizar el tránsito hacia el centro de la ciudad. Hoy podemos ver reflejada esa idea, concretamente, en el anillo Vespucio y su actual prolongación de alta velocidad en Vespucio Oriente, que permite que se pueda rodear la ciudad sin ingresar a ella. Era lo mismo que planteó Vicuña hace 140 años, pero en ese entonces basado en la comunicación entre las estaciones ferroviarias”.

-Según su estudio, su huella en los parques y áreas públicas fue mucho más allá del cerro Santa Lucía.

“El cerro Santa Lucía no fue un área aislada, está dentro de un conjunto armónico de espacios públicos interrelacionados, esto es el eje Forestal (cuyo espacio se genera gracias a la canalización del Mapocho que impulsa Vicuña), plazas del centro, atrios de iglesias, Alameda de las Delicias y Parque Cousiño, del que fue un gran impulsor, junto con Luis Cousiño. Además, todo el anillo de cintura contemplaba la plantación de alamedas”.

-El estudio destaca el rol de Vicuña Mackenna en materia de gestión inmobiliaria. ¿A qué se refiere?

“La ciudad tiene velocidades, comprensiones y hasta sentimientos; y a mi juicio Vicuña Mackenna la entendió tal cual, imprimiendo en sus modificaciones una visión estratégica sostenible en las intervenciones planteadas. Así, al pensar la canalización del Mapocho estaba aportando sustentabilidad y gestión inmobiliaria a un espacio olvidado. Otra obra notable es el parque Cousiño, que era un lugar marginal y fue transformado en un inmenso desarrollo paisajístico, que privilegió a los barrios más populares emplazados cerca de Franklin o al sur de la antigua avenida de los Monos (Av. Matta), donde conectaba el tren urbano con este gran parque. Esto generó plusvalía en zonas deprimidas”.

Policías y chinganas

Hiperactivo, alterado y polémico, es casi imposible limitar los contornos de la inmensa figura de Vicuña Mackenna, que se expande hacia las áreas más diversas, desde la historia (aunque ha sido criticado de ‘poco prolijo’, es autor de más de un centenar de obras y estudios) hasta la protección de animales y la férrea defensa de los veteranos de la Guerra del Pacífico, sin dejar de mencionar su intenso ánimo patriótico, que lo llevaba a instalar símbolos patrios donde pudiera. Ahora, en el ámbito propiamente urbano, Maillet distingue en su trabajo siete ejes de acción de Vicuña Mackenna, desde la arquitectura y edificación pública hasta la seguridad ciudadana, pasando por la vialidad y el transporte urbano.

-Dentro de estos siete ejes, hay medidas curiosas…

“Una de las medidas más peculiares es la reglamentación de las chinganas públicas. Eran fiestas populares de mucha disipación. Y Vicuña, sin suprimirlas, entendiendo el sentido que tenían para la población, las reglamentó. Las medidas incluían la prohibición de andar desnudo, ingresar armas y adulterar alcoholes. No se permitía el ingreso de menores, debían terminar a la medianoche y determinaban instalar seguridad en los ingresos.

“Creo que Vicuña Mackenna tuvo un gran entendimiento de las novedades que puede tener una ciudadanía bullente y cambiante. Creó la Sociedad Protectora de Animales, fue director honorario de Bomberos, hizo un Teatro Popular (hoy demolido y que se ubicaba en la esquina de Mac-Iver y Moneda), organizó la Exposición del Coloniaje -génesis del Museo Histórico Nacional-, instaló el primer telégrafo de Chile en el Santa Lucía, y buscó sembrar la ciudad de estatuas y esculturas”.

-La policía urbana fue otra de sus iniciativas.

“En aquella época, solo existía como seguridad de la ciudad el ejército. Pero él impulsó la creación de una ‘Policía Militar’ y una ‘Policía de Aseo y Ornato’. La primera vigilaba la vida nocturna, los alborotos armados o los conflictos mayores. En cambio, la de Aseo y Ornato no tenía armas y estaba destinada a educar a la población en torno al orden y la higiene, algo así como la ‘seguridad ciudadana’ que existe hoy en algunos municipios”.

La gesta del Santa Lucía

-Él fue un hombre que no llegó a la vejez. ¿Qué obras alcanzó a concretar en vida?

“Murió a los 55 años, tengo entendido que por diabetes. La obra que alcanzó a ver completamente terminada y habitada fue el cerro Santa Lucía. Para concretarla, realizó una gestión incansable llamando a los grandes empresarios para que apoyaran la iniciativa. Consiguió aportes muy importantes para construir en el cerro, y fue muy cuestionado en aquella época por lo ambicioso y suntuoso del proyecto, pero el tiempo le dio la razón. Terminó aportando de sus propios bienes para terminar la remodelación del cerro.

“Del resto de las iniciativas que planteó, varias se concretaron entre 1880 y 1915. Quedaron sus ideas muy marcadas en el espíritu del Centenario y en los grandes arquitectos de la época, como George Dubois, Karl Brunner, Carlos Carvajal, Lucién Henault, Javier García del Postigo, entre tantos otros. Hubo propuestas posteriores de la Dirección de Obras de Santiago o de las Asociaciones de Arquitectos, pero prevaleció el criterio que promovió Vicuña. Así se pudo hacer un excelente trabajo con la canalización del Mapocho, el anillo de circunvalación, la apertura de nuevas calles, agua potable para los barrios periféricos y la red de parques públicos, entre tantas otras iniciativas de este chileno que fue un baluarte del servicio público”.

“Él entendió los desafíos de una ciudad bullente y cambiante. En vez de acabar con las chinganas, decidió reglamentarlas”.

¿Afrancesado?

-Vicuña Mackenna recorrió Estados Unidos y Europa recogiendo experiencias, pero se lo suele tildar de “afrancesado”.

“Está instalada la idea de que Vicuña Mackenna trajo el afrancesamiento a Santiago. Y es curioso que, hasta hoy en las plazas de Santiago, se siguen colocando escaños, faroles y asientos de aire ‘francés’. En mi opinión, esta faceta de Vicuña muestra más bien su espíritu vanguardista y renovador. En ese entonces, el orden más innovador era el de Francia, no el de España o Norteamérica. Ahora, ¿qué traería Vicuña Mackenna hoy? Creo que visitaría Noruega, Finlandia, Japón, países muy civilizados en materia urbana.